Bastaron apenas unas horas de incertidumbre, de dudas, de desilusión o como se ha llamado en redes sociales, de ‘plebitusa’, para que hubiera un nuevo despertar. El grito de paz del 5 de octubre fue de los estudiantes, que llenaron la Plaza de Bolívar de Bogotá y otras tantas en varias ciudades del país para pedir un Acuerdo Ya. El plebiscito está perdido, pero el anhelo de acabar este conflicto está muy vivo. Llegó la hora de quitarles a los políticos el monopolio de nuestro derecho a la paz.

Por: Ricardo González Duque
En Twitter: @RicardoGonDuq
Parecíamos destinados a que solo en una “sala de crisis” de la Casa de Nariño una treintena de personas, comandadas por Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe, resolvieran cómo salir del caos que nos dejó el NO que la mayoría de votantes decidió en el plebiscito del 2 de octubre. Como los políticos del NO están literalmente negados y no saben cómo manejar la inesperada victoria que les cayó -casi literalmente del cielo por aquello del voto de las iglesias- el riesgo al que estábamos sometidos es que ellos con sus intereses y mezquindades personales, se dedicaran a darle largas a los cambios que piden en el Acuerdo Final logrado con las Farc, a costa de arriesgar el cese al fuego bilateral.
Y aunque ese riesgo aún se mantiene, el grito de paz comandado por los jóvenes estudiantes de 26 universidades de Bogotá que llenaron la Plaza de Bolívar, puede cambiarlo todo y dejar en manos de los ciudadanos el anhelo de paz. Sé que últimamente suena repetitivo decir cada semana que estamos viviendo un momento histórico, pero no es retórica. En esa misma plaza donde hubo saltos, gritos, abrazos y lágrimas en la noche del miércoles, bien podrían revivirse las palabras “Si perdéis estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y feliz, antes de doce horas seréis tratados como insurgentes: ved los calabozos, los grillos y las cadenas que os esperan” dichas por el llamado tribuno del pueblo José Acevedo y Gómez. Mejor dicho, sin tanto formalismo: es aquí y ahora.
La marcha de la paz se vuelve importante si se repite y se repite con el mismo fervor de los jóvenes en esta primera reacción por el inesperado resultado del plebiscito. En un no muy lejano antecedente, los estudiantes lograron en 2011 frenar la polémica reforma a la Ley 30 de María Fernanda Campo con movilizaciones consecutivas. Es el momento de repetirlo. Ni el presidente Santos puede amenazar con el fin del cese al fuego bilateral por la profunda crisis, ni tampoco podemos dejar que el expresidente Uribe, a su antojo, nos deje en esta sin salida el tiempo que él quiera. Seguramente hasta las elecciones de 2018 o hasta una Constituyente que le permita reelegirse.
Está claro que el Acuerdo Final es el mejor posible que se pudo lograr en un proceso serio, con altibajos normales, pero con verdaderas demostraciones de gestos de paz de unas Farc que aunque odiadas por la mayoría del país, han cumplido. Si el mandato del domingo pasado por una apretada mayoría es que haya algunos cambios en esas 297 páginas, que ocurran; pero no podemos permitir el sabotaje de quienes dicen que el Acuerdo está muerto o el de Uribe que propone por lo menos una docena de cambios que se hacen casi imposibles de renegociar. Ahí tenemos que estar haciendo una veeduría quienes apoyamos el grito de paz de este miércoles.
Nuestro problema es que seguimos viendo la relación con la clase política como en un plano contrapicado, ellos encima de nosotros los ciudadanos, cuando no nos damos cuenta que con la consecutividad de movilizaciones como las del 5-O podemos verlos en un plano picado. Nosotros desde arriba. Es el momento de quitarles a los politiqueros el monopolio que se han creído tienen sobre nuestro derecho a vivir en paz. Esa consigna de “Acuerdo Ya” impulsada por los promotores del SÍ, a la que seguramente ya se han sumado muchos del NO arrepentidos, es la que no nos podemos cansar de repetir en las calles.
El primer efecto ya llegó con la respuesta del jefe negociador de las Farc, Iván Márquez, quien después de ver lo ocurrido en la Plaza de Bolívar escribió: “Ante el respaldo multitudinario de Colombia a la paz, juramos no dar marcha atrás”. Algo tendrán que ceder, seguramente. Algo más. Pero quienes no podremos ceder somos los ciudadanos para que no se nos escape el fin del conflicto armado que hemos sufrido durante medio siglo.
El grito de paz que apenas empezó, tiene que seguir creciendo, tiene que ser ensordecedor, no se puede apagar en la acostumbrada desidia y falta de constancia de los colombianos y tiene que conseguir un efecto. Siempre será mejor el ruido de la democracia con los futuros ex guerrilleros haciendo política, que el regreso del ruido de los fusiles.