“Es totalmente liberador admitir que en ocasiones sabemos casi nada, esto no debería asustarnos ni mucho menos hacernos sentir inferiores; por el contrario, debería alentarnos a descubrir todo lo que tenemos por aprender”.
El conocimiento está haciendo la mudanza de una era de la información a una era de las ideas —rebotando con saltos cuánticos— y la educación debe aceptar que; ni con la llegada de internet (Hace años atrás) ha podido darle vuelta a las escuelas que enseñan a aprender pero no a pensar.
Permanecer en un statu quo durante los últimos «cien años» y estar en disposición de seguir haciendo lo mismo por coherencia o continuidad es una vergüenza. La educación atrapada en la fortaleza de lo habitual atrae seguidores y con su miedo a lo desconocido pelean juntos para que ningún cambio suceda. En este contexto de intentar la transformación, una idea es algo parecido a un molesto escozor en la piel.
Es absurdo impedir la manifestación del pensamiento original, pero más absurdo sería no pertenecer a un lugar donde el pensamiento distinto puede cambiar el comportamiento humano, la realidad del presente y, hasta el mundo para moverlo hacia adelante con la certeza de que lo mejor está por venir.
Sacudir la mente: de eso se trata. Ni el gobierno más autoritario ni las organizaciones más burocráticas pueden evitar que pienses.
Una mente abierta en un mundo cerrado es la oportunidad para liberar la mayor cantidad de ideas con originalidad. La imaginación es un recurso inagotable que conduce a lo nuevo y la capacidad de trabajar en soledad con la mente, en el silencio, hace que las ideas surjan con una fuerza poderosa.
Tenacidad: la primera prueba de una idea es el nivel de compromiso que adquiere.
Ahora bien. Un proyecto creativo de cambio debe traspasar los límites de la propiedad individual para convertirse en propiedad colectiva. Al permitir la contribución de otros se llenan los tanques de oxígeno abasteciendo la voluntad hacia el encuentro de un propósito. Celebrar la llegada de personas que no piensen igual, que aportan nuevas perspectivas, que otorgan lucidez sin absorber la energía de un espacio; es abrirle los brazos a absolutos extraños que en conjunto solucionan problemáticas con resultados sorpresivamente inesperados.
Lo importante es abrirle camino a las ideas. Las que llevan a la gloria. Las que provienen de cualquier parte, de cualquier persona (Sin importar género, raza, distinción social y mucho menos edad). Permitir que la diversidad acompañada de sonrisas inunden una habitación, es aceptar el nacimiento de grandes proyectos.
Las ideas: algunas son frívolas, otras son profundas.
Cuando la idea es líquida transita con fluidez cualquier grieta; la ocupa, la transforma, inserta un mensaje. Pero solo logra su potencial cuando en su especie se establece dentro de un hábitat abierto y honesto. Algunas son tan poderosas que no se extinguen, poseen la capacidad de sobrevivir año tras año, otras están destinadas a florecer unos meses y morir.
El password o la contraseña para visitar el universo de las ideas es moverse. Quedarse por mucho tiempo en un solo lugar esperando a que algo suceda le suma a la rutina. Cuando de experiencia se trata se mezcla la incertidumbre con la búsqueda empujando la mente a «surfear» con habilidad las olas. Recorrer siempre la costa se vuelve aburrido si existe la posibilidad de perder el equilibrio para caerse al fin del mundo; además, al cambiar el cuerpo de espacio físico el cerebro lo sigue y la inspiración ya no es diminuta.
Viajar a conocer mundos paralelos permite intoxicarse de experiencias —lo ideal es no temer—. El máximo riesgo es que para cuando regreses del viaje; allí, a ese lugar de la mente en el que estás ahora…, te encontrarás con una persona distinta.
¿Quieres hacerlo?
Inspirado en El arte de la Idea de John Hunt.
Por: -Andrés Felipe Osorio-
@pipemagenta