Colombia tiene muchos graves y grandes problemas a más de la obtusa y trasnochada subversión armada. No podemos caer en la tentación de pensar que todos se reducen a la lucha contra los alzados en armas.
El ex –Presidente Alvaro Uribe mostró en los medios su preocupación porque el nuevo proceso de Paz con las FARC copara la agenda política del Gobierno y del país. Sana preocupación, porque Colombia tiene muchos graves y grandes problemas a más de la obtusa y trasnochada subversión armada. Pero de inmediato el Presidente Santos ha salido también a los medios a dar un parte de tranquilidad a ese respecto. El asunto con las FARC es uno más en la agenda del gobierno y, claro, del país, afirmó tajantemente.-
Quisiéramos que nuestra dirigencia de todos los sectores y fuerzas que impulsan a nuestro país, lo tuvieran bien claro. No podemos caer en la tentación de pensar que todos nuestros problemas se reducen a la lucha contra los alzados en armas. Es claro que debemos luchar contra ellos y tanto Uribe como Santos han dado muestras de ser exitosos en esto, a pesar de algunas diferencias públicas entre los dos dirigentes. Existe una política de Seguridad Democrática que ha dado sus frutos y no debiera descuidarse. Más aún, estamos seguros que si se persiste en ella, contribuirá a facilitar los acuerdos para una paz concertada y consolidar una Nación respetuosa de las leyes. Pero al lado de estos esfuerzos quedan pendientes otros de igual o superior exigencia, en aras de hacer de la nuestra una democracia real donde los derechos se respeten y el Estado sea viable y no un Estado fallido, como se ha llegado a pensar.
Colombia es un país sin verdadera justicia. Las instituciones creadas para realizarla han fallado. Desde las altas Cortes y Tribunales hasta los funcionarios de investigación criminal de la Fiscalía (CTI), tiene aguzados problemas de eficiencia, eficacia y moralidad. Aquí no hay pronta y cumplida justicia como lo demanda la Constitución, porque ella es morosa en todas sus instancias y porque una justicia tardía no es justicia. Quizá en la morosidad de los funcionarios está uno de los principales problemas, al lado de su mentalidad ritualista y de una formación impartida más en pasado que en futuro a nuestros abogados y jueces. El rediseño de un nuevo sistema judicial más ágil y moderno, el cambio de mentalidad de nuestros jueces y abogados, la presencia y autoridad de los encargados de sancionar los actos de corrupción de quienes tienen el “monopolio de la justicia en Colombia”, es un punto álgido en nuestra agenda de país, pues aunque Colombia logre la Paz, sin Justicia tampoco será un país viable.-
Colombia es un país sin verdadera salud pública. A pesar de tener asignados, como nunca antes en la historia, billonarios recursos del presupuesto, hoy tenemos un déficit de camas hospitalarias como no lo tuvimos antes. Las IPS son el eslabón vulnerable en la cadena de flujo de recursos. Todos lo saben, pero nada se hace a favor de su sostenibilidad y menos para la construcción de nuevos hospitales. Tenemos políticas que incentivan tributariamente la construcción de hoteles, exonerándolos hasta por 30 años de impuestos de renta y patrimonio, pero ninguna política para que se construyan, doten y modernicen hospitales. La corrupción en el sistema es incentivada por el mismo sistema y ha alcanzado niveles insospechados. También la politización de la peor laya se adueñó de la Superintendencia y de la mayoría de las Secretarías de Salud de Colombia, carcomiéndolas desde adentro. Como vamos, seremos una nación con un pueblo enfermo que no podrá ser competitiva en el escenario mundial.
La seguridad en las ciudades se agrava. A pesar de las estadísticas que ofrece la Policía Nacional, lo cierto es que en la mayoría de nuestras ciudades los ciudadanos son prisioneros en sus propias casas, encerrados tras de altas rejas y con alarmas y cámaras de seguridad los que pueden. Se esconden de los ladrones, narcotraficantes, estafadores, violadores, asesinos, pandilleros y delincuentes en motocicletas que los asedian diariamente. Las cifras de homicidios están disparadas en Cartagena y las demás ciudades de la costa Atlántica.
Y la lista es larga. Las cárceles saturadas y en condiciones deplorables, la infraestructura de servicios públicos de las ciudades en franco deterioro, rezagados los grandes proyectos de infraestructura vial y de interconexión de todo el país; los problemas sociales acuciando, la pobreza de nuestras gentes en aumento mientras se concentra la riqueza en los oligopolios nacionales y extranjeros. Todo hace que las agendas políticas del Presidente, Gobernadores y Alcaldes en Colombia, no puedan contagiarse del virus “fariano” de los procesos de paz. Ahora más que nunca les toca a estos funcionarios dedicarse a sus labores, para las que fueron elegidos, y no dejarse tentar por el protagonismo mediático del proceso de paz.
POSTDATA: Permítanme un Ayyyyy lastimero por Cartagena, que padece las mismas dolencias de las otras ciudades, pero agravadas porque no hay brújula y tampoco Capitán del barco, por la enfermedad de nuestro Alcalde.