La Gran Muralla China era uno de los pocos lugares que sabíamos que visitaríamos antes de empezar el primer km a bordo del Transmongoliano.
Esta muralla fue construida para proteger las diferentes dinastías imperiales Chinas de los ataques constantes del imperio Mongol. Se calcula que tiene casi 9.000 km de largo, pero cabe destacar que no son todos en un solo tramo, sino que hay diferentes tramos discontinuos y diferentes ramificaciones. Por eso, si uno está en Beijing lo más probable es que visite el tramo de Badaling que es el mejor restaurado y más cercano a la capital y por consiguiente el que tiene mayor aglomeración de turistas.
Era obvio que si habíamos decidido recorrer Rusia, Mongolia y China en tren ese lugar no era el nuestro y decidimos ir a Simatai a casi el doble de distancia que el tramo turístico.
La aventura empieza:
En mi anterior escrito hablé sobre la seguridad. Bien! pues seguro, seguro sé es! pero uno tiene que ir con mucho cuidado que no le tomen el pelo constantemente. Hablo de mi experiencia particular que fue bastante divertida (mientras que otros pudieran haberse enojado, nosotros reíamos de incredulidad) aunque muchos viajeros con los que hablamos tuvieron historias semejantes.
Todo empezaba con unos cazadores de turistas, que nos cazaron durante nuestra visita en la Ciudad Prohibida ofreciéndonos un precio cerrado (transporte + entrada) muy competitivo para visitar Simatai. La sorpresa nuestra fue que en la ida nos llevaron a las afueras de Beijing y nos obligaron, literalmente, a entrar a un museo de Y que hacemos? pues parar a un taxi y ofrecerle el mismo precio para ver si nos quiere llevar. Claro! estábamos ya a varios km de la capital y la gente solo hablaba Chino, nuestras palabras en Chino no abarcaban más que un simple gracias y salud. Por suerte yo había practicado bastante el lenguaje internacional de signos durante mi estadía con 3 rusos durante 4 días en el compartimento del Transmongoliano y con la ayuda de una guía nos hicimos entender.
Y así fue que finalmente llegaríamos a nuestro, ahora ya más que nunca, ansiado destino.
Después de toda la aventura, que aquí les he resumido, pudimos pasear casi solos por la muralla sin las hordadas de turistas de otros tramos más cercanos a la capital.
Aquí fue donde nos contaron que la muralla, en muchos puntos ha sido derruida por los propios Chinos por que utilizaban las piedras de la muralla para construirse sus casas.
Tiene una altura de unos 10 metros y una anchura que oscila entre les 4 y 5 metros por lo que se desmiente el mito que se puede ver desde el espacio. Cada ciertos metros existen diferentes torres que se utilizaban para almacenar armas en tiempos de guerra y comida, principalmente arroz, ya que por la muralla gracias a su anchura se transportaban también los alimentos. En tiempos de guerra con los Mongoles también eran utilizadas para hacer fuegos y señales de humo y así avisar sobre tropas enemigas.
Hoy en día tienen un uso completamente diferente y hasta las novias de rojo (en China el color rojo se considera de buen augurio) acuden a estas torres para inmortalizar su día.
El regreso a la capital tampoco fue exento de complicaciones y después de varias malas caras entendimos que el taxista por el precio acordado nos iba a dejar donde nos recogió, en medio de la nada al lado de la autopista. A esas horas de la noche eso no era una opción y el precio que nos pedía para regresar a la capital tampoco. Finalmente acordamos que nos dejaba en la ciudad olímpica, en donde pudimos tomar el metro para regresar.