Es conveniente echar una mirar a esas pequeñas cosas tan útiles y maravillosas que ni vemos por comunes, por cotidianas y sencillas. Qué invento extraordinario son el dúo del botón y el ojal. Los suéteres, las blusas, las mangas, los sacos, los pantalones, las carteras y un sinnúmero de accesorios que usamos a diario necesitan botones. Sin botones la ropa se abre, se desliga, se afloja o se cae del cuerpo. Sin botones, los ladrones callejeros harían su agosto.

Newton, Stella Mary. Fashion in the Age of the Black Prince. Suffolk, UK: Boydell Press, 1980. p. 109, pl. 39-40.
Ese invento sencillo: una pieza casi siempre circular de materiales diversos (metales, maderas, conchas y plástico), de uno o dos milímetros de grosor, con dos o cuatro agujeros en el centro, que se utiliza para fijar la pieza a la tela, es tan simple, tan aparentemente fácil de diseñar y, sin embargo, hasta el siglo trece, a nadie se le ocurrió que podía servir para cerrar o para abrir la tela, para entallar o demarcar el cuerpo. Existía, sí, desde hace cinco mil años, pero solo como adorno. De tan comunes que eran, fueron necesarios varios siglos para “ver” su uso más útil.
En 1650, los botones se pusieron de moda, de moda con locura, esto quiere decir: se pegaban de todos los lugares del vestido donde fuera posible. Cada persona cargaba libras de peso en botones, que no cumplían ninguna función. Todavía quedan vestigios de este uso inútil de los botones. ¿Se ha fijado el lector que las chaquetas y los sacos llevan tres o cuatro botones en hilera, al final de la manga, botones que no sirven para nada? Llevamos 350 años usando esos seis tristes botones y nadie se pregunta por qué siguen ahí, por qué no se han eliminado.
Al invento de los botones le salió una relativa competencia: la cremallera. Sin lugar a dudas las cremalleras para cerrar o abrir los pantalones, bolsos y maletas son más eficientes, seguras y cómodas que los botones. El problema es que la cremallera no se patentó hasta 1913. Otro gran invento.
Asombra ver que algunos diseñadores insisten en poner botones a la bragueta del bluyín. Toma tiempo extra y esfuerzo cada bajada de pantalón. El poco sentido práctico de tan tonto diseño se puede considerar un pecado del diseñador y un purgatorio para el usuario. Pero ya sabemos que la moda no se diseña pensando en la comodidad del cliente, sino en el estatus. La incomodidad es una manera de subir tu estatus, ya que indirectamente estás diciendo que te puedes dar el lujo de ir incómodo por el mundo, tienes tiempo de sobra y no vas a realizar trabajos físicos.
Se ha preguntado el lector por qué los botones de las camisas de las prendas masculinas y femeninas van en lados opuestos. Este es otro aspecto absurdo del diseño de la ropa. Nadie sabe el por qué, poco sentido práctico demostramos al no unificar estas cosas (¿será parte del machismos? El lado masculino hace más más cómodo el abotonarse). Y un último punto sobre los botones, ¿Por qué poner botones y cremalleras en la espalda, para cerrar el vestido? ¡No te puedes vestir solo! Este es el colmo del mal diseño. Mujeres, en esto admitámoslo: los hombres han sido más inteligentes que nosotras; no creo que un hombre acepte usar un vestido que se cierre por la espalda.
De Charles Aznavour, Aniversario, una canción con cremalleras que cierran por la espalda y que ya suena por fuera de este tiempo. Afortunadamente: no más pieles de visón (PETA: People for the Ethical Treatment of Animals) ni cierres por la espalda.
Buen aniversario, buen aniversario.
El vestido llegó, ya puedes respirar
También respiro yo, a punto de estallar
Mas pronto comenzó, un drama singular
Tu traje no cerró, y te oí sollozar.
A tu espalda corrí, con ganas de ayudar
Tan pálida te vi, como una flor de azar
Y el cierre descorrí, mas luego al intentar
Cerrarlo lo partí, ay de mí por piedad
A las once por fin, cocido el desgarrón
Pareces un jazmín envuelta en el visón
Tratamos de alcanzar un acto de Manón
Tan justo que al llegar, termina la función.