Algunos artistas se convierten en marca, son populares; la gente, incluso por fuera del gremio, los reconoce. Para lograrlo, ellos encuentran un estilo artístico reconocible, diferenciable, fácil de procesar. Algunas veces, como en el caso de Hockney, su aspecto personal posee las mismas características (gafas redondas, corbatas y medias de colores fuertes, amplios pantalones). Así es el siempre juvenil David Hockney que cumple ochenta años el nueve de junio y al cual la Tate Gallery, de Londres, le hace por estos días una exposición retrospectiva.
Se puede sospechar que Hockney ha vivido sin miedo, o al menos, si fuera de otra forma, sobreponiéndosele. Muy pocos hombres nacidos en la década del 1930 eran capaces de salir del closet. Hockney no ha ocultado ni disimulado sus preferencias afectivas y sexuales. Ha pintado lo que ama, y con el entusiasmo de la pasión. Parecería que no ha sido tentado por las modas ni artísticas ni de vestido; que solo ha buscado satisfacer, y desenfadadamente, los caprichos de su mente juguetona. Como artista, juega, es liviano, nada pretencioso, pero al mismo tiempo un profundo investigador, siempre curioso. Hockney no ha tenido miedo de ser juzgado, ha hecho muy libremente lo que le sale de su mente y de sus manos; de nuevo, sin miedo al juicio de los críticos. La obra de Hockney produce placer, quizás sea el mismo que él siente al hacerla; es una obra sin drama, sin dolor y sin pena.
Hockney es el pintor de las piscinas, el pintor de los perros salchichas, el pintor de la naturaleza, como si se tratara de texturas para papeles de colgadura de diseñadores gráficos del siglo 21. Después de ver sus pinturas de piscinas, no se pueden mirar las reales sin apreciar vívidamente los patrones de luz y color que él identificó y volvió simples. Aquel que ha dibujado, que ha pintado, no puede no resonar con los retratos hechos por Hockney con lápices de colores: son directos, fáciles, sin aliños, sin trucos. Son dibujos sin la habilidad del genio, son dibujos que responden a un talento manual mediano, pero que sin duda responden a un talento estético supremo. Nunca le ha interesado ser un hiperrealista, ni lograr el parecido óptico con meticulosidad. No, a él lo que le interesa, y lo ha logrado con creces, es encerrar el alma, la expresión vital, la esencia de sus personajes, y hacerlo con frescura y alegría.
Hockney es un estudioso de la imagen y ha aportado ideas interesantes y creativas a este conocimiento. En la pintura europea del siglo 15 se puede notar un gran salto, un progreso inusitado en el logro del realismo óptico. Hockey piensa que la razón se debe a que en aquella época se empezaron a utilizar trucos, lentes y conocimientos científicos de óptica que permitían pintar de una manera increíblemente realista, fotográfica. Sus ideas están en el libro, Conocimiento secreto: redescubriendo las técnicas perdidas de los maestros (Secret Knowledge: Rediscovering the Lost Techniques of the Old Masters, del 2001), también se filmó un documental en el que se ensayan las ideas que aparecen en el libro mencionado.
Sus collages fotográficos son extraordinarios. Hacen pensar en un neo-cubismo, pues Hockney fotografió las escenas o a los personajes desde ángulos variados y luego hizo distintos tipos de collages en los que empataba con armonía y lógica plástica decenas de fotografías. Con estas nos estaba haciendo conscientes de que lo que hacemos al ver es unificar en la mente información que de hecho entra al cerebro fragmentada y por vías neurológicas distintas. Hockney lo sabe porque ha estudiado el proceso de la visión, pero le saca partido y crea imágenes que llevan por el camino de la experiencia y de la intuición a ese mismo conocimiento.
El más inglés de los ingleses, según los críticos ingleses, ha gastado más tiempo retratando la vida y el hábitat de los californianos que el de los ingleses. Muchos de sus cuadros describen los días luminosos, los cielos azules de California, sus casas y piscinas y los jóvenes que nadan desnudos en ellas despreocupadamente. Sería injusto no mencionar que también ha destinado interés al paisaje de su natal Yorshire, al hacer videos como Las cuatro estaciones, o los bosques de Woldgates, o los cuadros sobre paisajes como The Road Across the Wolds (1997). Hay artistas amados por el público (porque nos alivian quitándole peso a la vida y nos hacen sonreír), como Hockney, cuya elástica vida no es para él mismo más que puro material artístico. Hockney no se teme a sí mismo.