Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Por si acaso, cómplices

 

 

Benjamin Lacombe9 (1)

A ella la abrumaron sus tonos. A ratos le dieron miedo tantas similitudes.

Una aparición de la nada, en un día de esos en el que los ritmos del mundo suenan tan cercanos a lo desconocido.

Los conectó el azar de sus deseos ocultos, una mañana en la que disfrutaron la lentitud de los privilegios de andar a media marcha para hablar sobre lo que iban imaginando, al paso de cada letra, de cada virtualidad, sin saber hay una ventana que parte en dos los puntos cardinales en los que siempre creyeron.

Ambos, tan incomprendidos, pero a la vez, tan esperanzados en la fantasía femenina de que un milagro los rescate del libreto en el que los metió el mundo.

Conectarse con un desconocido al que se le pueden calcular las siguientes palabras, solo por el asombro de la precisión que a ella la cautiva y le adivina el pensamiento, aun sin saber que efectivamente, detrás se esconde la  mujer dispuesta y abierta, de esas a las que quizá pocas veces pudo acostumbrarse en su universo de privilegios.

Y se atrevió a descubrir las tonalidades de la simpleza, una mañana de pausas y ruidos para tranquilizar el ánimo de la vida, tan cuestionado por escasear con el amor, tan esquivo a la hora de entregar placeres para coleccionar.

Fue inevitable.  Se besaron la boca.  Se abrazaron, por si acaso, a la marca primaria que guardaron para sus ojos, una noche larga de tibias complicidades.

 

 

Fotografía tomada de Benjamin Lacombe, autorizada para reutilización.

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