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Reto #4: Abraza Más, Chatea Menos

Andrea Villate, periodista
Andrea Villate, periodista

 

Para nadie es un secreto que la tecnología ha traído muchos beneficios en la vida del ser humano pero, también nos ha puesto en una zona de comodidad y a la vez de frialdad e indiferencia con el otro.

Ahora todo se reduce a un mensaje por WhatsApp o Facebook en momentos importantes de la vida, por ejemplo los cumpleaños. Ahora basta con un escuálido mensaje de felicitación y ya, como si fuera una de las tareas que hay que cumplir porque nos avisó Facebook pero no de corazón. Nada remplaza una llamada, esa acción de manifestarle a viva voz a esa persona que es importante para nosotros.

Cuando alguien publica en redes sociales que ha perdido un ser querido, personalmente considero muy triste dar el pésame en el muro de facebook. En esos momentos es cuando la persona necesita la presencia de sus amigos o un mensaje directo. Pero hasta las condolencias se reducen a un mensaje.

Y ¿qué decir de los saludos genéricos de navidad o año nuevo? El mismo mensaje para todo el mundo. Si no es personal, mejor no envíe nada. No tiene sentido llenarle la memoria del celular a cantidad de gente con videos y mensajes generales sin sentimiento.

Yo aprendí de mis padres la importancia de los detalles, de una llamada, de un regalo que buscamos pensando en el otro independiente del valor monetario, de una carta, de una canción, de abrazar, de una caricia, porque al final lo único que nos queda son los recuerdos vividos. El recuerdo de la voz, el recuerdo de un abrazo intenso, de un sentido brindis, de un cariño, de una mirada, de un momento. Pocas veces (por no decir nunca) uno recuerda un mensaje por WhatsApp.   Eso sí, cabe aclarar que hay mensajes que acercan  a los que están lejos y eso se valora.

Hace una semana estábamos cenando con mis hermanas, despidiendo a una de ellas que viajaría a Canadá esa noche para pasar las fiestas navideñas donde vive mi hermana mayor con mi cuñado y mis sobrinitos. Esa noche en medio de la conversación les conté la idea que tenia de este último reto que titularía “abraza más, chatea menos”. Una de ellas se quedo mirando el puesto vacío de mi mamá en la mesa y dijo “cuántas veces por revisar el celular perdimos tiempo y ahora ya no está”. Inmediatamente se me hizo un nudo en la garganta por lo cierta de esa frase. Si pudiera devolver el tiempo atrás tal vez una de las tantas cosas que cambiaría seria estar tan pendiente del celular, mirarla más, conversar más y no dejar que tanto celular me distrajera de los momentos valiosos.

El 25 de diciembre estaba en una videollamada conversando con mi cuñado y recordábamos que hacía un año atrás estábamos conociendo un pueblito hermoso llamado Banff en la provincia de Alberta, en Canadá. Ese día estábamos a -21 grados y antes de llegar al pueblo paramos en el Fairmont Chateau Lake Louise. Mi celular por el intenso frío dejó de funcionar y claro, me preocupe porque yo quería tomar mil selfies de todo lo que veía.

Casualmente hoy al recordar ese día, tengo en mi memoria la sensación de felicidad que viví, viendo los coches con los hermosos e imponentes caballos negros que paseaban por el lago, los arboles llenos de nieve, las risas de mis sobrinitos y de mis hermanas, los villancicos de Michael Bublé en el hotel, la gente feliz contemplando las montañas rocosas que al caer el sol daban un paisaje totalmente sublime. Y todo el camino de ese día y al regresar a casa, jugando a adivinar canciones bajo un cielo tachonado de estrellas a la media noche. Tal vez si mi celular hubiera funcionado tendría una cantidad de fotos, pero no tendría el recuerdo tan vivido de ese 28 de diciembre del 2016.

Mi cuñado nos tomó bonitas fotos para el recuerdo, pero más que las fotos pude vivir intensamente ese día con ellos, que sin duda alguna mi celular me lo hubiera robado.

El último reto que quiero invitarlos es precisamente:

ABRAZA MÁS, CHATEA MENOS

Cuando nos veamos con amigos, familia, compartamos el momento presente que está sucediendo ante nuestros ojos el cual no se va a repetir. No se trata de no mirar el celular ni hacer show cada vez que alguien va a revisar o responder un mensaje, pero si tener prioridad a las personas que están al frente de nosotros.

Cada vez que veo a un amigo, a quien quiero mucho, lo saludo con un gran abrazo y cuando me voy a despedir lo abrazo mucho más fuerte, más intensamente y no quisiera soltarlo. Un emoticón de abrazo nunca va a reemplazar el tener la oportunidad de rodearlo con mis brazos y acercar mi corazón al suyo.

Lo que siempre digo, la vida cambia en un instante, así que aprovechemos cada segundo. Más idas a tomar un café, menos chat. Más llamada, menos mensajes. Más abrazos de verdad, menos emoticones. Simplemente, abraza más, chatea menos.

Aprovecho la oportunidad para agradecerles hacer conmigo estos retos, por leer todas mis columnas este año, por permitirme contarles parte de mi historia.

Les deseo un año 2018 lleno de salud, oportunidades y amor.

Y ojalá todo este año que comienza: Ayudemos a alguien que lo necesita, no solo por temporadas. Sorprendamos a alguien para sacarlo de la rutina. Intentemos siempre ponernos en los zapatos del otro y volvamos a lo simple, a las llamadas, a los encuentros, a los abrazos.

El verdadero sentido de nuestra vida, de nuestro mágico paso por la tierra, está en lo que hacemos por los demás.
Feliz 2018.

En Twitter: @AndreaVillate
[email protected]

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