Desde el principio me ha costado trabajo encontrar el procedimiento. Después de todo, lidiar con burocracia es tan complejo como el funcionamiento del mismo cerebro, especialmente para individuos como yo que no pertenece al sistema, pero que ha aprendido a navegar a su través y he recibido todo tipo de repercusiones, buenas y malas.
El conseguir información para mi inclusión en el próximo viaje que parte de Los Ángeles trajo disidencias de parte de ciertos funcionarios públicos en mi contra; pero algo que he aprendido dentro del viaje que llamamos vida, es confrontar adversidades con las mismas armas legales que provee el sistema: leyes.
Soy un hombre que ha estudiado los mecanismos que proveen la creación de las misma leyes (micos las llaman en Colombia, loopholes en inglés) y usarlas a mi favor; por supuesto, las que apliquen.
En el primer artículo, mencioné a la Vicecónsul y no le gustó lo que dije. Me mandó un correo electrónico con dos adjuntos (attachments): uno, el vínculo (link) de la página de la cancillería, y el otro, copia del decreto de su nombramiento. No dice más nada. Le contesté y le agradecí por mandar más munición para mi investigación sobre su nombramiento (que todavía no he terminado), y la previne de no hacer lo que hizo un cónsul anterior porque había iniciado una investigación en su contra que me había llegado de ser pederasta.
La Vicecónsul mandó un derecho de petición a quienes manejan el blog en El Espectador para que corrigiera lo que había dicho enviando solamente el correo de mi respuesta, no el de ella. Exactamente esto fue lo que dije: “Juliana no es diplomática de carrera; es más, se nota a leguas de ser cuota burocrática de alguien ya que el puesto que tiene como Vicecónsul en Los Ángeles es su primer trabajo en la Cancillería con apenas cuatro meses de experiencia como funcionaria de dicha entidad.”
Esa información la saqué de la misma página de la Cancillería; quizás son más meses en varias ocasiones, pero no mostraba una carrera diplomática, ni en el link que me mandó. Pero encontré una discrepancia a mi criterio entre la información del concurso, el decreto y lo que refleja la página de la cancillería. Esto es lo que ando estudiando todavía.
Algo más, El Espectador es claro en su “disclosure” (¿divulga?) que los escritores somos responsables por lo que escribimos. Además, el título de mi blog lo dice claramente: Mi opinión. Le sugeriría que tomara unas clases de leyes en ese sentido. Entonces, ¿qué le hizo quejarse a ellos y no a mí? ¿Tráfico de influencia? ¿Amedrentar? ¿Dónde quedó su responsabilidad como funcionaria pública? ¿Y el trato que merecemos los adultos mayores?
Mi siguiente paso fue mandar al cónsul un derecho de petición, que incluía conocer en qué estado se encontraba mi petición de ser incluido en el vuelo humanitario del 5 de junio, este próximo viernes. Me contestaron ofreciendo un cupo en ese viaje.
Estoy contento, porque al menos puedo regresar. Ahora viene la odisea de la cuarentena. De acuerdo a lo que he podido interpretar de esas mismas leyes producidas por decretos presidenciales debido a la pandemia, es que podría viajar a Barranquilla por carretera. Mi sobrino Guillermo Bustillo Avendaño se ofreció a ir manejando a recogerme, porque sabe que no tengo la plata para pagar el hotel, y no tengo familiares donde pasar la cuarentena en Bogotá. A ver qué pasa y como se desarrolla este dilema.
No lo tengo que resolver ahora mismo que estoy escribiendo este artículo. Sé cien por ciento que lo solucionaré a su debido momento, porque es parte de ese positivismo que vive en mí, y el conocimiento de ciertos procedimientos legales incluyendo denuncias en ambos países, no en una fe ciega ni en creencias de un dios inexistente.
Por el momento, la idea es de armar maletas, comenzar a despedirme de mis hijos y nietos, especialmente Catalina, mi nieta de dos años que está pegada a mí con chicle, como dice un dicho, y seguirme preparando mentalmente para el viaje del 5 de junio, con otras narraciones de la odisea pandémica creada por una burocracia partidista con leyes acumuladas en decretos con el propósito de discriminar y confundir almas vagantes dentro de espacios malignos.
Continuaré el relato en otra entrega…