El estilo narrativo de esta segunda parte está basado en una continuación de la primera entrega. Ciertos párrafos irán aumentando con información, editados, otros excluidos, pero siempre tendrá más datos y narraciones.
¿Y, qué mejor día para publicarlo, que el día de un hombre que la iglesia católica llama santo y propagó como tal, pero produjo curas sinvergüenzas como Francisco Tobón Arboleda, ex rector del Colegio San Francisco de Barranquilla?
No sé si el cura vive o no, porque contacté a la oficina del colegio, específicamente a la Secretaria General, Laura Bernal Caballero, quien como buena criminal negó darme la información que le pedí.
En mi niñez, no solo este cura, pero también otros, como Ruiz y Bedoya pasaban mucho tiempo en la casa, y eran asiduos visitantes a la finca también.
Estaba en Medellín a la edad de seis años cuando la explosión de dinamita en Cali ocurre el siete de agosto de 1956. La noticia se difundió por todos los medios incluyendo la televisión que tenía unos pocos años de funcionar en el país.
Estábamos alojados en la casa de los papás del cura en un barrio modesto que tenía los baños afuera en el patio poblado de todo tipo de plantas. Había un sendero que iba desde la parte final de la casa hasta la paredilla que servía de límite con las propiedades vecinas de la parte trasera.
Uno de esos días los familiares del cura me sacaron de la casa bajo la pretensa de ir a recoger frutas y flores del patio, pero a la mitad del camino, volteé porque había oído una voz familiar y veo las sombras de dos vestidos largos abrazándose, ella y el cura. Lo llamé por su nombre, pero fui sacado de la casa apresuradamente a la tienda de la esquina y me compraron un dulce.
¿Qué hacía la madre conmigo en Medellín? Ni la menor idea hasta que redescubro memorias de esos tiempos residiendo en gavetas ocultas por décadas, una que no pedí escudriñar pero que continúan reapareciendo. Al traerlas a la luz despertó otras, como la de que pasaba dormido casi todo el tiempo los días que siguieron causado por las pastillas especiales que me daba “y que para curarme de una gripa”.
Hace pocos meses encontré demasiada información similar relacionada con el cura porque comencé a investigar otra historia familiar; pero ahora que la analizo mejor, la versión que tenía no era la verdadera al compararla con las diferentes memorias parecidas a la que narré primero y que todavía sigo catalogando.
Las cartas no eran de la hija para el cura. Eran de la madre para el cura escritas por su hija mayor guardando el secreto de su madre, quien se lo comentó a la hermana, la extorsionadora, quien siguiendo el vivo ejemplo de su madre, tuvo una hija con Roberto Carbó, pero que toda la vida vivió con el apellido del esposo de su madre. Esta misma hija, Rosa, también tuvo un hijo degenerado a quien la Universidad del Norte le regaló (vendió) el título universitario de abogado.
En esta foto la hija no se parece tanto; pero el hijo, es igualito al cura. Y cuando publique fotos recientes de ambos – incluyendo la de los nietos del cura – el parecido es asombroso, especialmente al enfocarse en la nariz ¿Sus descendientes, se someterían a una prueba de ADN?
Desafortunadamente no tengo más fotos del cura, ya que aparece muy poco en las páginas de la historia de la comunidad franciscana en Colombia. ¿Habrá más historias del desalmado cura que una vez me tuvo entre sus piernas sobándome el día que le entregué la carta de su amante? ¡Cura miserable!
Ya ahora entiendo el porqué de las preferencias de la madre por los hijos del cura, y los desdenes en mi contra. Yo nací en el medio de los dos, y soy el prototipo físico de la unión de los Hernández Angulo, con la de los Bustillo de la rama de Kardenio Manuel. (Los Hernández son más blancos y ojos azules que los Angulo).
Ella estaba casada y en su historia de mujer, estaba viviendo el romance de su vida y a lo mejor fue su único amor aunque hubiese permanecido con el matrimonio. Eso no se analiza, se entiende y ni importa. Se trata de la doble historia de una mujer que eligió su vida y la vivió de la forma como la interpretó.
Me imagino que el esposo sabía, pero lo calló y aceptó. ¿Cómo especular ante esta situación? Su imagen propendera viril y machista de mi memoria sucumbe ante el derrumbe de la imagen paterna. Al fin y al cabo, la existencia de personas que llevan el apellido Bustillo sin serlos es común y costumbre dentro de nuestro espectro. Guillermo, que sí es hermano de padre y madre, tuvo hijos que llevan su apellido, pero no lo son. Y si se expande el círculo familiar del apellido retroactivamente, hay demasiados. Inclusive, hasta un cura, Foción Rodríguez Bustillo, quien tuvo un montón de hijos ejerciendo el sacerdocio.
¿Qué hacían los tres cuando desaparecieron como por una hora la noche que fuimos al edificio viejo del colegio dizque a mirar películas?
Como diez chancletazos en la cara y la boca en la mañana en la casa, y diez latigazos en las piernas más tarde en la finca de Juan Mina, todavía perturban en la memoria de aquel niño que existe en un rincón de la reminiscencia.
Cuatro de octubre del 2021, a la edad de setenta y un años batallo con memorias de un cura maldito franciscano que se llama o llamaba, Francisco Tobón Arbeláez.
@realtor1986