Mi Opinión

Publicado el Ben Bustillo

La facilidad de inventar un dios

En otros artículos mencioné que es imposible probar una existencia de un ser supremo a menos que se acepte por medio de una fe invisible; de igual forma, aceptar que la alternativa es evolución, requiere el grado de aceptación por medio de otra forma de dogmatizar. Ambas teorías son producto de un proceso de varios pensamientos, y sus adaptaciones son con el propósito de explotar seres humanos, ya sea mental o económicamente.

Séneca dice que el hombre es parte de una divinidad y contempla el estoicismo como un complemento del ser humano, y reconoce la existencia no de un solo dios, sino la de varios; también define al hombre por su preferencia de analizarse por lo que tiene en vez de por quien es. Además, dentro del estoicismo en sus cinco siglos de existencia no hizo promesas de otra vida después de la muerte, aunque alguna corriente pensó en una posibilidad, pero que la felicidad consistía en el disfrute de esta vida.

La creencia de dios está fusionada con religión por pensadores y filósofos como Agustín y Aquino fundamentando las consistencias del ser humano a estas creencias, al igual que Leibniz y Hegel. Y aún aquellos que criticaron su existencia, tales como Nietzsche y Hume, lidiaron también con conceptos religiosos. La Enciclopedia de Dioses (Encyclopedia of Gods) dice que la mención del nombre dios ha ocurrido por más de 60.000 años y contiene información concisa de más de 2.500 seres llamados dios.

Las influencias del cristianismo, judaísmo y el islam, incluyendo las provistas por diferentes filosofías, han contribuido y expandido de una forma u otra a la creencia de un ser supremo, incluso en pleno siglo 21, lo que me permite introducir la teoría de la escasez de extensión del proceso del pensamiento.

Usando la simple analogía de trazar una línea, su dimensión está basada en la necesidad de su aplicación al igual que el desarrollo que una idea requiere; ambas motivadas por la necesidad de una meta, que una vez sea conducida hasta el límite de comprensión, satisface la conclusión de dicha teoría. Uno de los factores que implican el confín podría ser porque se ha colmado el tema debido a la limitación del proponente, y otro, el temor de que el argumento sea definido como una locura del ponente por la dificultad de ampliar una explicación por fuera de las fes ciegas teóricas conocidas por la religión, filosofía y la ciencia.

Si el ateísmo crea una disyunción social, pensar que, si existe un ser superior, no puede ser un dios bueno sino uno malo, que ante cualquier filosofía o religión condenaría a sus pensadores; y si preferimos especular que la existencia del ser humano ha sido por creación, no queda otra alternativa por concluir que la fuerza negativa (satanás) es mucho más influyente que la positiva (dios). No se trata de adorar a satanás; se trata de abrir la posibilidad de reconocer el error del ser humano de preferir la existencia de la fuerza positiva como motor de la sociedad. Una simple mirada alrededor comprobaría la imposibilidad de la existencia de uno o varios dioses buenos.

Tampoco se trata de negar la lucha existencial de proceder de la forma definida como buena ni del balance que intentamos seguir entre el uno y el otro que satisfaga al individualismo de una incursión dentro del nivel socio-económico al que pretendemos pertenecer.

Sin embargo, hay que notar que ambas fuerzas (positivismo y negativismo), son incapaces de desarrollar un poder absoluto sobre la humanidad, ya que el ser humano posee internamente esas mismas corrientes obstaculizando un control total.

Si escogemos ser gobernados y explotados por corrientes de seres humanos especializados en consecución de bienes para su propio gozo, a pesar de que vivimos en la era de la tecnología e información accesible al nivel educativo que poseemos, toca ultimar que, por asimilación, preferimos identificarnos solo con lo que vemos porque es más fácil la adaptación, que dejar correr libre un proceso del pensamiento agrupándonos dentro de los tantos ámbitos filosóficos o religiosos.

El temor a lo desconocido y de extender el proceso del pensamiento, nos lleva a la preferencia de inventar a un dios; pero la verdad es, que es pavor lo que ha hecho al ser humano escoger al equivocado. La lucha interna entre el positivismo y negativismo ha impedido el desarrollo o evolución de la inteligencia del hombre que permita un discernimiento más conceptual; por eso preferimos inventar uno o varios dioses en esta sociedad panteísta.

 

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