Hubiese sido su setenta y tres cumpleaños. Yo creo que él sabía que el cura era su papá y que su mamá le tenía un mejor cariño que al resto de sus hijos excluyendo a la hija del cura.
Cuatro disparos, uno en el ojo izquierdo, otro en uno de sus pómulos, otro en la nariz y el último en el cuello. Dos o tres días después de su muerte, esta visión me llegó de él: «nojoda, me mataron» y escuché en esa visión los cuatro disparos mientras estaba medio durmiendo una siesta mirando un canal de televisión que pasaba un programa de un vidente hablando precisamente sobre el asesinato de un hermano de uno de los presentes.
Lo mató o Jorge 40, Rodrigo Tovar Pupo, o su gente porque él lo ordenó.
Ironías de la vida de como la misma vida se cobra sus deudas. Lizardo muerto, Jorge 40 en la cárcel palacial colombiana debido a su rasgo preferencial de prisionero. Después de todo, está bien apadrinado por los reyes de la política costeña quienes continúan lavando su dinero, o siendo sus testaferros.
Y precisamente dentro de esas paradojas, al hijo del cura lo molestó sexualmente (no sé qué pasó exactamente) el cura Samuel del Colegio Sagrado Corazón. Cual era el fanatismo que tenían con los curas los dos, (papá y mamá) es ahora, muchos años después de haberse visto ese entonces con ojos de niño y analizarlo ahora de adulto, impresionante.
Cuando se descubrió la historia del cura del San Francisco nos sacaron a los tres hermanos varones de ese colegio y nos matricularon en el Sagrado Corazón, y el destape de ambos casos sucede en el transcurso de menos de un año.
Del Sagrado Corazón, a los dos mayores los matricularon en un colegio bogotano, y yo fui a parar al Instituto o Colegio Pestalozzi de Alberto Assa, al lado del colegio Barranquilla y la Universidad del Atlántico.
La muerte se produce, según hechos relatados por Rosa (hermana,) Celia, (madre) y Fabiola, su viuda, con sucesos fragmentados e imprecisos, pero suficiente para decir que lo mata Jorge 40 porque le reclamó el robo que hicieron en la finca de Lizardo y Fabiola de más de trescientas reses (el número exacto no lo sé; uso el número que dejó mi padre cuando murió en el año 1972,) que eran las que Celia se había robado de esa sucesión.
Pero lo que tengo entendido es que el problema de Jorge 40 no era con Lizardo, sino con Fabiola, su esposa, porque uno de sus hermanos pertenecía a una banda de paramilitares contrarios a él. Lizardo no la dejó ir y fue él en su reemplazo. Cuatro tiros en la cara lo asesinaron y su sacrificio fue en vano, porque al año o dos, la mataron a ella también.
Dentro de los procesos legales que ando desarrollando se encuentra el de abrir la sucesión de Celia para incluir ese ganado, lo mismo que las tierras que los Lustgarten han usurpado por décadas, igual con los sucesores de Tatekawa.
Además, reabriré la sucesión de bustillito, y todas las subsecuentes, como las de los Lustgarten, Tatekawa y la de los hijos del cura.
Aunque el dinero es un factor, no es el primario. Mi familia no es ajena a las peleas familiares por herencias. Cuando murió mi abuelo Kardenio Manuel, bustillito y las hermanas con sus maridos pelearon hasta destruir lo poco que había de familiaridad. Es más, los cuñados, Juan Luis Serge, «Makario» Angulo, Antonio Sierra, y el «cachaco» Vásquez, secuestraron a Kardenio Manuel, mi abuelo, para hacerle firmar un testamento falso; la verdad es que dejó dinero suficiente cuando murió, y le dio a los hijos un montón también cuando murió su esposa.
El hijo del cura y yo nunca aprendimos a ser amigos ni de niños y menos por mi mudanza a Los Ángeles. Sin embargo, su asesinato y descubrir a esta edad que era hijo del cura, me afectó. Cuando murió, le escribí un poema. Aquí les va otra vez:
Adiós a un hermano
Un adiós que nunca se dijo,
el que la vida simula enseñar,
uno que con un abrazo se dice,
pero nunca se aprende a dar.
El mejor de tus hermanos nunca fui,
ni siquiera tu amigo aprendí a ser,
pero no es cruz que se carga con pena,
el peso es, cómo te fuiste, sin aprender a decir adiós…
La muerte es un don de vida,
y enfrentarla en su medida,
con valor palabras dicen,
sin saber que el vacío es fuerte,
de un espacio nunca lleno,
de una imagen, que siempre fue.
Esa imagen que aunque lejos
y algunas veces con desidias criticábamos tus vecinos
al reprimirte de gustos del sistema,
y aún también privando a tus hijos del sabor,
y te fijas? En cierta forma, teníamos razón.
Es cierto que la vida a su paso te mostró
un sentido que tu sistema acomodó,
entendiste del trabajo y del ahorro
que con tesón y gotas de sudor,
debía pasar a una nueva generación.
Tu visión un eco a su paso encontró,
y caminaron mano a mano su sendero,
el filo de una montaña sin horizonte,
que en un recodo de los tiempos,
al acecho de los males del camino
los esperaba, como un animal encarnecido,
de la rabia, del celo y del despecho,
y como nada, las vidas se llevó…
El toro se enfrenta cara a cara,
es frase que repito con frecuencia,
te imagino con coraje confrontando,
los capones que sin chance maniobraron,
el robarte unos pesos de tus arcas,
y sin bastarle a los bandidos,
con pánico a lo desconocido,
los cobardes, entre varios, tu vida arrebató…
Disfrazados con mensajes de patriotas,
predican buscar el bien común,
con máscaras, sobrenombres, y sin rostros,
masacres, asesinatos, robos y secuestros,
drogas, alcohol y escondida una buena vida,
los bastardos no son más que líchigos escariosos
serviles de pasados oligarcas sin pan del presupuesto,
que cansados de repartir sin recibir,
tomaron el puesto de sus jefes marchitados.
Al buscar en mi memoria un poco olvidadiza,
recuerdos que me permitan definir,
si pensabas en un cielo al concluir
tu jornada cuando terminada,
imaginé a la gente en tu funeral que no quise ir,
deseándote, descansar en paz…
¿Descansar en paz?…
Con qué coraje se atreven mencionar,
los que dicen conocerte,
si yo, con lo poco que sabía me atrevo asegurar,
que de tu pecho fallecido un rugido enardecido,
clama por una voz que estremecida,
hable, diga y actúe con vehemencia,
que mire y vele que la verdad sea conocida.
Si fuese cierto que el cielo existiese,
si fuese cierto que creyente eras,
una oración mi pecho hoy te dice,
descansa y desde allá, guía tus mochuelos…