Mi Opinión

Publicado el Ben Bustillo

COVID-19, ¿religión, ciencia o reacción del planeta tierra?

El concepto religioso está institucionalizado desde nuestro nacimiento y se cimenta dependiendo de nuestro crecimiento dentro del ámbito disponible. Los extremos, son fomentados en el principio de una vida por el fanatismo de padres educados o sin educación, y crecen o desaparecen con la evolución individual, dependiendo de temores absorbidos de acuerdo con experiencias vividas.

Los factores externos del sistema ayudan a incrementar confusiones a las interpretaciones de hechos que son utilizados por todas la religiones para presionar un pavor justificatorio de las creencias que forman la base conceptual de sus teorías.

Todas la religiones están sustentadas en escrituras de una o varias personas con interpretaciones que se han modificado a través del tiempo y traducciones, y lo peor, la exégesis personal usada por pastores, sacerdotes o líderes religiosos. Lo esencial del cuestionamiento, continúa siendo parte del oscurantismo en que vivimos y la preferencia de escoger una definición que acomode nuestras incertidumbres.

Cuando acontecen fenómenos como el que vivimos actualmente con el virus COVID-19 donde la ciencia desconoce su origen, progreso y remedios, entra a jugar el rol de especulaciones con maleficios atribuidos al comportamiento afuera de conceptos científicos creados por la falta de conocimiento afianzado en conceptos y definiciones religiosos. Especialmente, porque no se puede definir la aparición de estos fenómenos con una lógica creíble; y el método más fácil de aceptar es el que proviene de una creencia por fe.

El término religión es en sí la formación de un distrito que permite coexistencia con sectores ajenos a su definida creencia porque son aceptables, y por la imposibilidad de eliminar un objetivo práctico.

Interpretaciones del fin del mundo son analizadas por creencias sin una razón fundamental lógica y porque es la única avenida para continuar la explotación de aquellos que difieren el proceso de pensar; es simplemente, dicen, el fin de una vida, el final del sistema, batallas de dioses, ciclos de eras, llegada de mesías, destrucción total, paralelismos, resurrección, reencarnación, vida en otros planetas y otro cúmulo de diversidades reconocidas por órdenes sociales o religiosas.

Y toda manuscrito estudiado refleja un mensaje con diferentes palabras previniendo a sus seguidores con señales de la llegada de ese fin esperado al no poder recibir los beneficios que otros recibieron promulgados por explotaciones económicas, políticas o religiosas. Uno de los vaticinios se refiere a cambios sociales dentro de sistemas establecidos, guerras, fenómenos naturales, como lo que se vive actualmente.

Al analizar el panorama mundial encontramos varias señales que esos organismos explotadores utilizan para atesorar feligreses: guerras, líderes proclamando ser los mesías o regeneradores del sistema, enfermedades, cambios climáticos, hambruna, mercado de sexo y explotación infantil, en fin, demasiadas señales, de acuerdo con sus enseñanzas. ¿Pero, son todos estos cambios nuevos en la vida humana? ¿Cuántas veces han aparecido en el transcurso evolutivo del hombre? La historia, sin recurrir a las fantasías religiosas promulgadas por libros como la Biblia, relata que estos fenómenos son frecuentes. El origen de las enfermedades contagiosas proviene desde los tiempos en que el hombre se congregó para sobrevivir formando grupos de cacerías, y el contagio, al concentrarse en la vida agraria.

De acuerdo con History.com, la primera epidemia que se conoce ocurrió en 430 B.C. en Atenas durante la Guerra del Peloponeso, contagiando a Egipto, Libia, y Etiopía, muriendo dos tercios de la población. Aunque no hay suficiente información para decir que hubo señales antes de la guerra, dos elementos existieron conjuntamente: guerra y epidemia. Pero no se acabó el mundo, y la vida humana continuó evolucionando.

En la era 165 A.D., la peste de Antonina, 250 A.D., la plaga Cipriana, 541 A.D., plaga Justiniana, la lepra en el siglo XI, la muerte negra en 1.350, el intercambio colombino en 1.492, la gran peste de Londres en 1.665, y sucesivamente pandémicos eventos sucedieron hasta este momento que vivimos.

La biblia y otros libros religiosos mencionan que la plagas o pestes son producto del mal comportamiento moral del hombre, y que no discrimina entre la pobreza o riqueza de estos seres, porque todos somos merecedores el castigo. ¿Y qué dice la ciencia? ¿Es más creíble que el tema religioso? O requiere también mucho de una fe insostenible. En sí, cualquier teoría científica está basada en estudios establecidos en variaciones del tema manipulable por un ser humano que cree en el final de una recomendación teórica, pero que puede estar equivocada. Si profundizamos en algunos temarios, científicos concluyen con aprobaciones y desaprobaciones sobre la discusión. En otras palabras, los resultados no son consensuales, y las corrientes de ese pensamiento se adoptan como doctrinas personales.

El miedo a pensar o desarrollar esa capacidad cerebral que poseemos nos impide una ampliada visión a formular y desarrollar amplios conceptos. Yo no tengo ese pavor, y me ayuda a despojar la vestidura religiosa fundamentada en los primeros años de mi vida asistiendo la formación de una opinión: la mía desarrollada con lo mucho o poco estudiado provisto por la vida. Pero a lo mejor, esto ha sido visto o estudiado por otros concluyendo a una posición similar ante una definición de lo que ocurre y vivimos actualmente:

¿Será posible que el planeta tierra tenga su propia forma de protestar del abuso que el ser humano tiene sobre ella? Le sacamos el petróleo, diamantes, carbón, gas natural y los tantos miles de productos con que nos sustentamos vanidades y necesidades que creemos son indispensable para nuestra supervivencia. ¿Cómo se podría negar la posibilidad de que sea una reacción de protesta y elabore sistemas de recomposición eliminando saturaciones que impidan su subsistencia?

Al no haber desarrollado suficientemente las capacidades cerebrales el ser humano, este no ha podido evolucionar otro camino que no sea el de su propia destrucción. Pero entre escoger un oscurantismo fanático religioso, una ignorancia causada por una ciencia acomodada a principios inmateriales, o a un procedimiento ignaro desarrollado por uno mismo hasta que llegue el momento y único mecanismo capaz de darnos la verdad total y absoluta, ¡la muerte!, escojo este último. Al fin y al cabo, es mi opinión.

 

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