Mi Opinión

Publicado el Ben Bustillo

Carrera 66 Calle 81, Barrio Paraíso, años sesenta y pico…

 

 

Después que mis padres vendieron la casa sobre la calle setenta en el Barrio Delicias con la carrera 40, nos mudamos al Barrio Paraíso en la carrera 65 con la calle 79. Con ínfulas de “buen” jugador de fútbol recién llegué presentando esa imagen a un grupo de vecinos de mi edad. Para el segundo juego, ya no me escogieron de primero si no de último porque en un partido salí pateando el balón hacia la portería de mi equipo. ¡Solo por eso!

Al principio en esa cuadra nos reuníamos un grupo pequeño variado en edades, donde las historias se remontan a jugar en los campos de golf del Country Club, incluyendo el disparo de una pistola tipo plumero que casi termina en el cuerpo de uno de los amigos. Una vez, la policía nos agarró en la noche a Ricardo Barrios con Magaly y a mí con Doris, dos hermanas que vivían pegado a un lote del Batallón Nariño donde los soldados tenían una hortaliza. Todavía recuerdo la cara nerviosa de Bustillito (mi padre) cuando me vio bajar del carro de la policía, pero en vez de regañarme, me miró con esa cara de orgullo machista una vez el agente de la policía le refirió la causa del supuesto arresto; creo que tenía como 12 años.

Los amigos en esa época estaban reducidos a Jairo González, Hermann y Erick Van Heil (no sé si está escrito correctamente), otro esporádico llamado Carlos (no recuerdo el apellido), los hermanos Julio y Jairo Carrillo, quienes eran los compañeros para cocinar sancochos en los lotes baldíos de Cemento Caribe, jugar baseball, bola de trapo y a veces nos íbamos a la finca.

Al entrar en la edad de las novias oficiales, comencé a andar con Gabriel Apreza, Roberto Mario Garrido, Germán Vengoechea, Alberto Montoya, Sergio Correa, Jaime Arévalo (su hermano Carlos, el “Mono”, era menor, pero hicimos amistad en Los Ángeles a finales de los ochenta), Sergio Correa, y Tito Soto. La cuadra donde vivían las amigas o novias, sobre la carrera 66, se encontraban Lucy Peña, sus hermanas, pero menores a la mayoría de nosotros, las Gamba, la Pocha de Castro, Gloria Noreña (quien también tenía hermanas menores y viven actualmente en Estados Unidos). Las visitas cotidianas eran casi a diario, las fiestas regulares en navidad y carnavales hicieron parte de capítulos con diferentes versiones ya que la memoria selectiva escogía lo que nos impactó individualmente.

En la cuadra también vivían Jairo, Dorian y un hermano menor que no sé su nombre, pero ellos andaban en otro grupo de amigos, Jairo con Memo Lafaurie y otros amigos, y Dorian en ese tiempo jugaba en un equipo de basquetbol; ocasionalmente hacían parte del grupo visitante.

Mi salida del grupo ocurrió en el año 1969 cuando me casé con Gloria Puche. Este es uno de los episodios que marcó mi vida quizás para complementar quien soy ahora. Gloria primeramente fue novia de Rafael Madero, luego tuvimos un romance corto, luego ella se ennovió con Jairo Martínez, terminó con él y nos casamos ese año. Pero mi novia oficial era la Pocha, y cuando desperté de esa pesadilla me di cuenta del error que había cometido. Casarme con Gloria fue como adquirir un premio de la lotería, ya que ella era considerada como una de las mujeres más bonitas del barrio Paraíso.

Pero unos meses antes de ese suceso mi familia andaba haciendo planes de trasladarnos a Bogotá, ya que mis dos hermanos mayores, Guillermo y Lizardo, estudiaban carreras universitarias allá. Yo no quería mudarme y comencé a hacer otros planes con la Pocha. Hablamos con Carmen Pérez y nos consiguió un cura para casarnos, en la época que hubo una racha de matrimonios: Jairo Martínez con una muchacha que no recuerdo su nombre, María Eugenia Lafaurie con un muchacho de apellido Lozada, y Beatriz de Castro con Guillermo Lafaurie. El mío con la Pocha, no sucedió; y de acuerdo con su memoria ella se arrepintió, y de acuerdo con la mía, fui yo.

Pero el drama que siguió después de mi matrimonio con Gloria por los siguientes seis meses fue desesperante hasta que terminé ese matrimonio y traté de seguir la misma vida anterior. Durante ese tiempo me vi un par de veces con la Pocha, pero para ella fue más fácil rehacer su vida.

La vida cotidiana de la carrera 66 continuó sin mí dando paso a generaciones más jóvenes; después de todo yo fui un visitante esporádico y los demás residentes de tiempo completo; pero fue una faceta que impactó a muchos de nosotros permaneciendo en la memoria hasta estos días, aunque algunos deseen eliminarlas con la indiferencia como si no hubiesen existido.

EL tiempo  pasó y cada quien se encaminó en lo que la vida trajo a cada quien; a mí, me trasladó a California, Lucy Peña todavía permanece en la misma casa, y su hermana Elcy vive en Santa Marta; los Pérez se fueron uno a uno dejando solamente a las dos hermanas menores; los Arévalo, Jaime en Bogotá, Carlos en Cali, y Martha en Miami; de Sergio Correa no supe más, igual suerte pasó con Tito Soto, aunque Carlos lo miró una vez en New York, pero se hizo el desentendido. Con Gabriel Apreza, quien continúa viviendo en la misma casa de la carrera 64 hasta el año 2011 que fue la última vez que lo vi; sé que se casó con una muchacha cartagenera y que tuvo varios hijos.

Los mellizos Rodríguez, Javier y Jairo, (Jairo siempre se comportó como el mayor entre los dos, y Javier asumió el papel de segundo); Jairo en New Jersey y Javier vive en Barranquilla. Javier se graduó en arquitectura además de ser Capitán de Corbeta de la Reserva de la Armada de Colombia. Ambos con hijos y nietos.

De la familia Gamba, dispersa también en varias ciudades de Colombia, Estados Unidos y España, se multiplicaron de acuerdo con Néstor, uno de los hermanos menores.

Cuando abrí un grupo en Facebook con las personas que tengo en mi página, se sumaron otros de generaciones más jóvenes que la mía, de los cuales, con el mayor respeto, tengo muy poco conocimiento; reitero, yo era un visitante de la cuadra, ellos los residentes, por lo que tienen más historias que compartieron.

Finalizando esta página de relatos, decido que es mejor entregar la dirección del grupo de Facebook a uno de los ocupantes de la cuadra con un cariño igual – y que ojalá perdure entre ellos – como el manifestado al ingresar al grupo; además, agradecerle a todos con quien comparto recuerdos de otras épocas en nuestras vidas. Yo, como con casi en todos los aspectos de mi vida, continúo el viaje emprendido sin saber a ciencia cierta su rumbo sabiendo que debo permanecer en constante movimiento, ya que no ha llegado el momento de estacionarme en una época o sistema que encuentro difícil de comprender en su totalidad; para mí, es más complejo de lo que aparenta ser. So long friends, I hope we can meet again one of these days and say in person a forever goodbye…

Comentarios