El 25 de noviembre de 2022 se rememoran 62 años del asesinato de las activistas políticas Minerva, María Teresa y Patria Mirabal, conocidas también como las hermanas Mirabal o “Las Mariposas”. Su muerte fue uno de los injustos y crueles crímenes cometidos en la dictadura de Rafael Trujillo en República Dominicana. Por este motivo, cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer, fecha en que diversos colectivos y/o personas afines a las causas feministas alzan su voz de rechazo contra todas las clases de violencia que aún persisten.
En este contexto, siendo noviembre un mes de lucha feminista, y aprovechando la reciente publicación de los capítulos del Informe final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición; quisiera socializar una reflexión sobre los relatos narrados en el capítulo ‘Mi cuerpo es la verdad’. Es importante comprender la lucha histórica de las mujeres por la defensa de sus derechos territoriales, y en estos capítulos se evidencian testimonios de las violencias sistemáticas en contra de lo femenino. Además, permite analizar las formas de resistencia y reivindicación propuestas por procesos organizativos de mujeres rurales.
Para comenzar, los años ochenta fueron la cúspide del narcotráfico, lo que facilitó que la violencia se intensificara y se debilitara el poder y la presencia del Estado en varias zonas del país. En la misma época, crecieron los movimientos sociales cuyo lema era “La tierra para quien la trabaja”, se incrementó la producción académica elaborada por mujeres y se multiplicaron las organizaciones urbanas y rurales lideradas por mujeres. Tal es el caso de la Asociación de Familiares de Detenidos y Desaparecidos Vamos Mujer, Casa de la Mujer, Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Indígenas y Negras de Colombia, Fundación Mujer y Futuro, entre otras.
En cuanto a la lucha de las mujeres campesinas que defendían los derechos territoriales en el siglo XX, se destaca la fundación de la Sociedad de Obreras de la Redención de la Mujer en la costa Atlántica, la Asociación Democrática de Mujeres Colombianas y la Unión de Mujeres Demócratas de Colombia. De igual manera, la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) contó con la participación de las mujeres en la recuperación de tierras en 1970 y años siguientes.
Luego, en la década de 1980 nació la Política para la Mujer Rural, que incentivó el aumento y fortalecimiento de las organizaciones. En 1986, se creó la Asociación de Amas de Casa Rurales (AMAR) que hizo presencia en el norte del país y representaba la línea de las mujeres en la ANUC por la defensa del derecho a la tierra la cuales fueron gravemente violentadas, muchas de ellas resistiéndose a abandonar sus hogares y otras sin más remedio que el exilio.
La defensa del territorio desde la cotidianidad individual, colectiva y familiar es un acto de resistencia al tomar la decisión de quedarse en el territorio a pesar de la guerra, recuperar saberes ancestrales y tradicionales desde el territorio o llevar su territorio a donde quiera que debe llegar.
Así las cosas, la Comisión de la Verdad identificó estrategias de resistencia mediante la siembra para recuperar saberes, como la siembra. En uno de los relatos de dicha experiencia, Viviana contó que:
“(…) Estuvimos en el Corregimiento 8 del municipio de Buenaventura. Hicimos mucha siembra. Le enseñamos a la gente cómo sembrar y la sacamos de las tiendas. Les decíamos: “Ustedes siembran y ya no tienen que comprar, sino que comen de lo que sembramos”. Creé una organización de medio ambiente, enseñándoles a las personas a cultivar (…)
Yendo más allá del informe y complementando con unos de los problemas actuales que es la hambruna, vemos como diversas organizaciones como el Coordinador Nacional Agrario reafirman que el feminismo campesino y popular que los caracteriza nace de la lucha contra el imperialismo, colonialismo y patriarcado que se refleja en la megaminería al agronegocio, en la política de muerte y en el despojo contra las mujeres y los pueblos. Igualmente, en la Declaración Política de La Vía Campesina y del Comité Internacional de Planificación se propone como alternativa para fortalecer la soberanía alimentaria a través de la agricultura campesina local y nacional, concretar una base estable para una producción de alimentos relocalizada y garantizar el apoyo a los mercados liderados por campesinas locales.
Una colectividad que pone en práctica dicho fortalecimiento de la soberanía alimentaria y la estructuración de encadenamientos productivos de la economía campesina con equidad perspectiva de género y armonía con la naturaleza es la Asociación Red Social de Familias Lorenceñas “Las Gaviotas” – CIMA.
Es escalofriante como pasa el tiempo y vemos que las conductas patriarcales se ajustan a los cambios científicos y tecnológicos, a toda clase de gobiernos, líderes y banderas. Al mismo tiempo, es innegable reconocer el valioso protagonismo social, cultural, político y personal que las mujeres han adquirido, como una fuerza transformadora a través de diversos procesos de movilización, organización, acción colectiva y autogestión, siendo un claro ejemplo la trayectoria de las organizaciones de mujeres campesinas.
Es así como las juntanzas organizativas que vimos en el informe de la Comisión de la Verdad y las organizaciones que se fortifican en la actualidad es el camino que debe seguir transitando para que se generen relaciones de género basadas en la igualdad y el respeto entre las personas que viven en el campo y un camino fundamental para cesar cada vez más las violencias contra las mujeres que resisten, se organizan y luchas por sus territorios y bienestar local.