Con los pies en la tierra

Publicado el Observatorio de Tierras

Hay mucha tela para cortar

Por: Valeria Parra González

Nota. Esta columna se realizó de la mano de la activista feminista de la región del Sumapaz, Katerin Rodríguez, quien ha trabajado con la organización Tierra Libre en Fusagasugá.

Desde su reconocimiento, el día internacional de la mujer ha tenido repercusiones a nivel global. Su conmemoración cada 8 de marzo ha implicado no solo la reivindicación de derechos humanos fundamentales y sociales, sino también la evocación de la mujer como sujeta activa en los cambios y transformaciones sociales. En Colombia, su participación como actora constructora de paz ha sido fundamental y para nada una cuestión accesoria. La conformación de redes y plataformas como la Ruta pacífica de las mujeres, que desde comienzos del milenio optó por la construcción de paz territorial y la defensa de los derechos humanos, es un ejemplo de este hecho.

Es cierto que el campo se ven ciertos roles femeninos y masculinos fuertemente marcados y en ocasiones el patriarcalismo es masivo. La constante de que las mujeres se dedican exclusivamente a las labores domésticas y del cuidado; frente al esposo que va a labrar el campo es una cuestión importante acá pues en muchas ocasiones lo que produce esto es la minimización del trabajo de las mujeres. De igual forma, se vuelve una barrera grande la independencia de las mujeres en términos económicos y también les termina limitando otros aspectos de la vida social y política que viven en el campo.

Entonces es necesario preguntarse quiénes y de qué manera están construyendo la paz en los territorios rurales con ese importantísimo enfoque de género consignado en el Acuerdo. En concreto, las mujeres están haciendo lo que han hecho siempre: batallar contra un modelo guerrerista que les arrebata la vida de muchas formas; buscar mejores condiciones de vida para sus familias y comunidades; y reivindicar sus derechos como mujeres organizadas en un entorno que aún les es hostil.  De por sí en este país hay una desigualdad enorme en términos de servicios sociales entre el campo y la ciudad; pero lo es más aun para las mujeres rurales. Hoy en día, vemos mayor cantidad de recursos, proyectos e información para que estas organizaciones de mujeres puedan desarrollarse; sin embargo, no hay que invisibilizar lo que otras mujeres han hecho incluso antes de que el Acuerdo se firmara.

Nos preguntamos por los retos del futuro; y por supuesto por las juventudes rurales y su papel en este desafío. Una de las banderas principales de las jóvenes rurales en Colombia es apostarle precisamente al empoderamiento económico a partir del acceso a la educación y a la formación íntegra en diferentes áreas. Esto no solo implica independencia monetaria, sino que involucra mayor participación política en los territorios por parte de las mujeres y trasladar ese desarrollo en términos de género a otros escenarios; pues se termina sensibilizando por el rol de la mujer rural en la sociedad en general.

A pesar de los importantes avances en términos de género que trajo el Acuerdo de Paz, no todo es color de rosa. Según el último censo agropecuario, del total de la tenencia de la tierra, las mujeres propietarias tienen tan solo el 9.5% del área censada y el 78% de ellas poseen menos de 5 hectáreas. Paralelamente, frente a la toma de decisiones en el hogar, la idea de que “las mujeres no hacen nada” hace que pierdan no solo empoderamiento económico sino también político dentro de sus hogares.  De ahí la importancia que hay en desvincular esos roles y estereotipos y sensibilizar el tema de género con las familias completas.

Como dice Katherin Rodríguez: aún hay mucha tela para cortar. El trabajo de las mujeres rurales es invisible y cada vez es necesario entrever la importancia que ellas no solo en el ámbito doméstico sino también frente al cuidado del ambiente, de la economía familiar, incluso del mismo cuidado. Así la organización, la educación y el empoderamiento económico desde una perspectiva de género y familiar, son la base para construir la paz en los territorios y aunque se han mejorado las condiciones de vida particulares de la mujer rural, todavía falta trabajar en este aspecto a lo largo y ancho del país.

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