Por: Carolina Crosby Jiménez
Desde que el conocido virus llegó a Colombia, el gobierno ha centrado su interés en tratar de evitar su propagación a toda costa. Se tomaron medidas nacionales y el interés público se centró en este virus, los infectados y las, hasta ahora, 3 muertes que ha causado. Sin embargo ¿qué está pasando en los territorios que no son noticia por el coronavirus?
En Colombia existe otro virus que lleva más de 50 años y que se ha llevado más vidas que el COVID-19: el narcotráfico. A pesar de los esfuerzos que han tenido los distintos gobiernos por tratar de ganar una guerra de más de medio siglo, son siempre las comunidades rurales, que se encuentran en medio de las rutas de comercio del narcotráfico, las que se ven directamente afectadas por la violencia generada por parte de distintos grupos armados: asesinan a los líderes sociales, desplazan comunidades enteras, masacran a la población, tachan a las personas de colaborar con otros grupos armados y las amenazan, y más… la lucha por el territorio se volvió una cuestión de vida o muerte.
Y es que esta última semana ha sido una semana de terror para las comunidades. El fin de semana del 14 de marzo las Autodefensas Gaitanistas de Colombia decapitaron a 5 personas en el alto Baudó para generar terror y han desplazado a cerca de 2700 personas; entre el 19 y el 20 de marzo asesinaron a balazos, en menos de 24 horas, a tres líderes sociales: Marco Rivadeneira en Putumayo, Ivo Humberto Bracamonte Quiroz en Santander y Ángel Ovidio Quintero en Antioquia; y como si fuera poco, el lunes 23 de marzo, el gobierno, completamente ausente en estos territorios, inició una jornada de fumigación usando glifosato con bombas de aspersión en Puerto Asís, Putumayo.
A todo esto sumemos el cierre masivo que anunció el 18 de marzo el Grupo Semana de medios como Semana Sostenible, Semana Rural y Revista Arcadia, entre otros. No solo están tratando de silenciar a las comunidades desde sus territorios, sino que los pocos medios que tratan los temas rurales y del campesinado son silenciados desde sus redacciones. ¿Qué significa dejar de emitir contenidos en estos medios?
Recordemos que, por lo menos estos 3 medios que mencioné, eran algo así como la línea “independiente” del Grupo Semana. Muchas de las publicaciones iban dirigidas a investigaciones en temas de paz y reconciliación, denuncias de lo que ocurre en los Parques Nacionales Naturales y distintos contenidos que no solemos ver en la línea editorial de la Revista Semana o en la Revista Dinero (que son las únicas que seguirán en circulación según el comunicado emitido por el Grupo Semana).
Es evidente que estos temas le van a hacer falta al país entero, no solo porque la falta de información sobre lo que ocurre fuera de las capitales es una debilidad para poder formular políticas públicas que resulten eficientes, sino porque medios como Semana Rural, por ejemplo, cumplían una labor significativa con las comunidades ya que era un medio con alcance nacional; era el medio comunicativo de lo que lo ocurría en los municipios y lo llevaba a todo el territorio nacional.
En definitiva, las comunidades rurales están abandonadas y con un virus que el gobierno no ha sabido combatir. En lugar de darles voz y apoyo, les están quitando los pocos medios que tienen para hacerse oír. Ya no es solamente una guerra entre los grupos armados en el territorio por quién tiene el poder, ni el asesinato, por parte de los mismos, para callar a sus líderes. La presión de silencio ahora viene desde diferentes poderes que manejan sus propios intereses.
Con todo esto, el problema para las comunidades que no son foco de atención por el COVID-19 no es solo que los grupos armados sigan asesinando y desplazando a quien les estorbe o se cruce en su camino al narcotráfico, sino que el gobierno les incumpla lo pactado dejándolas a la deriva, y que, además, las ataque en su esfuerzo -fallido- de acabar a toda costa con el negocio de las drogas y los cultivos de coca. Para rematar, uno de los medios con más poder de alcance en el país, les cierra una de sus pocas puertas de comunicación y las silencia.
No hay garantías, pero sí abandono, para la ruralidad del país.