Desde meses atrás se habla de un cambio de ministros en el Gobierno Petro que permita un supuesto aire, sin que hasta el momento este se haya dado.

Al respeto, creo que de nada va a servir el relevo mientras el líder del Gobierno Nacional, es decir, el presidente de la república, no cambie de actitud y siga sin entender que la realidad de lo que ocurre a su alrededor es muy diferente al mundo que se imagina.

De nada va a servir que lleguen otras personas a ocupar los cargos de ministros, mientras Gustavo Petro no dialogue a diario con ellos, no conteste sus llamadas ni mensajes, ni les escuche y reoriente el camino de acuerdo a lo que indique la realidad.

El presidente debe entender que una política pública no se hace realidad con la sola orden, que para que esta se haga efectiva requiere de unas condiciones, de crear un panorama favorable, pero sobre todo de establecer acuerdos con los actores en el terreno. De lo contrario, Colombia seguirá perdiendo y los ministros del gabinete seguirán quemándose en el intento por hacer las cosas como el primer mandatario las ve en su mundo.

Es una pena que la ministra del Deporte, Astrid Rodríguez, deba ser la paganini por la pérdida de los Juegos Panamericanos, cuando todos sabemos que estos no eran del agrado de Gustavo Petro, por eso no resulta extraño que los ministerios de Hacienda y Deporte no hayan hecho lo que correspondía para efectuar los pagos.

Lo que el primer mandatario no alcanzo a imaginar es lo mal que le saldría el capricho y el costo que este tendría para el país.

Tampoco es un secreto que el presidente de la república es el responsable de todo lo que ha ocurrido con la licitación de los pasaportes porque no quiere que este proceso se haga con un solo proponente, así la norma lo permita. Su ministro de Relaciones Exteriores, Álvaro Leyva, debe obedecer, aun con el costo de una sanción disciplinaria por parte de la Procuraduría.

Que alrededor de este proceso se hayan presentado hechos como temas de posible maltrato laboral por parte del Canciller, sumado a la supuesta intromisión del hijo del ministro en temas de la entidad, es otro asunto que se debe investigar y establecer si es o no, pero, esto es harina de otro costal.

Lo que no es posible es que se hable de maltrato laboral en el Gobierno del Cambio que se supone tiene un componente fuerte de aplicación y respeto por los derechos humanos, y es por esto que el primer mandatario debe escuchar más a las posibles víctimas, en lugar de hacerse al lado del posible victimario.

En el caso de lo que tiene que ver con la ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica, a quien el primer mandatario jaló las orejas por no tener adelantado el proceso de compra de tierras, Petro debería tener claro que, en algo como esto, una cosa son los tiempos del Estado que se deben cumplir y otra los tiempos con los que el presidente cree que se deben cumplir las tareas.

Llevar a cabo procesos relacionados con el agro son asuntos muy complejos que no se hacen de la noche a la mañana y al parecer, Gustavo Petro, parece no entenderlo y se muestra dispuesto a quemar a la ministra, por no hacer en un año lo que el Estado en su conjunto debió hacer en más de 20 años.

Nadie dice que las ideas y propuestas de Gustavo Petro sean malas, pueden tener mucho de lo que las comunidades vulnerables, que no son precisamente una minoría en Colombia, están pidiendo, el tema es que para llevarlas a cabo es necesario abrir el camino, y es lo que se debe hacer porque son temas tan complejos que no se hacen realidad de la noche a la mañana.

Por supuesto, es necesario que el presidente, Gustavo Petro, salga de su mundo, entre en la realidad y acompañe a los ministros en el cumplimiento de las tareas que les asigne, les escuche, oriente y reoriente el camino, en lugar de pretender meterlos en el asador para que estos se quemen en el intento de hacer lo que a él se le ocurra.

@sevillanojarami

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