Por: Juan Camilo Zabala Liévano
El fin de semana pasado fue la edición 25 de Rock al Parque, fui como vengo haciendo desde el 2014, escuchar música y ser golpeado, una idea que se diluye con el paso de los años. Ahora se puede ir a comprar chucherías “rockeras” y a comer en el Corral. El sonido del festival cambia y se renueva no es el mismo festival al que fue mi tío, tampoco es el festival de hace 3 años. Entonces cambia el sonido y cambian las dinámicas que rodean el ingresar, el beber, el fumar y el comer no son constantes, esta fue la experiencia que tuve este año en el festival.
Salir hacia las 2 de la tarde de la casa, tomar el bus por la 68, reunirse con los amigos, ser requisado y finalmente entrar a rock al parque. Un itinerario realmente sencillo y fácil de seguir. Antes de entrar ya tenía sed pero me abstuve de comprar agua o cerveza, esperaba hacerlo ya dentro del parque, en la requisa había olvidado dejar el cinturón y llevaba 5000 en monedas de 500; hacía dos años había perdido el único cinturón que tenía para la época, unas galletas Quaker y 2000 pesos en monedas, pero esta vez conserve la riata y el dinero.
Después de media hora de Odio a Botero seguía The Warning en el escenario Lago. Todavía era muy temprano para buscar comida, aunque un Chocoramo nunca cae mal, en la caseta central de ramo compre unos platanitos y un Chocorramo. En el recorrido vi varias opciones para comer pero un poco disonantes con la idea del festival “chirrete” y “alternativo” con la que yo me había casado desde que escuché de este por primera vez, no era momento para comer así que continué. El show de The Warning fue algo insípido, tocan espectacular pero las letras son accesorias al performance, seguía Zona Ganjah, lloviznaba y me dio hambre así que engullí el ponqué a eso de las 5, fue el instante con más sabor y energía de la tarde.
Tras fracasar en un intento por entrar en la masa que se aglomeraba y crecía en el escenario que se presentaría Ganjah empezó a llover, el problema no fue la lluvia sino la persistencia de la misma. Bajo un árbol procedí con los plátanos que termine compartiendo y tirando al piso. La densidad del aire se hacía cada vez más notoria y varios uniformados no resistían las ganas de cantar con la banda argentina. La lluvia continuaba. Lo que había sido sencillo las anteriores ocasiones esta vez parecía imposible, conseguir cerveza con alcohol, al parecer el control esta vez había sido más riguroso, la lata no bajaba de 7000 si es que se conseguía ver una, era más sencillo comprar un cuarto de guaro en botella de vidrio que encontrar una póker, al parecer la administración si lograba su objetivo ser impopular pero efectiva.
La lluvia cesó y fui a ver a los Aguas Ardientes, la decimoquinta canción dedicada a la marihuana en un lapso de 3 horas, la canción de Odebrecht medio floja pero no quita el hecho que son una chimba de banda .Entonces había que decidir si ir a comer o a La Vela Puerca o a The 5 6 7 8’s.Aunque el estómago punzaba la existencia y quería revivir el Woo Hoo de Kill Bill , las ganas de escuchar “A Escampar” y “El Viejo” de la Vela terminaron primando. Finalizó la presentación de los uruguayos y veo un rostro pálido que se desvanece y cae, tal vez debimos comer antes .Vamos a comer, las filas eran eternas, los precios poco amigables, estaba empapado, sobrio y tenía a Pedrina de fondo; una eternidad por una pizza de Papa John’s no era viable.
Siempre que había ido se formaba una suerte de bazar en la 63 entre Salitre mágico y el Simón Bolívar. La lluvia o los “efectivos” habían disuadido al monolito de comida callejera al que estaba acostumbrado, avancé por la 68 hacia el sur y allí estaba, el pasaje de comida apenas se estaba instalando, ya había asadores con carbones ardiendo, los perros y hamburguesas en combo ya estaban despachando a espíritus cansados a sus casas, no encontré a nadie que vendiera pasteles de queso con bocadillo, no tenía ansias de un pincho ni de chorizo.
-Una mazorca,
Hay de 2000, 3000, 4000 y 5000.
-La más grande por favor.
Mientras la mazorca estaba caliente vi a lo lejos un puesto que ofrecia “michelada”(verde) y mandarinazo nocturno, la mazorca estuvo lista y la acompañe con el néctar naranja más barato que el agua , los grumos de mantequilla con la sal y el sabor cítrico dieron final a una jornada larga, extenuante y desabrida. Aunque existió un gran esfuerzo y se ofreció un cartel diverso desde mi experiencia personal hasta a la mazorca le falto chispa.