Verde césped

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Román, podrías seguir jugando

“Pases intrascendentes”. Esa frase se escucha continuamente en el entorno del fútbol. Y sí que los hay. Porque hay que tocarse la pelota con un sentido, con un objetivo. Ella, que es la que más rápido va, es la que más debe correr. Y hay que hacerla circular por el verde césped para desordenar a los rivales, para encontrar un espacio, para lastimar. Eso lo entendía con una perfección asombrosa el genio Juan Román Riquelme. Daba tres pases para atrás, otro par hacia los costados, se movía, volvía y recibía, y, de repente, la puñalada a la defensa contraria.

Román es un genio que fue desaprovechado por muchos y comprendido por pocos. Deleitó jugando de cinco en Argentinos Juniors (otro crack que nace del club de La Paternal). Ya en Boca compartió con otro, un tal Diego Maradona, luego se adueñó de la 10 y la vistió como nadie en un equipo del que es el máximo ídolo. ¡Qué maravilla era verlo aguantar la pelota de espaldas al arco! No se la podían robar. Cuando lo intentaban, los dejaba en ridículo con un caño, un amague, uno de sus cientos de pases-gol. Y hasta con unas asistencia sin tocar al sagrado objeto redondo.

Hoy, Riquelme cumple 41 años. Y en este fútbol de mucha táctica y poca inventiva, en el que son escasos los afortunadamente desobedientes que solo hacen caso a su talento, él hubiera podido estar jugando todavía. Parado, metería pelotas de gol como pocos y colmaría de opciones a los delanteros. Cuando se movía en los terrenos que hizo inmortales, dejó a Argentina clasificada a las semifinales de Alemania 2006. Hasta que Pékerman, el valioso pero miedoso en partidos claves José Pékerman lo sacó para meter un volante de marca y despreciar el tener el balón. Ni recordar lo que le hizo Van Gaal.

Pronto será el partido de despedida de Juan Román en una Bombonera en la que se hizo eterno con su magistral diestra. En la que hizo que Martín Palermo rompiera todos los récords, en la que se destacaba ante los rústicos Serna, Cagna, Basualdo, Bermúdez… Ahí, en ese lugar donde infundió gritos de gol con sus tiros libres, y donde entendió conceptualmente el juego del fútbol de una manera única y perfecta, las lágrimas, una vez más, reflejarán lo trágico que es la más hermosa de las actividades. Te entrega felicidad y años más tarde te rompe el corazón.

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