Ciclismo con J

Publicado el Jhon Jaime Osorio

Giro Día 1: Hay días que son un calvario

Era apenas el primer día del Giro y en las calles de Jerusalem, al lado oeste, muchos vivieron su propio calvario; sin tener que subir al Gólgota, que esta vez solo sirvió como estampa para darle color a la transmisión de televisión.

El Giro inauguró su segundo siglo más allá de las fronteras de Europa, en Israel, con una fracción que tenía escasos 9700 metros de recorrido. En ese recorrido tan corto, el bieloruso Konstantsin Siutsou, por ejemplo, no alcanzó a dar el pedalazo inicial en competencia, pues quiso adaptarse al recorrido antes de iniciar la prueba y quedó sembrado en una curva que le canceló su agenda de peregrinación en la carrera italiana.

También probó el suelo de Jerusalem en el previo a la etapa el británico Cristopher Froome. Cuando hacía el reconocimiento de la ruta cayó por primera vez. No fue su día. Más tarde, en competencia, cedió 37 segundos ante  el holandés Dumoulin, que comenzó con victoria de etapa su defensa del título. Froome ocupó un discreto puesto 21 en la Contrarreloj, lo que para muchos significó su segunda caída. Pareciera que el británico nunca sale invicto de accidentes en las carreras de tres semanas, pero esta vez, cargó su cruz desde muy temprano.

 El rosario de caídas antes de iniciarse la carrera lo completó el colombiano Miguel Ángel López. Al parecer, la Tierra Santa tenía algún compuesto de kriptonita que le pasó factura al Supermán colombiano.  Una caída que le obligó a llevar una venda en su pierna derecha y algunos dolores en su cuerpo, que no le permitieron hacer su mejor actuación ante el cronómetro.  El capo del Astana cedió 56 segundos ante Dumoulin al momento de competir, y en el balance final perdió tiempo ante 15 ciclistas que llegan como capos de sus escuadras.

Fue una etapa técnica, compleja y difícil, que en lo ciclístico mostró la fortaleza de Dumoulin, la incertidumbre de Froome y la grata sorpresa  ante el cronómetro de Carlos Betancur como principales noticias; pero que más allá de lo deportivo, tuvo bien disfrazado un mensaje geopolítico para el mundo: la euforia del pueblo hebreo  por haber mostrado a Jerusalem como ciudad israelí.  Un nuevo calvario para  los palestinos, que ven lejana una posible resurrección.

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