Hacía un rato ya que todas las miradas lanzadas desde la grada hacían un extraño en su recorrido. Como imantadas, abandonaban su trayectoria habitual, haciendo un quiebro antes de llegar al campo para ir a parar a la banda. Allí olvidaban todo lo demás. Petrificadas con gesto bobalicón, se concentraban intentando captar todos los detalles que cabían en un trote cochinero. Así, cuando unos minutos más tarde dos brazos elevaron una pizarra electrónica que mostraba un diez en verde, las gargantas estaban preparadas. El Camp Nou abandonó la orfandad gritando. Ayer Messi volvió.
El diez jugó veintiséis pero solo necesitó cuatro para hacer dos. Demostró que, más que su físico, lo que mantiene intactas son sus dotes matemáticas. Un don que le permite marcar noventa goles en un año o refutar la teoría de que en un juego de once uno puede valer uno, nada o el doble de lo que haya sobre el verde. Lo mejor de la vuelta de Messi no es su retorno per se ni dos goles que finiquitan una eliminatoria insulsa que solo podría tener personalidad por traicionera. La gran noticia es que Leo no ha vuelto solo: ha vuelto con todos. Por eso, mientras el primer grito común azulgrana expresaba alegría y el segundo optimismo, el tercero fue de reafirmación.
La carrera explosiva con la que Messi se plantó frente a la portería para marcar su segundo tanto fue la misma con la que el Barcelona se abalanzó sobre su armario. Desordenó todo lo que había dentro mientras rebuscaba entre sus ropas. Localizó su autoestima, un conjunto que antes servía lo mismo de traje que de pijama, y aullando se volvió a meter dentro. Fue al colocarse frente al espejo cuando se dio cuenta de que había dejado de tener forma de americana oscura y corbata fina para convertirse en un polo verde pistacho en el que bien cabía una bonachona barriga argentina.
A continuación, el encargado de añadir a la mezcla la dosis adecuada de sentimentalismo se excedió. Como en cualquier borrachera, también en esta fiesta llegó el momento del besuqueo y la exaltación de la amistad. Messi juró amor eterno y las flores llovieron de un lado para otro. Quedó así subrayada la parte más estúpida de este juego, la cara irracional que tantas veces lo echa a perder.
Al despertar el Barcelona se encontró con un dulce problema. No solo estaba el que había vuelto, también los que no se habían ido: Cesc, Neymar, Alexis, Pedro y Tello. Todos ellos han hecho méritos sobre la exigencia durante la ausencia del argentino, pero solo dos de estos cinco pueden acompañarle. Una cuestión recurrente a solucionar mirando a Atlético y Manchester City, que esperan por unos asaltos que pueden ser definitivos. Pero ya no será lo mismo. No es tanto que Leo haga mejor a sus compañeros como que ellos se hacen mejores cuando él está. El Barcelona está hecho para jugar al servicio de Messi y ya volvió.
Jaime Santirso