Ya sé porqué. Imposible no notarlo. Ellos hablan todo el tiempo como si estuvieran viendo un juego: dicen “show de bola” si algo salió estupendo, “tamaño Maracanã” para referirse a lo grande, “jogo bonito” para lo estético pero improductivo; bromean sobre la paciencia aludiendo al Botafogo (que hace rato no gana nada) y siempre asocian al interlocutor con el equipo al que sigue. Cualquier publicidad, noticiero, declaración política, clase en la universidad, diálogo de telenovela, charla de pasillo, contiene metáforas y hace chistes del fútbol con tal naturalidad que ya uno llega a sospechar que eso no es cultural sino genético.

Es la patria del fútbol. La nación que delira por esa práctica que es más que un deporte y en la que está en juego algo más que el resultado. Según la Fundación Getulio Vargas existen tantos clubes de balompié en suelo verdeamarelho, como todos los existentes en Europa: 800 y son tantos sus practicantes, como habitantes tiene Perú (30 millones), de los cuáles 13 mil son aficionados y 11 mil profesionales. Dos cifras escandalizan: las ‘torcidas’ (hinchadas) de Flamengo y Corinthians suman una demografía igual a Italia (61 millones) y serían el país No. 23 en el ranking mundial. Brasil no sólo es el principal exportador de café, sino “pies de obra” en el planeta: un estudio de la UFF dice que hay al menos un futbolista en cada uno de los 206 países del planeta y unos 30 de ellos están nacionalizados por una divisa extranjera, actuando con selecciones lejanas de su lugar de nacimiento.
Pero también es la patria de «o maior do mundo»: los estadios más grandes, la mayor amazonía, la más alta biodiversidad, las cataratas más gigantescas… el mayor anotador de goles del orbe, el artillero de los mundiales, los de más títulos FIFA… la sensación faraónica de la sexta economía del mundo y la quinta en población es innegable. Por eso no es gratuito que el coloso sudamericano sea el líder de la región y organice en su patio la Copa 2014 y los Olímpicos de Rio en 2016.
Por eso uno llega a la conclusión de cómo no van a ganar. El campeonato nacional (o Brasileirão) es otra medida que invita a la certeza: 20 clubes lo disputan, pero él es la punta de iceberg de un sistema complejo y exuberante de equipos en regiones tan distantes como Roma de Moscú. Además de los 20 equipos de la A, 20 de la B, 20 de la C y 40 de la D (los tres primeros son transmitidos por TV abierta), existen los 32 campeonatos estaduales ¡algunos como el carioca y el paulista con 20 equipos! Y esos torneos por Estado –Brasil es federalista- se dan el lujo de tener categoría A, B, C y D ¿Difícil entender ese rompecabezas, no? Con eso, Estados como Rio de Janeiro y São Paulo tienen hasta 80 equipos profesionales de nivel competitivo. Y nosotros sorprendidos porque Bogotá completó su cuarto equipo en primera con la victoria de Fortaleza en la Promoción.
Así sus cinco títulos en Copas Fifa, amén de su supremacía en todas las divisiones y categorías (incluida la femenina) y en las demás variantes del “jogo rei”: fútbol sala, fútbol cinco, de arena, etc., son el resultado de una cultura que asimiló un deporte extranjero y lo transformó ya no meramente en una práctica atlética, sino en un rasgo sustantivo y definitorio, como el carnaval, el samba y la farofa de la brasileridad. Ahí está el secreto. Por eso es justo decir que el de 2014 será el retorno del fútbol a su verdadera casa.
Pdta: con este post me estreno como bloguero en ELESPECTADOR.COM. Todo un orgullo ser partícipe de este diario que práctica uno de los mejores periodismos del país. Espero no deshonrar esa tradición, con mis post escritos desde el exilio voluntario en Rio de Janeiro, sobre fútbol y la Copa Mundo que se avecina ¡L@s espero!
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