Yo veo

Publicado el Diego Leandro Marín Ossa

Sin poesía todo en la vida es infructuoso

Los vientos de agosto suelen traer sucesos trascendentales para la vida de los pueblos, basta con echarle un vistazo a la historia para darse cuenta de ello, por esta época del año son muchos los acontecimientos que se convierten en hitos para la vida de una nación. Para Pereira es evidente que tanto su fundación que fue el 30 de este mes, como lo que cada año ocurre con encuentros como el Festival Internacional de Poesía, dos momentos importantes en su historia pasada y presente, son testimonios latentes de una ciudad que en transcurso de los años se renueva y pide oxígeno para tantas y tan variadas transformaciones, a golpe de los deseos que tienen sus dirigentes por convertirla en una megalópolis.

Mientras en la administración municipal y en los círculos del poder económico local se decide el “futuro promisorio de la ciudad región”, sus ciudadanos se las ingenian para que sobreviva el espíritu de libertad que ha caracterizado a la urbe, y en ese sentido el uso de la palabra en espacios públicos, hace parte del derecho a la libertad de expresión, que en ocasiones se ve coartada si no se brindan las garantías suficientes para tal uso. Como cualquier proyecto el Festival funciona con recursos de diversa índole, y la gente que trabaja en él para que la ciudad tenga cada año un encuentro de proyección internacional, merece el apoyo necesario para que esto se dé. Hoy la solicitud de parte de sus organizadores es directa: declarar el Festival Internacional de Poesía Luna de Locos, como patrimonio cultural de los pereiranos, petición que refrendarán con la firma de asistentes al encuentro. Esto de alguna manera le garantizará continuidad y permanencia, y en caso de conseguir tal reconocimiento, el Festival seguirá necesitando de la creatividad, el entusiasmo y la calidad que renueven el alma de esta fiesta.

El mundo quiere escuchar poesía.

Los poetas presentes en el Festival coinciden en que el mundo de hoy tiende a recuperar espacios para la poesía, como en otras épocas ha ocurrido. Es una necesidad para la vida, pues “sin la participación de la imaginación literaria, afirmaba Whitman, las cosas son grotescas, excéntricas, infructuosas” señala Martha Nussbaum en su texto Justicia Poética.

Y es que la palabra vincula a la gente con su capacidad para sorprenderse ante la vida, más aún cuando con tanta frecuencia se pierde sentido en medio de la rutina, el desamor y la injusticia social. Prueba de ello está consignada en las lecturas que durante cinco días se realizaron en bibliotecas, auditorios, universidades, colegios y parques de la ciudad. La poesía es una necesidad que se hace patente en la asistencia a cada gala y conversatorio, pues los espacios se colmaron en la mayoría de lecturas y los visitantes de ciudades aledañas hizo parte del auditorio.

Por otra parte, la reflexión poética se dio entre otras cosas, con respecto al mundo en que vivimos a la capacidad de amar, de vivir en diálogo y concertación en medio del debate, de planificar modos de vivir más justos y con respeto por el mundo espiritual de otras culturas y otras generaciones diferentes a las nuestras. A la preocupación por un mundo con posibilidades para vivir, se suma la pregunta: ¿acaso necesitamos países desarrollados a costa de la vida de millones de personas y de la explotación de los recursos naturales a gran escala?

Si bien el papel de la poesía como de los poetas no es generar soluciones ni recetas para vivir mejor, sus textos develan aquellas cosas que olvidamos ver con detalle por andar ocupados en competir y acumular éxitos.

Cinco días al borde de la locura.

De locos es la luna y también la poesía, pues en ocasiones quienes defienden a capa y espada que son normales y razonables, viven su vida al pie de la letra, de manera planeada y llegan a evitar que la palabra desentrañe aspectos cruciales en su vida. Viven más de las cuentas que de los cuentos. En ese sentido vale decir que la práctica poética no es de uso exclusivo de un grupo de personas extrañas al común de la gente, aún existe la idea que el poeta es un ser huraño, que se encierra en sí mismo, usa un lenguaje críptico y de difícil comprensión, que sólo produce algo significativo en medio de una vida de escándalos. Asunto alejado de la realidad, pues la vida privada de un escritor no define la calidad de su obra, como tampoco se requiere de una imagen prefabricada de poeta para serlo. Que la vida de un escritor tenga aspectos trágicos no es exclusivo de estos seres, de alguna manera todos lo vivimos, sólo que cuando esta forma de vivir se convierte en información pública, se le da una dimensión espectacular para generar mayor impacto en los lectores. Esto se fabrica en la sociedad de diversas maneras y no representa lo más importante a la hora de disfrutar de la lectura.

Cabe destacar que la locura a la que aquí nos referimos, es a esa capacidad de transformar el sentido de la vida desde la palabra, cuando parece que el mundo gira en otro sentido hasta evitar cualquier tipo de encuentro con la sensibilidad propia y ajena. Y esa vía el poeta, pese al riesgo propio de poner en el filo del abismo las creencias y prácticas cotidianas más íntimas que lo aferran a su vida, persiste en su búsqueda de sentido, aunque no es fácil hacerse dueño de sí, no es sencillo pensar libre. Jamás lo ha sido. Aún así el poeta persiste en ello y aporta un poco de esta experiencia íntima al público de lectores que va en busca de una imagen literaria, una resonancia que les recuerde cómo es que aman, viven, olvidan, ríen y trabajan. Entre otras cosas, por ello es que en las sociedades algunos escriben, unos leen y otros escuchan, pues todos necesitamos de personas que nos ayuden a descifrar la vida y la condición humana a través de la palabra. Ese papel a veces lo desempeña alguien en nuestra familia, en la Escuela, en el grupo de amigos y en otros casos en las artes.

Escribe y lee para ti.

Esa voz, ese tono con el que se escribe y se lee la poesía para que llegue al alma del auditorio, seguirá siendo un secreto que sólo el tiempo revela. No existe una fórmula, la práctica y la lectura constante acompañada del deseo por expresar aquello que se ve con ojos de poeta, son condiciones mínimas para iniciarse en el camino de la escritura. En ese camino, en ese viaje es preciso hacerse dueño de su propia vida, enfrentar los miedos y estar en contacto con el mundo y con otras culturas. El Festival lo permite de alguna manera, y a las generaciones de escritores que habrán de venir, esta breve convivencia con escritores de todo el mundo cuya obra ha trascendido a nivel universal, les sirve de referente.

Para terminar quiero compartir parte de una charla sostenida con Jordi Virallonga, uno de los poetas que nos visitó: “no escribas ni leas con el compromiso de quedar bien con alguien, lee y escribe para ti mismo, trabaja en el poema cuantas veces sea necesario que si se cae, pues no hay nada, sólo con el tiempo tú mismo descubrirás qué te falta”. Hasta el próximo año.

(Este artículo fue publicado en Portafolio Cultural como una reflexión generada a partir del 4o Festival Internacional de Poesía Luna de Locos realizado en Pereira en el año 2010, ahora lo comparto dada la importancia y el significado de este encuentro en la actualidad cuando llegó a su 6a versión).

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