
Nariño se precia de ser tierra de músicos, de ahí el consabido dicho de que “Nariñense que no componga, hace guitarras”, la riqueza se ve manifiesta, quizá, debido a la diversidad de nuestro departamento, el único en Colombia que es andino, pacífico y amazónico, avivado además por la fuerte influencia que se ejerce en zonas de frontera, en este caso con Ecuador, particularmente con las provincias de Carchi, Esmeraldas y Sucumbíos, así como con los departamentos de Cauca y Putumayo, en donde las influencias van y vuelven de lado y lado, generando una maravillosa amalgama de toda clase de aires musicales, ahí los bambucos, pasillos, torbellinos, van de la mano con chirimías, currulaos, patacorés y berejús, así como albazos, baynos, salsas, valses y cumbias.
Y ni para qué citar nombres de compositores y músicos nariñenses que han avivado el alma musical de nuestro departamento, desde aquellos que deleitan bajo el candor de sus guitarras añejas bajo los aleros de las destempladas chozas en donde, bajo el amparo de la luna meditabunda, rasgan las cuerdas rememorando viejas tonadas heredadas de padre a hijos desde el origen de nuestros tiempos, hasta aquellos que han deslumbrado a los exigentes auditorios en las salas concertinas más importantes del mundo.
Pese a ello, son escasas las investigaciones musicales en el departamento, muchas de ellas están casi incólumes en las páginas de viejas revistas, o tesis de grado en los estantes perdidos de algunas bibliotecas, otras se avivan en la tradición oral en las reuniones familiares o de amigos, en donde, bajo la complicidad de un buen aguardiente o un charuco, van desfilando historias de nombres, ritmos y composiciones que han dejado profunda huella en el alma musical popular nariñense.
Es por ello por lo que cobra vital importancia un nombre y una investigación, quien aquí nos convoca hoy, se trata del maestro Fausto Martínez Figueroa, de quien hoy celebramos el centenario de su nacimiento. Nació en la ciudad de pasto el 1 de agosto de 1921 y falleció en la misma ciudad el 14 de noviembre de 2008 a los 87 años de edad, de los cuales dedicó la mayoría a la música, bien como compositor o como intérprete, especialmente de la trompeta, así como director o administrador de orquestas y conjuntos musicales, sin dejar a un lado la importante labor como docente.
A los 5 años de edad aprendió a interpretar la trompeta de la mano de su padre Joaquín, quien durante 30 años formó parte de la Banda Departamental, de tal manera que la música le corre por las venas; de ahí pasó a estudiar con los Hermanos Maristas en la Inmaculada, donde formó parte de la orquesta del colegio, bajo la dirección del Hno. Eutiquiano. Antes de viajar a Bogotá, en 1940, forma parte de la Banda Departamental, para luego destacarse en la Banda Guardia Presidencial y en la Banda de la Policía Nacional, en donde actuó durante 5 años bajo la dirección del maestro Daniel Samudio, a la par que adelanta estudios en el Conservatorio Nacional de Música.

Viajó en este periodo por Venezuela, Panamá y Ecuador, formando compañías de zarzuela, operetas y ballets, destacándose no solamente como un excelente compositor y trompetista, sino también como un juicioso administrador, de ahí que fuese reconocida su importante labor como Secretario General del Sindicato de Músicos de Bogotá, en donde se granjeó el respeto y la admiración del gremio por la permanente defensa de sus derechos. Le cabe al maestro Martínez la fortuna de haber actuado junto al más célebre trompetista de todos los tiempos, Louis Armstrong, quien visitó el país en 1957, ya que una de sus pasiones fue el jazz, para lo cual estudió desde su juventud las composiciones de Miles Davis y Dizzie Gillespie, para lograr así un estilo propio desde la improvisación.
En 1955 ingresa a la Banda Departamental de Antioquia, de la cual llegó a ser sub director en 1967. Reconocido por la majestuosidad y pureza conque interpretaba la trompeta, fue solista y concertista bajo la dirección de importantes músicos, como Olav Roots, Antonio María Valencia, Paul Hindemith, Ígor Stravinsky, Arthur Rubinstein, entre muchos otros más que valoraron su capacidad interpretativa.
Además, formó parte de importantes grupos y orquestas musicales, así como invitado a formar parte de las más prestigiosas de su época, como la de Lucho Bermúdez, Pacho Galán o la Billo´s Caracas Boys; así como formar parte itinerante de las grandes compañías de zarzuela y de operetas que llegaban al país, en donde el maestro Martínez se destacaba por transponer tonalidades e interpretar composiciones que deleitaban al exigente público capitalino que asistía a estas galas. Fue director de la Banda Departamental de Músicos de Nariño en varios periodos, logrando consolidar esta centenaria institución y alcanzando a mejorar las condiciones laborales de sus integrantes, así como la consecución de una sala de ensayos propia, supliendo así una necesidad de muchas décadas.
Trabajó como músico de sesión y grabación para los sellos Sonolux y Zeida de Medellín. Ejerció como docente en el Inem de Pasto y en la Escuela de Música de la Universidad de Nariño, donde se granjeó no solamente la admiración de sus alumnos, sino el aprecio de toda la sociedad educativa, ya que como bien lo anota Eudoro Narváez, “el maestro Martínez Figueroa es un valor auténtico de Nariño, no solo por los amplios conocimientos musicales, sino por sus excelentes cualidades de caballero y de ejemplar ciudadano”.
Entre sus composiciones, caben destacarse: Canción del Sur, Fantasías aires nariñenses, Fantasía sobre la Guaneña, el pasillo Por qué te fuiste, los boleros Quimeras y Brumas, el tema No tiene importancia, así como los himnos a la Sociedad Ricaurte de Pasto y a la Federación de Trabajadores de Nariño, entre muchos otros más, destacándose los más de 300 arreglos para banda que dejó como legado musical.

Durante su larga y prospera vida, el maestro Fausto Martínez escribió una serie de columnas en donde recogía la tradición musical de nuestro departamento, trabajo que quiso recoger y aumentar bajo la forma de un libro, en el cual trabajó desde 1970 hasta poco antes de su muerte, acaecida en 2008. Sus hijos recibieron este legado, de tal manera que organizaron el archivo de su padre y finalmente dieron a la luz pública un texto que, sin duda alguna, se convierte en el más serio y profundo estudio sobre la “Historia de la Música en Nariño” (Arte Nova, Bogotá, 2015), título que hace gala a su contenido, ya que en 554 páginas no solamente nos pasea, sino que nos sumerge en el mundo musical nariñense. Ahí abarca la tradición musical heredada de las escuelas españolas que llegaron a nuestros territorios; recoge la historia de las bandas musicales que con sus retretas y presentaciones avivan el alma nariñense; nos lleva de la mano a la historia de orquestas y conjuntos que han deleitado las fiestas y verbenas nariñenses; nos recuerda nombres de compositores, muchos de los cuales yacían en el olvido de los colectivos o escondidos en las anécdotas de familiares y amigos; nos permite evocar la música de los años 70 que revolucionaron nuestro mundo, así como las nuevas tendencias, en donde trata el tema de sus preferencias, como es el jazz; nos evoca los nombres de algunas personalidades de la música en Nariño, baste mencionar la completa biografía del célebre músico tumaqueño Nano Rodrigo, quizá el primero y más importante colombiano que descolló en los teatros estadounidenses de los años 30 y 40; para terminar con un listado de algunos intérpretes nariñenses que engalanan el acerbo musical de nuestro bello departamento.
El libro viene acompañado de hermosas fotografías alusivas al tema, así como de partituras e ilustraciones que le dan un sentido aire estético, no podía ser de otra manera. Resalta, quizá por sobre muchas otras cosas, la dimensión territorial que le da el autor al texto, ya que como algo no común en este tipo de investigaciones, se abarca la historia musical de las diferentes regiones que conforman al departamento de Nariño, rompiendo así con las odiosas endogamias que, en lugar de ampliar, disminuyen la óptica real de todo ese conjunto humano y natural que nos conforma como un departamento plural en todas sus dimensiones.
Sean estas letras un sencillo homenaje al maestro Fausto Martínez Figueroa en el centenario de su nacimiento, un homenaje a sus familiares que recibieron su legado y que supieron verterlo en un maravilloso libro que hoy es, sin duda alguna, el más completo que existe sobre la música en Nariño. Hoy, con seguridad, el maestro se está deleitando con la sinfonía cósmica de las esferas, quizá también estas se atrevan a poner en el pentagrama universal las bellísimas composiciones del maestro nariñense.