
José Rafael Sañudo (1872-1943) es más conocido por los Estudios sobre la vida de Bolívar (1925), tan polémicos y que parecen nunca perder vigencia, por lo menos en la ciudad de Pasto, avivados, por demás, en la obra de Evelio Rosero Diago, La carroza de Bolívar (2012); sin embargo, su obra es más extensa. Cronológicamente, estas son las obras publicadas de su autoría:
- La expiación de una madre, novela (1894)
- Apuntes sobre la historia de Pasto, crónicas publicadas en 3 partes: La Conquista: 1527-1598 (1894); La Colonia bajo la casa de Austria: 1599-1700 (1897); y La Colonia bajo la casa de Borbón: 1701-1808 (1897)
- Breves consideraciones sobre un folleto del doctor Antonio José Restrepo (1916)
- Otro panamismo, el tratado colombo – ecuatoriano, ensayo (1917)
- El foro nariñés. Sentencias pronunciadas en el Tribunal Superior desde 1907 hasta 1916, en 18 cuadernos (1917)
- Estudios sobre la vida de Bolívar, biografía crítica (1925)
- Filosofía del derecho (1928)
- El departamento de Nariño y su capital, boletín (1935)
Sobre su vida se ha escrito bastante, nunca lo suficiente, sin embargo no sobra recordar que vivió consagrado a los estudios: fue profesor de matemáticas y química, designado primer rector de la Universidad de Nariño, cargo que no acepto; fue juez y magistrado del Tribunal Superior de Pasto; fundador del Centro de Historia de Pasto, lo que luego sería la Academia Nariñense de Historia; distinguido con el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Nariño.
Antecedentes de la novela en Colombia
La novela es un producto de la modernidad, puede decirse entonces que Don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes, inaugura para Occidente este importante género literario. No queremos entrar en discusiones respecto a las epopeyas o literoralidades que existieron antes de la llegada de los españoles a América, tal es el caso del Popul Vouh o el Yuruparí, tan importantes para la construcción de nuestro mestizaje, asunto que trataremos en otro ensayo. “El desierto prodigioso y prodigio del desierto” (Mediados S. XVII) del santafereño Pedro de Solís y Valenzuela, suele considerarse como la primera novela hispanoamericana, “El Periquillo Sarmiento” (1816), del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi, pasando, desde luego, por una serie de escritos y escritores que se acercan al género, aportando para la construcción de este o, en el peor de los casos, como dice Orjuela (1983), novelas perdidas en los anaqueles coloniales de nuestros pueblos, en donde son carcomidas por los insectos y por el tiempo.
Aunque las novelas publicadas en Colombia durante el siglo XIX fueron relativamente pocas, si marcarán el derrotero de la literatura, sobre todo porque corresponde a un periodo de expansión de la imprenta que facilita su difusión y comercialización, a este periodo corresponden: Ingermina o la hija de Calamar (1844), del baranoero Juan José Nieto Gil, y publicada en Jamaica, considerada por mucho tiempo la primera novela colombiana, publicó también las novelas Los Moriscos (1855) y Rosina o la prisión del castillo de Chagres (1850-1852) publicada por entregas; El Oidor, romance del siglo XVI (1850), del hondano José Antonio de Plaza;
Un caso especial constituye el sotaquireño Felipe Pérez Manosalva, que inaugura el género de la novela histórica, entre las cuales están: Huayna Capac (1855), Atahualpa (1856), La familia de Matias (1856), Los Pizarros (1857), Jilma (1858), El caballero de la barba negra (1858), Los jigantes (1875), El Caballero de Rauzán (1887), entre una decena más de novelas, lo que lo convierten en uno de los más pródigos escritores de este género en el siglo XIX y buena parte del XX; Manuela (1858) del soachuno José Eugenio Díaz Castro, iniciador del género costumbrista, cuya obras se considera eminentemente de carácter nacional, sobre todo por el uso coloquial que en ella usa su autor; el bogotano José Manuel Marroquín, El Bareto (1858); María (1867) del caucano Jorge Isaacs, sin duda alguna la gran novela romántica, por la que su autor tuvo resonancia mundial, donde se siguen los modelos franceses de Chateaubriand y de Saint Pierre y cuya originalidad radica en darle una preponderancia especial al paisaje en donde se desarrolla la trama; el bogotano Jose María Vergara y Vergara, publica Olivoa y aceitunas, todas son unas (1868); del hondano José María Samper, Martín Flores (1866), El poeta soldado (1881) e Historia de un alma (1881); del bogotano José Caicedo Rojas, Don Alvaro (1871), La espada de los Monsalves (1879), Los amantes de Usaquén (1881), Juana la bruja (1894), por nombrar algunas de este pródigo escritor de costumbres; la guajira Priscila Herrera de Núñez publicó Un asilo en la Guajira (1879), la primera novela publicada en el Caribe colombiano, una novela indigenista, narra la historia de una mujer blanca, viuda, que es acogida por los wayuu; Soledad Acosta de Samper, bogotana, publicó algunas novelas de tinte familiar, romántico y de costumbres, entre las cuales están: Novelas y cuadros de la vida sur-americana (1869), Laura (1870), Los piratas en Cartagena: crónicas histórico novelescas (1886), Una holandesa en América (1888), entre otras crónicas más; la pachuna Isabel Bunch de Cortés, no dejó novelas publicadas, sin embargo es un referente importante en cuanto a la traducción de novelas inglesas y francesas se refiere. Waldina Dávila de Ponce de León, de Neiva, publicó la novela Próceres (1884); Evangelista Correa de Rincón, publicó Los emigrados (1869), un antecedente de La Vorágine, que relata la vida en el Casanare; la tulueña Mercedes Gómez Victoria, publicó Los hijos del misterio (1884) y Misterios de la vida (1886); del roldanillense Eustaquio Palacios, El alférez real (1886), considerada por muchos la más importante novela histórica colombiana; el bogotano Luis Segundo de Silvestre, Tránsito (1886).
La Expiación de una madre
En el siglo XIX, La Expiación de una madre (1894) y La ciudad de Rutila (1895), de Florentino Paz, fueron las únicas novelas escritas en nuestro territorio, lo que las constituye en el origen de nuestra novela nariñense; sin embargo, queda la inquietud de que habiéndose instaurado la primera imprenta del departamento de Nariño en Barbacoas (1825) hace cerca de 195 años, donde había un numeroso grupo de letrados y académicos, así como sociedades culturales y literarias, no se haya publicado alguna novela por entregas, como era la costumbre decimonónica, quizá el tiempo y el clima no dejaron rastro de ello, o esos primeros escritos reposan en algún convento o biblioteca particular de Quito o Popayán, o inclusive de la misma Pasto, y esperan ser descubiertos en el momento y tiempo oportunos.
La expiación de una madre está dividida en 16 capítulos, donde se desarrolla la trama. El tema es sencillo, con un lenguaje propio del romanticismo y de lo pastoril, ya que el escenario es Matituy, correspondiente entonces a Pasto, y en la actualidad al municipio de La Florida, lugar de veraneo para los pastusos, debido al buen clima de que goza la región, propio del clima templado.
El narrador empieza por describir el territorio que pareciera haberlo encantado, divisa a una hermosa mujer que le llama aún más la atención; pasan dos años y entonces escucha la historia de una tercera persona, que es la que inicia él a narrar con fidelidad de lo escuchado, según lo anota en el primer capítulo. Don Pablo Esquivel, bogotano, estudiante del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, llegó a Pasto durante una de las guerras del siglo XIX, ahí contrae matrimonio con Emilia Mendieta, procreando a José María; aparece entonces la protagonista, Eleonora, quien queda huérfana y es adoptada por esta familia. Primero se radican en Tumaco, pero posteriormente se trasladan a Pasto, donde se residencian del todo. Pasan una temporada en Matituy, buscando restablecer la salud del padre, quien finalmente fallece, no sin antes hacer prometer a Eleonora que contraiga nupcias con su hijo Manuel María, quien está en otra ciudad adelantando sus estudios superiores.
Aparece entonces un supuesto sobrino de la pareja, también huérfano, Alfonso Esquivel, quien se enamora de Eleonora y finalmente atrae su atención, hasta el punto de querer desconocer la promesa hecha y querer huir. Este resulta ser hijo extramatrimonial de Pablo, así que la culpa y el remordimiento lo llevan a la muerte y Eleonora queda desconsolada. Finalmente, fue consumada la expiación. Alfonso finalmente muere, lo hace para expiar la culpa de su madre, quien también expió la culpa a dejar a su hijo al cuidado de otros, al separarse de él y sufrir una enfermedad y morir también joven. Eleonora, figura ajena a estas culpas, pero al desobedecer la voluntad de su padre adoptivo moribundo, asume también una culpa y finalmente muere
Resalta en la novela la posición conservadora de su autor, ya que la expiación es un concepto manejado por el cristianismo, en este caso el catolicismo, para explicar la reparación que el supuesto orden moral exige del ser humano por la comisión de un delito, en este caso un hijo extramatrimonial; sin embargo, la culpa la pagan la mujer y el hijo, el hombre muere en su hogar, con remordimiento, pero no purga ninguna pena, a ese conservadurismo nos referimos; además, el culpable, si así quiere verse a los ojos de la moral del siglo XXI, ni siquiera es pastuso, ha llegado de Bogotá junto con la guerra, otra visión acerca de las endogamias propias de las élites pastusas, en la medida que el pecado llega de afuera. El padre de la protagonista no muestra un arrepentimiento sincero y menos la intención de reparar los daños causados, muere ignorando que su hija adoptiva y su hijo extramatrimonial se han enamorado, ignora que la mujer que engañó murió de pena; las penas las pagan otros, ese es el meollo de esta expiación. No existe, por tanto, un restablecimiento de la relación del culpable con la sociedad y mucho menos con su propio honor.
José Rafael Sañudo madurará la teoría de la expiación histórica, para así empelarla como marco teórico en su célebre Estudios sobre la vida de Bolívar, en donde trata de explicar que la vida del Libertador tuvo consecuencias para las repúblicas por él liberadas; no sobra recordar que la novela la escribió a una edad relativamente temprana, 22 años, y los Estudios a los 53 años; sin embargo, ya en la novela plantea la tesis expuesta, por ello pone en boca de uno de sus personajes esta frase: Un crimen cuesta, trae ruina a los pueblos. Los pueblos caen por sus crímenes, dictado por Dios, el divino juez y recuerda, además, que si los padres pecaron, los hijos soportan sus inequidades.
La novela, por demás, corresponde al romanticismo, corriente que se vertía por entre todos los rincones de Latinoamérica, Colombia especialmente, cuna de La María que conquistó a los países de habla hispana en el mundo; su riqueza estriba también en emplear usos coloquiales propios del territorio y de la época, se narran costumbres campesinas de una sociedad que quería romper el cascaron de lo rural para mostrarse más urbana; hay en la novela una caracterización del territorio y de sus habitantes, caracteres que serán retomados luego con mayor precisión, como es el caso de Guillermo Edmundo Chaves con la novela Chambú, que marca un verdadero derrotero dentro de la literatura regional nariñense, novela que integra de manera magistral los territorios de la Sierra y la Costa nariñenses.
Solicitud a las autoridades departamentales y a la empresa privada
Hasta el momento, ha pasado sin pena ni gloria los 125 años de la publicación de la primera novela en lo que hoy es el departamento de Nariño; además, como se mencionó ya, el año entrante se conmemoran los 195 años de la imprenta en el departamento, siendo Barbacoas cuna de este importante hecho.
Solicitamos a las entidades culturales del departamento y de los municipios, próximas a posesionarse, que tengan en cuenta estas importantes efemérides. Sería maravilloso que contáramos con unas ediciones facsimilares de La Expiación de una madre y de La ciudad de Rutila; estamos preparando unos ensayos al respecto, que pueden servir, junto con los de otros estudiosos, de artículos introductorios; sería maravilloso que en 2020 se organizara en Barbacoas, cuna de nuestra imprenta y de nuestro periodismo (El Pezcador, 1825), un Seminario de Periodismo, con la participación de la mayoría de medios de comunicación del departamento, de la región y de toda Colombia, para así rendir tributo a la ciudad de oro, material e intelectual, que se vierte mágicamente sobre el Telembí.
Esperamos que estas inquietudes lleguen a oídos de: Jhon Rojas Cabrera, gobernador electo del Departamento de Nariño; Germán Chamorro de la Rosa, alcalde electo de Pasto; y Adams Rincón Meneses, alcalde electo de Barbacoas, para que sumemos esfuerzos y, junto con la empresa privada, gestionar los recursos para estas publicaciones y para celebrar este importante acontecimiento para la cultura nacional colombiana.