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Publicado el J. Mauricio Chaves Bustos

Crónicas de viaje I: “Bajo el limonero”, Tumaco en Galicia.

Portada del libro Bajo el limonero.
Portada del libro Bajo el limonero.

 

A 130 kilómetros de Orense está la localidad de Nariño, en la provincia de La Coruña y la comarca de Santiago, de Val do Dubra es originario el apellido de uno de los hombres que mayor significación histórica tiene para Colombia respecto al proceso de independencia frente a España, nos referimos desde luego a don Antonio Nariño Álvarez, cuyo padre, Vicente Nariño Vásquez, llegó a Santafé de Bogotá en mayo de 1751 para ejercer el cargo de contador oficial real de las Reales Cajas de dicha ciudad. Realmente fueron pocos los gallegos que llegaron a América durante la conquista y la colonia, siendo este un caso excepcional.

Orense –Ourense en gallego-, lunes 20 de junio de 2022, 8:00 pm, en el Liceo de la ciudad que lleva el mismo nombre de la provincia, se dan cita un gran número de habitantes de la región para acompañar a la autora en el lanzamiento del libro “Bajo el limonero”. Un amplio salón del palacio del siglo XVI recibe a los asistentes al evento. Verificando el eterno retorno, esta vez es América la que conquista a Europa, Stella Estrada Mosquera, la autora, es la encargada de devolver la palabra recibida, no en forma de amenazas o de rezos para conjurar el atrevimiento de invadir al otro, sino en forma de una maravillosa novela que va ganando cada vez más lectores. Tampoco hay reclamos por la oprobiosa esclavitud a la que sometieron a sus ancestros, particularmente los vecinos portugueses, encargados de los principales asientos para la trata de esclavos; hoy, libre en la palabra, Stella recoge amorosamente todo lo que le ha permitido ese maravilloso intercambio que se ha dado cinco siglos después del terrible avasallamiento.

Junio 17 de 2022. El aeropuerto El Dorado de Bogotá -ya sin la Santafé- permite el viaje hacia Madrid, 14 años después de la anterior visita. Los nervios se acrecientan a medida que se aproxima la marcha. No es bueno viajar solo en ciertas ocasiones, sin embargo, hay que asumir el reto, quizá los momentos de soledad que me esperan permitan volver a hondar la mirada sobre sí mismo. A veces es necesario. Los campos casi yermos, con uno que otro olivar, nos dan la bienvenida a la vieja España. El inmenso aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas intimida, no queda sino seguir a los demás, a aquellos que demuestran cierta propiedad para saber hacia donde ir; ahí se toma un metro interno para recibir las maletas, Guayasamín nos es aún más cercano en medio de esa lejanía física.

Recorro en auto los 500 Km que separan a Madrid de Orense. Una maravillosa compañía la del conductor y dos conversadoras mujeres que también han contratado este servicio. Arévalo, Medina del Campo, Puebla de Sanabria y otros pueblos me permiten imaginar el viaje no hecho de don Quijote, se que en ninguna de esas ventas que se divisan pernoctó el ilustre personaje cervantino, pero prefiero imaginar que quizá sí, que ahí también soñó con armarse caballero o que en ellas divisó a Aldonza y la imaginó Dulcinea, ¿por qué no? Viajar así me gusta más, me abre la imaginación. Cuando puedo callo. Las voces del conductor y las viajeras se pierden en mi cabeza. Me concentro en lo que veo, en esos caminos que me comprueban el sentir de Eduardo Caballero Calderón en su celebérrimo libro “Ancha es Castilla”: “Al entrar en España por la raya de Portugal, cuando venía de Colombia, me asaltó una emoción tan honda que no puedo menos que concretarla en palabras. No tuve la impresión de llegar sino la de volver. Alboreaba cuando se ofreció a mis ojos la visión descarnada del yermo de Castilla.” Ancha es Castilla…. y monótona, yo que nací entre montañas nuevas para el mundo, yo que soy hijo de los Andes, yo que atravesé esas cordilleras para conectarme con el mar Pacífico… hoy también mío, donde a cada paso hay algo nuevo por ver.

Lola Figueiras, Stella Estrada y Gustavo Garrido.
Lola Figueiras, Stella Estrada y Gustavo Garrido.

 

2 de la mañana de un día que no se cuál es. El viaje ha trastocado mi cabeza. En un bello monumento de Ourense me recibe D. Javier Casares Mouriño, Presidente del Liceo, médico, amigo entrañable de Stella, a quien le ha encargado que me recoja. Un incendio en el camino impidió que llegara el tren a la ciudad, y con ella la autora quien debió regresar a Madrid. Despierto el domingo, en el bello apartamento del céntrico edificio donde habita la autora, ahí está Lola Figueiras, quien generosamente me ha preparado un suculento desayuno después de descansar de un viaje que se ha prolongado por más de 15 horas.

Stella no llega. Javier y Lola están a punto de dejar de llamarse así en el formalismo propio de los colombianos. Me une con la autora una amistad no tan vieja. El 9 de agosto de 2019 le escribí por el Facebook solicitando información de dónde podía adquirir su novela “El doctor sin letra”, había leído una reseña de este libro y despertó mi curiosidad, toda vez que la trama ocurría en Tumaco, la ciudad que he habitado y que he hecho también mía. Su respuesta fue inmediata, y como cuando un agnóstico debe maravillarse por aquello que debería no preocuparle, pareciera que nos conociéramos de toda la vida. Hubo una conexión instantánea. Parecía que no le escribiera a una desconocida, sino que mis palabras resultaban espontáneas, libres, para continuar una conversación que hemos mantenido desde entonces.

Stella Estrada Mosquera, de los Mosquera de Popayán, descendiente de Tomás Cipriano, quien se paseó por el Pacífico colombiano como amo, señor y dueño. Nació en Tumaco, doctora en ciencias biológicas de la Universidad Complutense de Madrid, con estudios en filología hispánica. Autora de las novelas El doctor sin letra (2005), Írimo (2008), Nadie muere la víspera (2017), Bajo el limonero (2022). Coordinadora de programas educativos en salud y medioambiente en la Concejalía de Educación del Ayuntamiento de Ourense. Vivió en Buenaventura un corto tiempo. Estudió en Cali. Y sus sueños siempre estuvieron en España, a la que ha conquistado. Se enamoró, vivió días felices al lado de su compañero, un importante gestor cultural de Galicia, dueño de una importante biblioteca y de un sentir por la cultura que le permitió a Stella ampliar también su mundo cultural.

Enviudó. La tristeza parecía que la iba a derrotar, encontró en la soledad una posible salida. Pero sus amigas y sus amigos no le permitieron el encierro, le mostraron que la vida continuaba. Ahí están Xavi, a quien dedica el libro, y Loli, con quien entabla el diálogo que va más allá de lo epistolar. Y muchos otros amigos más que me presenta en el Liceo, ya que generosamente me ha pedido que presente el libro, junto a Gustavo Garrido, Secretario de la Fundación Carlos Casares, junto a Loli y con la maravillosa composición e interpretación al piano de José Luis Fernández Carnicero, quien ha compuesto una obra especial para la autora y para el libro.

Todos sus amigos, todos ellos inmersos en la salvaguarda de Stella para que no muriera de pena por la pérdida. El libro es ahora una felicidad, le ha permitido a la autora hacer su propia catarsis, y le permite hoy el encuentro de muchos amigos que ha cultivado durante tantos años de estancia en la España que nos es tan cercana como lejana. Ahora estoy aquí, en Galicia, en Ourense, cerca al Atlántico, cerca de Portugal… No sé, quizá hay algo de aquí que también me habita, como me habita el departamento de Nariño, de donde procedemos Stella y yo.

Con Javier Casares, bajo el limonero.

Con Javier Casares, bajo el limonero.

 

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