Barbacoas, 1875.
Barbacoas, 1875.

 

El objetivo de estos artículos es hacer un acercamiento a la literatura afronariñense, para lo cual se recurrirá a hacer un paneo general de la manera como ha sido tratada por los cánones tradicionales, teniendo como punto de vista el marco sociopolítico desde el cual se ha hecho. Este trabajo lo que menos quiere es racializar un tema que a todas luces es universal, sin embargo, se hace necesario enmarcar las concepciones creativas en los territorios desde sus propios hacedores, de tal manera que las cosmogonías pasen de ser un mero ente abstracto especulativo, para comprenderlos desde el puesto del ser humano en el mundo que habita, ya que a todas luces resulta importante la mirada que tiene el afro, el indígena o el mestizo de ese mundo, que no puede ser igual, ya que tras de sí hay una ancestralidad que demarca esos derroteros. La visión de los vencedore jamás será la misma que la de los vencidos, aunque aquí, como en toda dialéctica, el vencedor puede ser mañana un vencido más y el vencido ser mañana un vencedor más. O lo más importante, lograr llegar a consensos para poder reconocer un territorio como algo común, respetando las diferencias y buscando el bien común. Mera utopía, quizá.

Resulta epistémicamente complicado en este caso separar el territorio y la población de un marco geográfico determinado: el Pacífico nariñense. Sin embargo, debe hacerse esta aclaración en razón a dos puntos concretos: el primero, a que este territorio está ocupado mayoritariamente por afros, en un departamento en donde el 66,5 % son mestizos, 17,8 % son afrodescendientes y el 15,7 % son indígenas (Censo Colombia 2018); y el segundo, en razón a que durante buena parte de la historia regional, fueron los blancos quienes impusieron no solamente los procesos educativos, mayoritariamente excluyentes para los no blancos, así mismo como aquellos que difundieron sus obras o la de los suyos, no sin razón una de las primeras imprentas que llegó a la entonces Nueva Granada fue la de Barbacoas, en 1825, creando para entonces el primer periódico del sur-occidente de la actual Colombia, El Pezcador, y de ahí un sinnúmero de publicaciones periódicas, tanto en Barbacoas como en Tumaco, donde lo que se puede apreciar son los escritos de blancos y mestizos, entre estos los migrantes europeos que llegaron al territorio atraídos por la riqueza, tales como italianos, alemanes, franceses, polacos, entre otros, sumándose a una élite blanca excluyente que aprovechó siempre la mano de obra negra o indígena para fomentar y sostener sus fortunas económicas.

De tal manera que por más de 450 años tanto afronariñenses como indígenas no fueron contemplados dentro de los cánones literarios del departamento de Nariño, por lo menos desde el autorreconocimiento a estos dos grupos sociales, ya que si bien se habla de su lugar de origen, en ningún momento se reconoce este importante acento dentro de las concepciones escriturales que de una u otra manera permiten comprender la manera cómo se narra un territorio común con perspectivas diversas. En muchos casos, lo que hay es un “blanqueamiento” de los autores literarios, obedeciendo al canon bogotano -replicado en el pastuso- de que para poder ingresar a ese canon debía seguir demostrándose una pureza de sangre, teóricamente abolida después de la Independencia, es lo que he llamado el “pastocentrismo”, concepto que se desarrollará más adelante.

Barbacoas, mapa colonial.
Barbacoas, mapa colonial.

 

El ingreso del pastuso a la república fue traumático, ya que una pequeña casta, beneficiada durante más de tres siglos por las prebendas heredadas por los mal llamados conquistadores, y anquilosada en un aislamiento geográfico y social, terminarían por generar un endemismo que buscaba garantizar esa pureza de sangre, por ello no más de 5 familias marcaron el derrotero de una ciudad durante un largo periodo de tiempo. Desde luego que no se puede generalizar, hubo habitantes de la propia ciudad que se sumaron a la causa de la Independencia, movimiento americano que era imparable a inicios del siglo XIX, como aquellos que comprendieron los cambios de una modernidad, incipiente desde luego, que implicaba abrir la ciudad y romper ideológicamente los cercos del Juanambú y del Guáitara.

El territorio de Barbacoas, hoy los 10 municipios que conforman el Pacífico nariñense, perteneció a diferentes entes administrativos durante la colonia: Virreinato del Perú, Virreinato de la Nueva Granada y Presidencia de Quito, dentro de esta última existieron el Partido de Barbacoas y el Partido de Iscuandé, cada uno con teniente de gobernador a cargo. Durante la república, perteneció un breve periodo a Ecuador, luego a la provincia de Popayán, al Estado Soberano del Cauca, al Departamento del Cauca, al Departamento de Nariño, durante un breve periodo al Departamento de Tumaco y finalmente al Departamento de Nariño, sin dejar de mencionar que durante varios periodos fue una Provincia con cierta autonomía política y administrativa. Sin embargo, es también importante reconocer que este territorio ha sentido profundamente el influjo de Quito, Popayán y Pasto, sobre todo por la riqueza aurífera que permitía generar muchas riquezas y enriquecer a las élites de estas ciudades.  Esto, que pareciera trivial, es importante demarcarlo, ya que así permite un acercamiento al influjo que ha tenido el territorio ya que el poder económico y político marcarán el derrotero cultural del mismo.

La “Imprenta de Mariano Rodríguez” llegó a Barbacoas en 1825, ahí se publicó “El Pezcador”, del cual no se conocen sino las referencias que hacen tanto Gustavo Arboleda como Sergio Elías Ortiz, de tal manera que se desconoce el contenido del mismo; las imprentas que funcionaron en la ciudad durante el siglo XIX tienen como propietarios a personajes que descollaron tanto en la política como en la economía regionales: Pérez, Díaz del Castillo, Márquez, Hurtado y Ponce, Córdova y Bravo. El contenido de los periódicos y publicaciones era generalmente de carácter comercial y político, ahí se defendían candidaturas y se anunciaban productos, compra y venta de oro, así como uno que otro chisme de corrillo que buscaba hacerse público.

La imprenta en Pasto aparece en 1837, es decir 12 años después que en Barbacoas, el puerto sobre el Telembí donde se asienta una tradición tipográfica importante, en medio de lo descrito en el párrafo anterior, se encuentran también poemas, los más románticos, algunos breves cuentos y algunas descripciones sobre el territorio y las costumbres que ahí se vivencian. La novela aparece tardíamente en lo que es el actual departamento de Nariño, “La expiación de una madre” de Rafael Sañudo, publicada en 1894, quizá el clima de Barbacoas y del territorio del Pacífico nariñense nos privaron de conocer algunas obras literarias, quizá por entregas, como se acostumbraba a hacerla por entonces en los países de habla hispana.

Barbacoas, 1610.
Barbacoas, 1610.

 

En Tumaco la imprenta aparece en 1878, al igual que en Barbacoas, los apellidos de sus propietarios rememoran a extranjeros que llegaron al territorio y tuvieron buena ventura: Acevedo, Escrucería, Manzi, Ortiz. El contenido igualmente obedece a noticias comerciales, políticas o religiosas. Algunos casos jurídicos son ventilados en sus páginas, y aparecen poemas, cuentos cortos y descripciones del territorio.

Como conclusión de esta primera entrega, en la literatura del periodo no aparecen escritores afronariñenses e indígenas, por lo menos publicados en las páginas de revistas y periódicos de la época, creando así un canon blanqueado, siguiendo los modelos occidentales, que será visibilizado en las primeras décadas del siglo XX en las antologías y estudios de autores publicados en Pasto, Quito, Popayán o Bogotá. Aparecen en este periodo referencias al espacio geográfico, al modo de vida de afros e indígenas, a sus costumbres y algunas tradiciones, inclusive se recogen algunas décimas y cantos que algunos viajeros tuvieron la oportunidad de escuchar, tema en el cual nos detendremos en la siguiente entrega.

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