Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Un cumpleaños sin máscaras

hacedorfinal

José Adrian Guevara Rodríguez

Mi cumpleaños número 35 me agarra en el lugar más bizarro que habría imaginado en una noche inexistente de hongos y alcohol.

No estoy estrenando nada, porque ya no me queda suficiente dinero para comprar ropa, y solo me pongo lo que me regalan. Hace rato que no compro nada. En estos días cualquier intento de parecer presentado y engallado está limitado a noches de fiestas y eventos muy especiales, de los cuales tuve varios este año, más importantes que este triste cumpleaños.

Porque mi cumpleaños número 35 no ha sido un evento. Nada como antes, cuando marcaba el 12 en el almanaque y me preparaba una semana completa de celebraciones. A los 15 hacia cuenta regresiva y asediaba a familiares y amigos con avisos redundantes.

Este año, el día simplemente llegó a la fuerza y cayó justo un domingo, que es uno de los días en los que no se hace mayor cosa. El sábado no recordaba si era 10 o 11, y recurrí al almanaque que mi madre tiene colgado en la pared de la cocina, para reconocer que el domingo amanecería con 35 años cumplidos. Tal omisión era algo impensable hace una década. Ese domingo, mi cumpleaños número 35 simplemente fue un día más de vida.

También me agarró con una gripa de una semana, aunque ya para el lunes festivo estaba mejor. Tuve tos, congestión y dolor de garganta, y como existe un miedo generalizado por un tal chikunguña, algunos hasta sugirieron que era eso lo que tenía.  Los tranquilicé explicando que los síntomas de ese monstruo imaginario son diferentes a los que tuve.

Un día como hoy pienso que lo más importante es la salud y si me preguntan si tengo algún deseo para el próximo año, es que el día de mi cumpleaños número 36 no la pase tan enfermo como este año.

Los 35 también me llegaron con una extraña serenidad, fruto de una sabiduría limitada -digo yo, puede ser eso- adquirida con los golpes de la vida. O quién sabe si es sabiduría, me diría un dueño de perro Bulldog, aduciendo un “No. usted lo que tiene en la cabeza es mierda”.

Lo que sé es que en mi cumpleaños 35 estoy tranquilo. Hay poco que pueda sacarme de mi zona de confort zen donde reina la certeza.  Es verdad.  Ya estoy a casi dos años de no tener un ingreso económico estable, como el que tenía cuando trabajaba para el hospital, como economista de las camillas (así decían mis amigos de las actividades que desarrollaba en este lugar).

Seguro estoy porque ya no ando  en búsqueda de algo, aparte de una actividad que genere ingresos. Es como cuando alguien deja de buscar dinero y al salir de casa encuentra en el andén un billete de cincuenta mil pesos.

En mi cumpleaños 35 tampoco ha habido sexo, porque  en mis recién cumplidos 35, el sexo no es el fin último. Es simplemente un momento,  un consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor.  Entonces preferí un buen desayuno, que al final resultó ser igual al de los demás días.  Solo fue diferente porque en la familia te recuerdan lo mucho que te aman.  Así resulto cumplir esta edad en la que esas pequeñas son más importantes que un gran pastel de cumpleaños.

Al hacer este balance del año que acabo de cerrar, sé que fue bueno y que me falta demasiado para estar donde siempre quise estar. No haré proyecciones de las cosas que empezaré de aquí al futuro, ni  pensaré donde estaré dentro de 365 días, porque sé que no existe un balance contable de las actividades diarias.

Como no se me presentan muchas oportunidades, debo tomar las que aparezcan.  Dependiendo de esto, es difícil conocer que haré dentro de un año. Solo sé que todo estará enmarcado dentro del trabajo duro, la disciplina, la generosidad y el amor sin máscaras, que sí son características que me definen.

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