Por Adriana Patricia Giraldo Duarte
Soy tu espía.
Puedo arrullarte en la ausencia y caracterizar tus olores, mientras me rehúso a olvidarte.
Puedo respirarte y ahondar en mis miedos. Visitar tu identidad, como si fuera tu cuerpo un camino, del que entro y salgo por múltiples hendijas.
Soy tu espía.
La voz que te conoce. La que te manda postales para refrescarte la memoria, la que se anima con tus hiperestímulos, la que desestructura tu carácter altivo con una sonrisa.
La que no entiende de imposibilidades que compiten ágilmente con ella misma para pretender cautivar tu lenguaje realista.
Soy tu espía.
Puedo alborotarte sin pedir permiso, sin sacrificar tu estilo privado. Soy la cómplice que entiende tus desaciertos, porque es dueña de tus bondades.
Soy tu espía. Estoy encadenada a ti. Te observo, te escucho, paso con disimulo a comunicar tus secretos.
Relato tu vida minuto a minuto. Me divierto explorando tu corazón inacabado y entregándote en letras el placer de amarte.
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