Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Memorias de un recuerdo

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Por: Gonzalo Pravisani

Quise prenderle fuego a la casa con todo adentro pero decidí congelarla.

Quise robarme la sonrisa de sus labios pero decidí inmortalizarla en mi memoria, como aquel acto involuntario que compartí al compás de música y licor que me enseñaba una vez más, la fragilidad, la delicadeza y la majestuosidad que se tiene al traspasar un hilo de confianza y responder a estímulos del cuerpo.

Quise idealizar su felicidad en mi ayuda, que sus triunfos fueran mi orgullo, que su recuerdo fuese todos los días de agradecimiento y que en sus oraciones mencionara cada día mi nombre, como el tocar constante de las trompetas al anuncio de una buena noticia.

Quise despertar su atención con bonitos detalles, con bonitas historias, escucharla siempre, escuchar latir su corazón, oír sus angustias en secreto y descubrir la niña mimada que se encuentra dentro. Despertar a esa mujer que se entrega totalmente, en sus amistades, en su familia, en sus labores profesionales y en sus amores.

Quise ser su confidente, su amigo, su consejero, la persona que estaría ahí cuando sus amigos no pudieran escucharla; tenderle una mano, robarle una sonrisa en sus momentos de angustia, buscar su bienestar.  Que su urna de cristal estuviese intacta, irradiando felicidad y transmitiendo una paz en la que solo ella pudiera decir, es mi paz, es mi calma, es mi modo de vida.

Escribí miles de frases para ella y todas me pertenecen. Me podrá privar de su vida, de sus redes sociales, pero jamás del recuerdo que decidí guardar como la mejor enseñanza, como un momento en el que mi mundo se detuvo, en el que mis preocupaciones pasaron a una cuarta dimensión.

Si mi libro fuese publicado me gustaría que los capítulos amaran y respetaran cada acto, cada palabra, hasta cada falta cometida, porque solo sé que sus actos fueron perdonados por mi alma y su forma de pensar respetada, admirada y elogiada.

No busco defenderla, pero tampoco quiero juzgarla, sin antes conocer lo que la llevó a tener una actitud egoísta y cerrar las puertas a una amistad que lo único que buscaba era quererla, compartir esos momentos de felicidad con alguien que no es ni más ni menos que un ser humano maravilloso al que la vida le tendió obstáculos y trampas, pero que victoriosamente ha logrado salir.

Si me preguntan cómo hago para confiar, respondería que no lo hago con la mente, lo hago con el corazón.

Si me preguntan cómo hago para no odiar, respondería que mi secreto solo viene de tener una conciencia tranquila, y que todo lo que tenga por decir, lo digo, lo escribo, lo imprimo o lo quemo.

Hoy cierro un capítulo con broche de oro, tiñendo en mi la tranquilidad, la paz y la paciencia que solo Dios puede dar, y que no se busca en ningún amigo, en ningún ser querido ni en ningún aparecido que lleve años en su soledad sobrellevándola con actos tibios que por un instante calman y alimentan una paz y tranquilidad momentánea, como cuando sosiegan con gotitas el dolor de un moribundo que finalmente conoce la hora de su muerte.

Tenemos derecho a cambiar de opinión, a darnos oportunidades, a perdonar y a responder a actos maravillosos que la vida nos regala con fervor y que el universo confabula como suyos, como propios, como de tu existencia.

Recuerda que mis palabras quieren decirte lo mucho que vales como mujer.  Saber de ti será como ver la mañana despertar en las montañas, al sonido de la naturaleza y al canto de las aves, con ecos de agradecimiento.

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