Por: Mary Ramírez
Su ‘hola’ es fulminante. Genera en mí un temblor parecido a un cuerpo golpeado por una fría noche en los picos más altos de una montaña.
Al mismo tiempo se revierte, dando el calor necesario para salir vivo de esas oscuras y solitarias horas. ¿Cómo explicarlo?
Distante y cercana.
Sonriente y seria.
Conversadora y callada.
Cautivadora y mordaz.
Calma y huracán.
Día y noche.
Ternura y malicia.
Oscuridad y luz.
Es el vaivén de sonidos que emana la naturaleza en una aurora veraniega.
Es la caricia y sonrisa de un niño cuando mira el rostro de su madre.
Es la batalla que todos quieren ganar.
Es la ausencia de tristeza.
Es la fuerza que está presente pero que aún no se anima a salir.
Es la alegría y la locura del primer beso.
No fuimos, no somos, ¿o quizá sí? ¿queremos ser?
Los decibeles de la vida lo acomodan a su antojo, no sabíamos si lo permitiría algún día, hasta hoy. Parece que esta vez el universo está a nuestro favor.
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