Para Diana Lorena Cárdenas
Tráeme el sol, de nuevo, temprano.
Estoy cansada de tanto frío y este largo vacío, y apenas llevo unos días viviendo con el reloj detenido abruptamente. Agotada de que los ojos me pesen como bóvedas. Todo mi cuerpo te extraña, veo tu sombra en el balcón, y aun no desgasto las palabras que tengo para entregarte.
Te arrancaron de mi, un día de fiesta, y en adelante, no dormí más. Te nombro en cada transición de estos días en los que me aferro al recuerdo de tu reciente sonrisa, en cada estrella que ilumina la paz que quieres que tenga.
La noche me quita el último rincón de dolor y me dice que tengo que desaprender, acomodarme a mi nueva imagen en el espejo.
Pienso en este corazón armado a pedacitos, en el recuerdo de las bellas palabras que te expresaron los amigos.
Pienso cómo voy a hacerlo. ¿Cómo? si vamos a perdernos madrugadas, risas, el aire fresco de las mañanas con los gatos, la celebración de los nuevos aniversarios en el mar, los domingos. Pero lo haré; es mi promesa, en honor a la fuerza del cariño.
Grito para mí que hoy será siempre. Que vivirá en mi pecho esta historia de amor envidiable, de ecos que encendieron todas las motivaciones, sin miedo, con la complicidad de quien respira por el otro con la certeza de que fue su mejor elección.
Me alejo de todo lo que se derrumba y pienso que no puedes irte de este recuerdo maravilloso de aparecer de repente, romper la amenaza del olvido, traer el sol, enseñarme a perderme en la escasa luz sonrosada que aparece por el oriente de nuestra habitación.
Tráeme el sol y enséñame a perderme en canciones, en risas, en la última imagen que me dejó de ti la vida que te prestó por un ratico.
Regresa, tráeme el nuevo equipaje, déjame una flor, una noche más corta, la luz del sueño, la vida que llevas lejos de mis pensamientos.
Tráeme el sol, amor, que yo invento, para los tres, el siguiente paso.
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