Por: Mary Ramírez
Cúspide, lejana cúspide de soñadores. Inquietos, perdidos, encontrados, vencidos, levantados. Débiles y fortalecidos al fin.
Engrandeces corazones perforados, enterneces y suavizas, transformas y ocultas. Bala que mata o que hiere, dejando secuelas sin más.
Elevación, cima, anhelada cuspis, punta o cómo quieran llamarte. Momento culminante o fulminante.
Everest de mis sueños, de mis días, de mis noches. Mi mayor elevación, mi dicha, por ahora, inalcanzable.
Esplendor, plenitud máxima, clímax añorado. Auge perseguido en mis ideas, fracasos y desvelos.
Heme aquí, llamándote, cúspide. ¿Y si vienes tú mejor? Agotada estoy al fin. O dame, entonces, tiempo. Sé paciente, llegaré.
El rocío de la mañana alerta, el formidable sol se dispone, la piedra clave se muestra y no estorba, no interrumpe, no tropieza.
Cúspide de mil sueños, dueña de contados llantos. Cúspide de una alegría, ingrata en momentos vanos. Aferrarme a ti quiero, pronto sin tener descanso.