Lloronas de abril

Publicado el Adriana Patricia Giraldo Duarte

Caer en el olvido

 

 

flor

Por: Laura María Rincón Arteaga

 

Rose se había montado al autobús.  Muerta de calor como cualquiera, se sentó en el primer lugar que vio. Estaba hirviendo.

-¿Por qué no te haces allí donde no está dando el sol?- preguntó un chico tras ella como si le hubiera leído el pensamiento.

Se cambió de lugar y le sonrió.  En esos últimos tres meses no es que no hubiera reconocido la belleza en otros chicos, eso sería mentir. Pero esta vez no solo vio esa belleza; ese chico tenía algo, le hizo sonreír.

El negro y largo cabello se movía por la brisa; demasiado tentador. No tenía una belleza exuberante, era normal, pero seguía pareciéndole que tenía algo especial.

El autobús entró a su municipio.  Por dios, ¿había estado observándolo de reojo los últimos treinta minutos? ¡Que patética!

¿Qué se sentiría tomar la mano que recorría los sedosos cabellos negros del chico?

En cinco minutos se bajaría de la buseta y  él sería solo un recuerdo.

Tres minutos.

Puedo bajarme en la otra cuadra…se dijo ella recordando el exceso de sol en ese día.

Dos minutos.

Él se levantó del asiento para pagar el pasaje.

Un minuto.

Ella se levantó, tenía que bajarse de esa de repente lenta cosa que se movía, el autobús.

-Por acá, por favor- dijo él, otra vez ¿le había leído la mente?

Él la miro, ella le sonrió y se bajó.

Caminaron a la par, notando que iban en el mismo sentido.  Rose reprimió una sonrisa divertida.

-¿Vas para allá?- casi susurro él, ella dijo que sí divertida. Caminaron un segundo en silencio antes de presentarse.

Que él era nuevo en el barrio.

Que el calor de hoy. No, el calor de todos los días, se dijo ella.

Que él tenía lindos ojos…bueno, eso no lo dijo, pero sí dijo que tenía lindo cabello y procedió a invadir el espacio del joven  y acariciarlo, vaya manía de esa chica. ¿Pensaría que estaba loca? Bueno, tal vez sí, un poco.

Ella notó divertida que el camión de la basura los seguía

-Nos quiere recoger, seguro- dijo ella en broma, el asintió mientras reía.

Banalidades.

Conversaciones mientras caminaban muriendo de calor en el infierno en el que vivían como ciudad, porque solo faltaban las llamas.  No hablaron mucho, de hecho nada importante hasta que llegaron a la esquina.

-Entonces…-dijo ella sin querer irse, que bobada- Yo voy para allá y tú para allá- dijo señalando hacia lados opuestos…ahora la chica era espía y sabía dónde vivía él…

-No, yo para allá…ah ¿tú vives ahí?- dijo él casual

-Sí, en esa casa- la que esta tan llena de matas que por obra y gracia de la divina providencia no se siente tanto el calor.

-Ah…-dijo con desgano, bueno, ella estaría así si aún no hubiera almorzado…y llevara un saco puesto con ese calor- Entonces nos…

Ella asintió mirando la tienda junto a su casa, luego su casa, ese portón que se veía tan helado, aunque sabía que estaba casi en llamas.

-Espera- dijo él ¿acaso ella había dado un paso?- ¿Me das tú número? ¿Por favor? – y él ¿a qué hora saco el celular? ¿El número? ¡Pues claro que no…! A quien engañaba…si ya estaba en la mitad del número antes de siquiera pensar que estaba junto a un desconocido diciéndole donde vivía… Imprudente.

-¿Así?

Ella se acercó por aquello de la luz

-Sí- dijo y en un imperceptible adiós empezó a caminar, cada segundo más roja. La vecina se lo contaría todo a su madre, ella lo sabía.

El camino pasándose una mano por el cabello, ese cabello, ese gesto tan Potter. Extraño.  Ella y su fanatismo por Harry Potter, seguro ese chico era Sirius Black en versión joven.  Le observó mientras buscaba las llaves y abría la puerta.

Una vez adentro, fuera de la vista de algún chismoso dejó su cara inexpresiva o su sonrisa cortés y empezó a reír como una tonta quinceañera. Se dio una patada mental y terminó de llegar a su casa.

Pasaron tres minutos.

Una notificación en whatsapp…número desconocido…

Número desconocido…

Hola, soy Patrick, el chico de la buseta…”

Querrá decir, el chico que vive a la vuelta de tu casa… pensó ella sonriendo, contestando con un simple Hola, soy Rose y mandando el celular a algún lado de la habitación mientras se dejaba caer frente al ventilador…su amado ventilador.

Definitivamente, ese día era una señal del destino a olvidar lo que olvidaba olvidar y de alguna forma estaba cayendo en el olvido.

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