Para Julián
Arriba en las nubes queda la frontera del odio. Pude verla hace poco, cuando viajaba en mi burbuja, tan lejos de los desposeídos, que ya perdieron el color de su alma.
Intenté determinar a qué sabe su ira y su desfachatez, pero tan solo pude tomar una fotografía y guardarla bajo mis párpados.
Supe, más bien, que no tienen protección y que su energía negra y contaminante jamás podrá alcanzar la estela de nubes blancas, poderosas, serenas, exclusivas, que van tornándose amarillas y naranjas, en el color y las marcas de la tranquilidad.
Aprendí, como quizá debemos hacerlo, que el hambre del poder calcina, y que aunque crean que adelantan una revolución sin muertos y sin sangre, el desprecio por su propia soledad será el castigo que los persiga a donde vayan, porque no son más que miseria, seres del desasosiego, sin historia, soberbios, desadaptados, ignorantes.
En cambio tú, tienes también una burbuja sin tiempo ni espacio para el odio, un impulso que no se agota, ni siquiera cuando transitas los días que pasan, las circunstancias que llegan para preservarnos el alma.
En cambio tú, que estás hecho de lágrimas honestas, tienes un ritmo real, capaz de iluminar penumbras y conciencias.
Has sido frágil, pero ahora que te cobija la libertad y que aprendiste que quien se mete con lo sagrado se calcina, aprovecha que estás al pie de las nubes, y siente la emoción y el vigor de una visión profunda.
Entiende, como el poeta, que debajo de las nubes está tu refugio privado de olvidos premiados, y que aunque arriba de ellas crean vivir los semidioses, tu alma está hecha de mantras de poderosa felicidad que ni tus propias dudas pueden arrastrar.
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