Hundiendo teclas

Publicado el Carlos Mario Vallejo

Mis uñas pintadas y la discriminación de mis estudiantes

Debido a mi nueva manicure de tonalidad naranja, línea Fantastic de Vogue, he recibido la desaprobación de algunos de mis estudiantes y acudientes. A no pocos les ha dado duro el nuevo formato de clases por WhatsApp, de modo que visito a algunos, a horcajadas de la bicicleta femenina de la novia (me robaron la mía en Bogotá el año pasado).

Historia 1.

«Jaja, el profe es un rarito, debe ser gay», había mascullado por lo bajo un pequeño. “Ushhh”.

Este fue delatado por otro de la misma edad. “Profe, mire, él dijo eso de usted”. El otro sonrió, sin asomo de culpa.

«No importa – les respondí sonriente- los raros también merecemos estar. No hay que andar por ahí discriminando, muchachos».

Historia 2.

«Horrible», se le escapó a una aterrorizada madre de familia cuando mi uña anaranjada le señalaba a su hijito las conjugaciones del verb to be (en segundo plano, las orillas septentrionales del río empezaban a reflejar el atardecer).

Esto fue lo que flotó en materia de uñas crepusculares. No me pregunto por los juicios y celebraciones (espero, porque le reconozco a mi pareja sus destrezas como pintora de brochita gorda) en el silencio de los demás estudiantes y padres de familia visitados.

Historia 3.

Van a cumplirse 6 años desde que Sergio Urrego se lanzó al vacío desde el Titán Plaza ante la mirada impotente del vigilante. Sergio tomó la decisión porque no le permitieron tener a su novio en el colegio y lo mancillaron profesores, sicóloga y algunos compañeros.

Historia 4.

El domingo, mientras sacaba mis perros a un barrio ribereño en La Dorada, un grupo de cuatro estudiantes, entre ellos uno de la edad de Urrego, los otros algo menores, me saludaron, y se arremolinaron alrededor, festivos. Entrados en charla, el más grande y otro más o menos, decidió «bromear» con(tra) otro.

-Profe, mire, ese además de haber perdido varios años, da culo.

Todos carcajearon, incluso a quien hicieron la “broma” porque sabía que era en “broma”.

-Y si en verdad lo hiciera qué -repuse, tristemente analítico-.  Por ejemplo, yo doy culo, ¿y? (esto no es del todo cierto, pero si lo fuera, sería genial. Algunas mentiras blancas pueden tener valor pedagógico).

-Uy no profe, gas -dijo uno.

-Uy, mucho homosexual -apuntó otro, retorciendo un labio.

Mi nuevo perro Uma pasó olisqueando y atrajo la atención general.

-Ay no, mejor me voy de aquí, hay discriminación. Vámonos niños -les dije a mis mascoticas.

Lo de siempre: víctimas de la violencia y la cultura impuesta que pasan a convertirse en verdugos, como los soldados. Y no es por hilar delgado. La tendencia en esta ciudad es que los muchachos pretendan alistarse en el ejército.

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