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Se arraciman como fuelle de acordeón. Como interminables escalas barriales. Los libros, las pestañas del navegador, los mensajes en las bandejas de entrada. Nos miran en su “estado de amenaza”, como los describió Manuel Vilas en su reciente columna de Babelia (El País): “Pasan los días. Y la amenaza es cada vez mayor. Es una personal manera de disfrutar de la literatura: sintiendo su inminencia, pero no leyendo. Cada vez que paso por allí, allí está el libro (…)”.
Algunos, como el galardonado José Ovejero, sucumben a la inactividad. El madrileño confiesa que en estos días está disperso. “No consigo avanzar en la lectura. Pensaba que tendría más tiempo que nunca pero no lo aprovecho”. Misma situación que la del poeta colombiano Juan Manuel Roca: “dejo para mañana lo que puedo hacer hoy”.
En oposición, autores como el granadino Miguel Zapata y el sucreño John Jairo Junieles han fortalecido su vocación. Este: “Soy el primer sorprendido de mi disciplina de trabajo en estos tiempos de cuarentena (…) Ya estoy escribiendo una nueva novela”. Aquél: “Estoy escribiendo mi tercera novela a buen ritmo, como espoleado por el miedo o por yo qué sé qué intuición de apocalipsis”. A última hora, el ensayista Luis H. Aristizábal despachó una declaración urgente: su poder de concentración ha sufrido un notorio bajón, “aunque la imaginación se ha disparado con tantas noticias disparatadas”.
Una catorcena de autores se puso al Messenger con este blog, y a guisa de inventario de mercado enlistó sus pendientes y la manera como la coyuntura pandémica ha afectado su vida literaria.
En la imagen (izq. a der.): José Ovejero, Juan Manuel Roca, Adriana Villegas, Sergio Ocampo, Santiago Gallego, Juliana Muñoz, John Better, Miguel Zapata, Martín Franco, John Jairo Junieles, Karolina Urbano, Luis H. Aristizábal, Jeff Ruiz y Carlos Hernández.
- ¿Cuántas pestañas tiene aplazadas en el navegador y cuántos libros o revistas?
- ¿Ha logrado evacuar pendientes en este confinamiento o ha cedido a las garras de la procrastinación?
- ¿Qué tanta cabeza ha tenido para sentarse a escribir?
“…no escribo. O escribo muy poco, y mal”: José Ovejero (escritor).
- No creo tener pestañas pendientes. He leído los artículos que me parecían interesantes y sobrevolado unos cuantos. Los que sí se me acumulan son los libros; tengo encima de la mesa Salvar el fuego, de Guillermo Arriaga; Conexiones perdidas, de Johann Hari; y Ru, de Kim Thúy. Digo sólo los que tengo más próximos, porque tengo un montón que ni me atrevo a mirar.
- Y ese montón que no sé cuándo voy a leer me sirve para responder a la segunda pregunta: estos días estoy poco concentrado, disperso, no consigo avanzar en la lectura. Pensaba que tendría más tiempo que nunca pero no lo aprovecho.
- Y ésta es otra de las consecuencias de esa dispersión: que no escribo. O escribo muy poco, y mal. Sí me siento a escribir, una y otra vez, pero no me está sirviendo por ahora. Quizá, como quedan por lo menos tres semanas de estado de alarma ((la entrevista fue el 24 de marzo), acabe acostumbrándome a la situación y siendo más productivo.
“Gana la procrastrinación por tres a uno”: Juan Manuel Roca (escritor).
- Tenía unas fuertes declaraciones de Chomsky; la pandemia; el gobierno gringo. Ya leí, inquietante. También unos escritos y poemas de la Revista Literariedad, siempre recomendable. Libros haciendo fila: Historia del veneno: de la cicuta al Polonio, de Adela Muñoz Páez; El escritor como migrante, de Ha Jin; Genio y locura, de Karl Jaspers, un ensayo sobre Strindberg y Hölderlin.
- Gana la procrastrinación por un marcador de tres a uno. Dejo para mañana lo que puedo hacer hoy.
- Ha sido una defensa la escritura, una mampara, como la lectura y la música para no sentir la asfixia a que estamos abocados. Pero no es sencillo cantar al borde del abismo.
“Ahora trabajo a triple jornada”: Adriana Villegas (escritora).
- Tengo más de 20 libros y un número similar de revistas. No he leído ni media página.
2 y 3. Como escribí en la columna de hoy (domingo 22, en La Patria), ahora trabajo a triple jornada: sigo siendo la directora de la Escuela (de Comunicación social y Periodismo de la Universidad de Manizales) en teletrabajo. Además, me convertí en la profesora de primaria de mi hija (todos los días le mandan talleres) y en la empleada del servicio de mi casa. Los que estamos confinados acá comemos y ensuciamos ropa.
“No he leído porque me siento rebasado … y por apatía”: Sergio Ocampo (escritor).
- Ha llegado tanta cosa buena que tengo aplazado lo del coreano Byung Chul Han, y varios análisis de El País y de diarios gringos sobre las proyecciones de la pandemia. Empecé Qué es ser antioqueño, de Pedro Adrián Zuluaga. Y notas de un equipo que se llama Sintapabocas que está analizando el caso colombiano, y se ha ido lanza en ristre contra ese petardo que es Manuel Elkin Patarroyo. Libros: tres de Renato Cisneros, a quien iba a presentar en la Filbo; y Búsqueda incesante, de Felipe Agudelo.
- No he podido evacuar pendientes porque como soy profesor antes que nada, he tenido que entrar en la onda de las clases virtuales, que exigen mucha más preparación que una presencial.
- Llevo muchos meses sin escribir literatura. Inclusive me he retrasado con mi columna de El Espectador. Es que en noviembre mi mamá, uno de los seres que verdaderamente adoro, empezó en un franco deterioro de salud, y eso detuvo mi mundo en gran medida. Hace 15 días falleció. Estoy en duelo en el encierro.
“No he evacuado nada”: Santiago Gallego (escritor).
- Hace muchos días que no leo nada distinto a la prensa y artículos sobre el coronavirus. No he leído la edición antepasada de El Malpensante, tengo empezada una historia de la poesía colombiana de Cobo Borda y Cuatro años a bordo de mí mismo de Eduardo Zalamea. No sé cuándo retome estas lecturas pendientes. Por lo pronto, estoy intentando releer algunos ensayos de Montaigne para intentar sosegarme.
- No he evacuado nada. De hecho, solo tengo tareas y proyectos acumulados. He invertido todo mi tiempo leyendo sobre el coronavirus.
- No escribo con regularidad y estos días no han sido la excepción.
“Evacuar pendientes, solo en oficios de la casa”: Juliana Muñoz (escritora).
- Pestañas tenía muchas, como 10. Hasta que vino un técnico de ETB (empresa telefónica bogotana) y me las borró todas. Fue un gran alivio. Ahora solo tengo tres y todas son de El País Semanal.
- Evacuar pendientes, solo en oficios de la casa. En lecturas no porque igual tengo mucho trabajo.
- He bordado mucho y he escrito solo lo del trabajo. Cuando entregue pienso hacer un libro de cuentos.
“A veces me siento algo ansiosa y nerviosa”: John Better Armella (escritor).
- El computador lo tengo hibernando. En la mesita gay de noche, tengo dos libros y una revista. Libros: Virulenta, una novelita de Kassandra Larkv, y Loco Afán. Crónicas de Sidario, de Pedro Lemebel. Y una revista Vanidades de 1987.
- Lo único evacuado han sido mis miserias. A veces me siento algo ansiosa y nerviosa. Pongo música de Cornelius, y se me quita.
- Solo lo que subo a Face y uno que otro texto refrito. Aunque en mi gran cabeza veo el film de lo que será mi nueva novela.
“Es imposible aburrirse en esta coyuntura”: Miguel Zapata (escritor).
- Se me acumulan las lecturas pendientes y la cuarentena actúa de disolvente: le estoy dando salida a la Nobel polaca Tokarczuk (Los errantes), al húngaro Péter Esterházy (‘Armonía celestial’) y al iraquí Ahmed Saadawi (Frankenstein en Bagdad).
- Ni procrastino ni me estreso más que por la propia actualidad sanitaria. No es concebible el bloqueo en un ámbito de confinamiento. O trabaja la mente o uno es derrotado, porque el cuerpo no tiene margen para nada.
- Estoy escribiendo mi tercera novela a buen ritmo, como espoleado por el miedo o por yo qué sé qué intuición de apocalipsis. Escribo, leo, juego con mi hijo, trabajo online con mis alumnos. Es imposible aburrirse en esta coyuntura.
“Es imposible no procrastinar”: Martín Franco (editor).
- Suelo leer de manera muy desordenada y eso hace que siempre tenga varios libros en la mesa de noche, muchos a medio camino. Tengo tres: Los días que se arrastran, de Carlos Castillo; El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers; y Basada en hechos reales, de Delphine de Vigan. ¿Pestañas en Chrome? La vedad, ninguna. Leo los artículos que me interesan en el día, pero ninguno guardado. Miento. Estaba mirando en los guardados de Facebook y veo dos: una entrevista con Yuval Noah Harari en El País, y otra de J.R. Moeringher en Jotdown. Me pondré a leerlos.
- Es imposible no procrastinar: eso es inevitable hace rato, haya o no cuarentena. Sin embargo, este tiempo me ha permitido releer y profundizar en géneros con los que tengo grandes deudas, como la poesía.
- No es fácil, sobre todo porque con mi hijo pequeño corriendo de aquí para allá el silencio se ha convertido en un bien escaso. Pero trato de mantener la disciplina, en la medida de lo posible.
“Soy el primer sorprendido de mi disciplina”: John Jairo Junieles (escritor).
- Tengo muchas pestañas-ventanas abiertas en el computador cuando escribo, sobre todo links de música, salto del rock a la salsa, pasando por música sinfónica o bolero. También el diccionario virtual de sinónimos y varias web. Tengo mesa de noche, pero es para la lámpara y el cenicero. A veces por temporadas fumo, que es una forma de controlar la ansiedad y no volverse loco en estos momentos. Por eso los libros y papeles que leo duermen conmigo en mi cama, que vive repleta de libros. Y salto de uno al otro casi que por impulsos o instintos inexplicables.
- Soy el primer sorprendido de mi disciplina de trabajo en estos tiempos de cuarentena. No sabía que podía comportarme así. Ya estoy escribiendo una nueva novela y mantengo correspondencia con gestores culturales que se están inventando actividades en la web para que se mantenga la dinámica cultural.
- Vivimos una situación de fuerza mayor. Solo queda habitar el pequeño mundo doméstico que nos queda. Siempre tengo material para escribir ficciones o no ficciones; no tengo problemas para sentarme a crear a partir de eso. Solo queda organizar ese material y buscarle un sentido estético.
“Tampoco me interesa sentarme a escribir”: Karolina Urbano (escritora).
- La verdad, las ventanas acumuladas en mi ordenador son los tutoriales de la universidad para clases virtuales. No he podido terminar Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara; Animales del fin del mundo, de Gloria Susana Esquivel, y La Azotea, de Fernanda Trías.
- He tenido que trabajar, pero curiosamente he leído poesía: No hace falta que te digan que te quites, de John F. Galindo, me encantó. Es una voz muy auténtica, recomendadísimo. No creo que se escriban muchas cosas buenas por estos días. Los genios escriben en circunstancias increíbles porque son genios no por las circunstancias, esto es, a pesar de ellas y no gracias a ellas.
- Los genios escriben en circunstancias increíbles porque son genios no por las circunstancias, esto es, a pesar de ellas y no gracias a ellas. En mi caso hay circunstancias increíbles pero no genialidad. Tampoco me interesa sentarme a escribir. Es tiempo de observar conservar la calma, seguir observando.
“Me dedicaré a los clásicos”: Luis H. Aristizábal (escritor).
- No tengo libros en la mesa de noche, leo siempre en el computador.
- Sigo más o menos el mismo ritmo de lectura de siempre. No tengo lecturas acumuladas, leo un poco al azar pero sin dejar pendientes.
- La cabeza sí se ha resentido, sobre todo para escribir. No tengo el mismo ritmo, por andar leyendo otras cosas sobre la pandemia. Como ya lo escribí por aquí, me aburrí de leer tanto documento que me mandan y ahora me dedicaré, como siempre, a los clásicos.
“He perdido tiempo en redes”: Jeff Ruiz Rave (escritor).
- Como no suelo leer desde el navegador no tengo muchas pestañas pendientes. Las únicas: algunas editoriales o distribuidoras de películas que han liberado contenido, como la editorial Errata Naturae o La Casa del Cine M. Y en la mesa de noche: Las voces del tiempo, de J. G. Ballard; Conversaciones con Woody Allen, de Eric Lax, e Historías de fantasmas, de Henry James.
2. He avanzando un poco en mis pendientes y he evacuado algunas. También he caído mucho en la procrastinación y perdido tiempo en redes.
3. Hice un cuento hace una semana que me costó más de lo normal. Desde eso no he tenido mucha cabeza para sentarme a escribir. Me ha resultado algo difícil enfocar la atención en algo distinto a la crisis, por el bombardeo de información y la histeria que se respira. Pero lo que sí he podido hacer es editar textos que tenían archivados.
“Si tengo cabeza para algo, sería para leer “: Carlos Hernández (periodista).
- Sólo tengo una en el celular. Un texto largo sobre BoJack Horseman. Lo empecé hace más de un mes cuando me terminé la serie, y ahí voy. Hace rato no lo retomo, pero ahí está la ventana. Libros: El Corazón de la oscuridad, de Conrad (lo estoy leyendo. Es una traducción de El Peregrino que cambia «tinieblas» por «oscuridad»). Las obras completas de María Mercedes Carranza y de Héctor Rojas Herazo. Las leo poco a poco al tiempo que leo otros libros (no leo mucha poesía).
- Nada. Sigo con la misma carga de trabajo (La Silla Vacía). Le trato de sacar tiempo a lo que venía leyendo antes de la emergencia.
- Sólo escribo periodismo desde hace mucho tiempo. Así que si tengo cabeza para algo, sería para leer.