Por: Carlos Mario Vallejo

Como Ética promiscua es el documento fundamental para entender las bondades del poliamor (o no), como es un libro que puede cambiar el mundo, como las autoras Dossie Easton y Janet W. Hardy son PHDs, lesbianas, heterosexuales, madres de familia, pro prostitutas, activistas elegebeteí, terapeutas de relaciones, poetas … como son “putones” (palabra que acuñaron para universalizarnos en el lenguaje del amor, del poliamor), como ellas han escrito este texto fundamental para una moral sexual sin las telarañas malsanas de la cultura impuesta, me limitaré a abrir y cerrar una veintena de comillas por entrada hasta casi abarcar todo un libro que, a pesar de su aguda transparencia, o debido a esta, deviene en una nave alucinante, reveladora, esperanzadora e indispensable para surcar la lucha contra las fuerzas del mal representadas en la persecución del amor y el sexo libres.
- “Como putones orgullosos, creemos que el sexo y el amor sexual son fuerzas positivas fundamentales, actividades con un potencial para reforzar lazos íntimos, mejorar la vida, abrir la conciencia espiritual, incluso cambiar el mundo. Es más, creemos que toda relación sexual consensuada tiene esos potenciales y que cualquier camino erótico, elegido conscientemente y seguido de manera atenta, puede ser una
fuerza positiva, creativa en la vida de los individuos y sus comunidades.
Los putones comparten su sexualidad al igual que las personas filantrópicas comparten su dinero: porque tienen mucho para compartir, porque les hace felices hacerlo, porque compartir hace del mundo un lugar mejor. A menudo los putones se encuentran que cuanto más amor y sexo dan, más tienen: un milagro de los panes y los peces en el que la avaricia y la generosidad van de la mano para proveer más para todo el mundo. ¡Imagina vivir en la abundancia sexual!” - “Por supuesto, cada putón es diferente, con virtudes y defectos y con necesidades y valores distintos. Algunos putones expresamos diferentes partes de nuestra personalidad con distintas personas. Algunos disfrutamos flirteando por el placer de hacerlo. Algunos convertimos el sexo en un arte. Algunos encontramos estas partes de nuestras vidas tan importantes que la promiscuidad es una parte básica de nuestra identidad, una de las maneras en que nos definimos; mientras que otros entramos y salimos de la promiscuidad de acuerdo con el deseo y las circunstancias”.
- “A todos nos han enseñado que sólo una manera de relacionarse —el matrimonio heterosexual monógamo para toda la vida— es la única manera correcta. Se nos dice que la monogamia es «normal» y «natural». Si nuestros deseos no caben dentro de esos límites, carecemos de moral, tenemos problemas psicológicos y somos contra natura”.
- “A finales del siglo XVIII, doctores y pastores empezaron a afirmar que la masturbación era nociva y pecaminosa, que la más inocente válvula de escape era peligrosa para la sociedad, y los libros sobre crianza de la prole mostraban aparatos para evitar que sus bebés se tocasen los genitales al dormir”.
- “No creemos que exista algo como «tener demasiado sexo», excepto en ciertas ocasiones felices en que nuestras opciones posibles exceden nuestra capacidad. Ni creemos que la ética de la que hablamos aquí tenga nada que ver con la moderación o la abstinencia. Kinsey definió una vez a una «ninfómana» como «alguien que tiene más sexo que tú» y, siendo científico, demostró su afirmación con estadísticas».
- “¿Tener menos sexo tiene más mérito que tener más? Creemos que no. Nosotras medimos la ética de los buenos putones no por el número de parejas que tienen, sino por el respeto y cariño con que las tratan”.
- “Compulsivos Sexuales Anónimos y Adictos al Sexo Anónimos te animan a definir qué vida sexual sana quieres para ti. Si tu objetivo es la monogamia, está bien; si tu objetivo es dejar de buscar sexo en lugar de amistad, o cualquier otro patrón de conducta que desees remodelar, está bien también. Nosotras no creemos que las personas adictas al sexo que se recuperan tengan que ser monógamas, a no ser que deseen serlo”.
- “De la época victoriana hemos tomado la idea de que, cuando se trata de sexo, los hombres son voraces y depredadores sin remedio, y se espera de las mujeres que los controlen y civilicen siendo puras, asexuales y puritanas. Los hombres son el acelerador y la mujer el freno, lo que nos parece que es bastante duro para el motor. A nosotras no nos funciona nada de esto».
- “El antiguo razonamiento «¡Oh, está celosa, debo importarle de verdad!», o la escena en que la chica se enamora cuando el chico noquea al pretendiente rival, son síntomas de unos límites personales muy trastornados que pueden acarrear mucha infelicidad”.
- “Una relación externa no tiene que restar nada a la intimidad que compartes con tu pareja excepto si se lo permites. Y, sinceramente, esperamos que no lo hagas…ser un putón no significa simplemente hacer lo que te apetezca cuando te apetezca con quien te apetezca…”.