En el penúltimo colegio que estuve con la clase de literatura, logré conectar a más de la mitad del grupo de séptimo (niños de 12 y 13 años) con Extraños en un tren, tal vez la novela más lograda de Patricia Highsmith. Por el traslado de colegio quedamos a mitad de camino, ya consumados los asesinatos. No solo la trama los atrajo, como atrajo a Hitcock, que la llevó célebremente a pantallas, sino la sensibilidad descriptiva de Patty (así firmaba la Highsmith sus cartas a amigos como Jorge Herralde) para perfilar los personajes en esta historia en la que Bruno mata a la esposa de Guy, a quien conoce en el tren, y obliga a este -coartada perfecta- a matar a su odiado padre.
- “Diríase que la pradera ondulaba solamente, como una inmensa manta, rosada y ocre, que alguien estuviese sacudiendo”.
- “Diríase que los ojos inyectados en sangre habían estado clavados en él todo el rato detrás de los párpados cerrados”.
- “Guy le miró con cara de asco. La figura de Bruno parecía desvanecerse por sus contornos, como un fenómeno de delicuescencia. Diríase que había quedado reducido a una voz y a un espíritu, el espíritu del mal”.
- “Dentro de él, invisible desde fuera, oculto como la imperfección de una joya, había temor, temor al futuro y al fracaso, un temor que jamás había logrado vencer”.
- “Miriam sonrió y rápidamente volvió a cerrar sus carnosos labios rosa y naranja. «Lo hace para disimular cuán espaciados están sus dientes», recordó Guy”.
- “Por su silencio, por su modo infantil de humedecerse el labio superior con la lengua, Guy entrevió la trampa en que Miriam estaba metida”.
- “El aire de ensueño empezaba a disiparse como la niebla en los ojos verdes agrisados de Miriam”.
- “De vez en cuando, se inclinaba para acercarse al espejo y con sus ojos grandes y azules escrutaba las pequeñas arrugas que se dibujaban bajo sus párpados y las líneas curvadas que la risa había impreso en su rostro partiendo de la base de la nariz. Si bien su mentón tendía a retroceder un poco, la mitad inferior del rostro se proyectaba hacia adelante, haciendo que sus labios carnosos sobresaliesen de modo muy distinto al rostro de Bruno”.
- “Murmullos nocturnos. Insectos. Bichitos. Y un mosquito junto a la oreja. Bruno se la cubrió con la mano ahuecada y el trompeteo del mosquito se hizo ensordecedor, apagando las voces”.