Hundiendo teclas

Publicado el Carlos Mario Vallejo

8 selecciones de Bartleby y compañía, de Enrique Vila Matas.

    1. “Cuando empecé – escribe Vila Matas sobre la técnica de escritura que adoptó Simenon- tardaba doce días en escribir una novela, fuera o no un Maigret; como me esforzaba en condensar más, en eliminar de mi estilo toda clase de florituras o detalles accesorios, poco a poco pasé de once días a diez y luego a nueve. Y ahora he alcanzado por primera vez la meta de siete”.
      2. “‘Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos’, decía Marguerite Duras”.
      3. “Richard Ellman, en su biografía sobre Joyce, describe esta escena que parece salida del teatro del No: ‘Joyce tenía entonces cincuenta años, y Beckett veintiséis. Beckett era adicto a los silencios, y también Joyce; entablaban conversaciones que a menudo consistían solo en un intercambio de silencios, ambos impregnados de tristeza, Beckett en gran parte por el mundo, Joyce en gran parte por sí mismo. Joyce estaba sentado en su postura habitual, las piernas cruzadas, la puntera de la pierna de encima bajo la canilla de la de abajo; Beckett, también alto y delgado, adoptaba la misma postura’”.
      4. “’He escrito mi novela, -dijo al final de sus días- sólo para rescatar recuerdos raídos que brillaban suavemente en mi memoria’: Henry Roth”.
      5. “’Edmundo de Bettencourt –escribió alguien en el periódico República- falleció ayer en voz baja. Desde hacía treinta y tres años, el poeta había elegido vivir sin canto alguno, como si hubiera ajustado a su vida una sordina’”.
      6. “…me da por recordar una historia de copistas en México: la de Juan Rulfo y Augusto Monterroso, que durante años fueron escribientes de una tenebrosa oficina en la que, según mis noticias, se comportaban siempre como puros bartlebys, le tenían miedo al jefe porque este tenía la manía de estrechar la mano de sus empleados cada día al terminar la jornada. Rulfo y Monterroso, copistas de la Ciudad de México, se escondían muchas veces detrás de una columna porque pensaban que el jefe no quería despedirse de ellos sino despedirles para siempre”.
      7. “Como escribe Marcel Bérnabou en Por qué no escrito ninguno de mis libros: ‘Sobre todo, no vaya usted a creer, lector, que los libros que no he escrito son pura nada. Por el contrario (que quede claro de una vez), están como en suspensión en la literatura universal’”.
      8. “Y es que Cadou, a diferencia de Marboeuf, no se limitó a verse toda su breve vida (murió joven) como un mueble, sino que, al menos, pintó. Pintó muebles precisamente. Fue su manera de olvidarse de que un día quiso escribir. Todos sus cuadros tenían como característica absoluta un mueble, y todos llevaban el mismo enigmático y repetitivo título: “Autorretrato”. ‘Es que me siento un mueble, y los muebles, que yo sepa, no escriben’”.

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