En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Cada vez que arde Alejandría

El califa Omar preguntó, antes de ordenar quemar la biblioteca: ¿todo lo que contienen esos rollos está en contra de dios? No, le respondieron los sabios. Entonces ¿todo lo que contienen esos rollos es la prueba de dios? No, le respondieron los sabios. Si lo que contienen no está en contra de dios pero tampoco es prueba de su existencia, dijo el Califa, entonces son igualmente infieles y deben ser quemados.

A partir de esa anécdota apócrifa se puede deducir que: estar en contra o a favor de dios tenía el mismo nivel de importancia. Cada vez que muere un anciano en una tribu sin escritura arde Alejandría. Cada vez que cae una bomba sobre Siria, arde Alejandría. Cada vez que una casa de subastas vende una piedra labrada producto del saqueo a Iraq arde Alejandría. Cada vez que vuela un dron sobre Chiribiquete. Cada vez que una familia embera pide monedas en una calle de tu ciudad, está ardiendo Alejandría. Arde Alejandría todos los días frente a nosotros y apenas nos damos cuenta.

La memoria es tan frágil como el Museo Nacional de Brasil o como esa niña que sale a pastorear cabras sin saber cómo hacerlo en la película Pájaros de verano, y no lo sabe porque ha perdido todas sus tradiciones, su memoria, su pasado.

Cuando los paramilitares comprendieron la división entre tribus wayús debido a las desgarraduras que provocó el comercio voraz de marihuana aprovecharon la guerra interna para dominar el territorio y abrir un nuevo mercado. Lo hicieron descosiendo aún más la carne herida de la cultura. Como los hombres no podían tocar a los asesinados, pero las mujeres sí, entonces decidieron asesinar a las mujeres. Los cuerpos quedaban a la deriva tras las masacres, pudriéndose al sol y los espíritus de esa etnia matriarcal quedaban deambulando por el desierto trasmigrados en pájaros de mal agüero. Esto no lo alcanza a mostrar la bella película de Cristina Gallego y Ciro Guerra. Pero la historia que cuentan lo cifra y anticipa con metáforas del declive de una cultura: al palabrero wayú lo reemplaza el culebrero antioqueño. La muerte simbólica de la palabra es la des-conexión de una generación con toda su cultura.

Arde Alejandría todos los días y apenas nos damos cuenta.

Imagen: incendio Museo Nacional de Brasil, captura de pantalla.

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