En contra

Publicado el Daniel Ferreira

No somos así

Hacía una maestría a distancia en España. Decidió ahorrar para poder viajar por Europa cuando tuviera que ir a Barcelona a recibirse posgraduada. Su destino soñado: Estambul. Llegó al aeropuerto hablando un precario inglés. El taxista que la llevaba al hotel descifraba a medias lo que decía. Ella también entendía a medias las respuestas. Le explicó que quería visitar sitios turísticos. El taxista le dijo que la llevaba. Sin cobro. Ella dudó: ¿gratis? El taxista elogió su belleza. Ella se sintió halagada y aceptó. Fueron enseguida para aprovechar los 5 días que pasaría en Estambul. El taxista le compró una pashmina con la que la instó a cubrirse la cabeza. El tipo la invitó a comer Kebab. Pidió la comida empacada y la llevó a ver las estrellas en Estambul. Mientras comían, ella reflexionó: “Yo tan loca, irme con este man”. Decidió que se le había hecho tarde y que debían regresar a la ciudad y luego al hotel para tomar la reservación. De camino, el hombre se mostró parco y de mal humor. Preguntó si ella tenía novio. Ella dudó un instante pero luego respondió que no. Él preguntó si podían ser novios. Ella negó. El taxi se detuvo una cuadra antes de llegar al hotel, en un cruce de varias calles concurridas. Ella pidió que abriera para extraer las maletas. El hombre le dijo que le debía, en dólares, una cifra que ella convirtió mentalmente a pesos colombianos: 2.000.000. Era todo lo que llevaba para aquel viaje. Si no le pagaba, se quedaría con sus maletas.  Ella le dio el dinero que llevaba. El tipo abrió la puerta y cuando ella bajó, el taxi desapareció por las calles de Estambul.

La madre le ayudó con un envío de dinero. Pero se aburrió deambulando por una ciudad donde acercarse a cualquier persona le provocaba miedo. Faltando un día para irse, un turco la abordó en un bar. Ella le dijo: “No confío en los turcos. Y por favor no me hable”. El hombre preguntó por qué no confiaba. Ella le resumió la historia del taxista. El hombre le dijo: “No somos así”. Ella aceptó una cerveza. Hablaron.  Tuvieron un romance. El hombre la llevó a los principales sitios turísticos, a la basílica, a la mezquita, el Bósforo, a los bazares, las basílicas bizantinas, le compró regalos y al día siguiente, el último día que se vieron, la acompañó al aeropuerto, y en la salida de vuelos extranjeros le dio un collar de protección de mujeres, la mano de Fátima, y le devolvió el dinero exacto que el otro, el taxista, le había robado:

-Todos los turcos no somos así.

“Pero lo eran”, reflexionó ella. “Ese me dio su tesoro otomano, porque se acostó conmigo. Era la paga que una mujer merecía por no despreciarlo.”

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