En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Adiós al amigo

Adiós al amigo es una serie en 6 capítulos realizada por el director de cine Iván Gaona y La Contrabanda producciones en las montañas de Santander. Situada en un tiempo histórico muy preciso: 1902, cuenta el viaje de un combatiente y un fotógrafo cuyo destino se cifra en un duelo en los días en que el armisticio entre las fuerzas rebeldes liberales y el gobierno del golpista Jose Manuel Marroquín es ya un hecho al firmar las partes el acuerdo de Neerlandia por el cual se daría fin a esa guerra que ya llevaba para entonces 3 años y había dejado 100.000 muerto de una población total de 9 millones de habitantes.

Santander es el territorio donde empezó la guerra cuando los obreros de las haciendas fueron reclutados por las fuerzas liberales al mando de Manuel Vargas Santos y al cabo de tres años quedó convertido en un territorio de derrotados. La gran derrota luego de las incesantes revoluciones del siglo XIX que empezaron y acabaron allí también.

Cada capítulo va dando paso a una serie de personajes tocados todos por la Guerra de los mil días: una cuadrilla de combatientes desorientados están a punto de exterminarse unos con otros. Una viuda tabacalera profetiza el futuro y es blanco de la violencia cristiana de sus vecinos. Un librepensador expedicionario, el Conde de Cuchicute, atraviesa con su ajuar y sirvientes las tierras devastadas por la contienda. Un general revolucionario, Rafael Uribe Uribe, cuya lección de guerra alienta los anhelos y necesidad de la paz ante la evidencia de una lucha fracasada entre connacionales. Unos indígenas llaneros que imparten curas de yopo en polvo a todos los que creen que el mundo humano es la única realidad posible. Un mando militar, Casabianca, enardecido por la sangre a quien la guerra ha convertido en el azote de una vereda en un territorio donde el único pacto a cumplirse es con el exterminio.

Filmada en los paisajes caniculares del cañón del Chicamocha, cada capítulo se resuelve como si avanzaras por esa tierra dura compuesta por caminos de infinitas llegadas. Se llega a una bifurcación, a un nido de tunas espinosas, a un campo de tabaco con caney quemado, a la sombras de las nubes proyectadas sobre el camino, al río de piedras del fondo, a las sierras yermas, a las piedras fósiles.

La serie propone cuestionamientos al belicismo y la perfidia cuando se requiere que prevalezca la paz para el bien común. Todos expresados por ese camino del bosque seco tropical de Santander. Preguntas sobre el pasado, sobre las generaciones anteriores y las herencias que son también asuntos sobre el presente y las identidades, asuntos sobre la eficacia de la narración cinematográfica, sobre el pacifismo y el bipartidismo, sobre Colombia profunda y el fin de las guerras que es, en nuestro país siempre empobrecido y desigual, el comienzo de nuevas guerras.

La más notoria de estas cuestionas es que la pobreza, la injusticia, la ignorancia y la venganza (y no tanto las ideas políticas) alimentan la violencia. Pero que cada generación tiene la oportunidad de cambiar la regla. Seguir el instinto ciego de la venganza lleva a encontrarse tarde o temprano con la ética y con la historia, cuando no con el dolor y la perfidia. El fotógrafo se junta con el combatiente porque este asegura que puede ayudarle a vengar el asesinato aleve de su padre. El combatiente se junta con el fotógrafo porque ve en su rencor el subterfugio para tener la última oportunidad de conservar la vida, así que la lealtad es un valor relativo que aproxima a los seres humanos en «la horrorosa» pero no sobre la honestidad sino en la conveniencia. Todos los personajes que se encuentran por el camino que han emprenden en pos de hacer justicia o de la subsistencia traen una parte de la fórmula necesaria para alcanzar la paz, pero deben juntarlas para llegar a comprender el todo que los reúne.

La viuda chicotera les enseña a encarar el espejo del bipartidismo. El filósofo y comerciante librepensador y el amigo al que traiciona les muestra el principio insobornable de la libertad. El general Uribe Uribe encarna la necesidad de reconocer los errores y oír al enemigo y el que en últimas esa espiral inagotable violencia y desacuerdos solo puede eludirse con un cambio de mirada (porque los rebeldes estaban mirando hacia el pasado y omitiendo el futuro sin cambiar los factores que alimentaban la guerra en su presente). El militar que ha cometido vejámenes y crímenes de guerra sin tregua los enfrenta a la lógica perversa que ha movido a todos los que son instrumentos de impartir muerte: si aniquilas al enemigo lograrás vencer pero sacrificarás la paz. Los indígenas propician la certeza de que todo el rencor y el dolor deben sanar primero en el corazón de cada uno para que empecemos por perdonarnos y respetar las diferencias con los demás.

En términos cinematográficos, la narración junta las dos fórmulas infalibles del género western: los duelos y la reunión imprevisible de personajes antagónicos, pero en una dimensión extraordinaria: la historia de Colombia. La banda sonora a cargo de Edson Velandia integra los sonidos y los instrumentos rudimentarios de la época a los silencios y pausas del paisaje reverberante de las bravas tierras. La fotografía es una reflexión sobre la apropiación que debe hacer el pueblo del documento histórico y la representación. ¿Qué es el pueblo? ¿Dónde está el pueblo en las fotografías del pasado? El pueblo está unificado como ejércitos y conjuntos pintorescos, pero sin particularidades, ni nombres, ni historia, ni memoria. Si miramos a ese pasado corroboraremos que están los hechos históricos, y están las fotos de los protagonistas del poder y de las élites, pero el pueblo no está. La fotografía aparece constantemente aquí como una reflexión sobre la apropiación: la necesidad de preguntarse sobre la identidad para cambiar la representación, o para iniciarla; la acción de hacer fotos, de dejar registro, huella del paso sobre la tierra, es además uno de los elementos conectores en todos los capítulos (ellos no serán libres hasta que aprendan a verse), y es el gran colofón que indica una revisión urgente del pasado, de las identidades mestizas de los pueblos que han luchado para unificarse como una nación y que han sido engañados y traicionados constantemente por la desidia y soberbia de sus dirigentes.

Los errores en que puede incurrir si se toma literalmente la etiqueta de western histórico (el general Casabianca ya estaba muerto para la fecha y Uribe Uribe no regresó a Bogotá por Santander tras la firma en Neerlandia porque pasó a Panamá vía depresión momposina y solo se hizo pacifista diez años después del Wisconsin siendo senador) no lo son de continuidad, porque la narración obedece a una lógica distinta que es la del mito, donde lo histórico es el trasfondo que sitúa las tramas individuales, pero el verdadero vehículo de las situaciones es el conflicto individual de los protagonistas. Y eso es un logro del guión. Gaona crea una narración cinematográfica fluida y convincente a partir de diálogos y escenas simbólicas que se hacen atemporales e independientes de los hechos históricos que la pieza alude.

El cine de Iván Gaona, La Contrabanda y sus actores (presentes ya en otras piezas que han ido conformando en las montañas de Santander) alcanza en esta serie una madurez, simplificación de recursos a elementos metafóricos y efectividad en la dirección de actores, al punto que a las películas y cortos que ya suman se les añade una gran serie para la consolidación de una cinematografía hecha íntegramente desde la periferia.

El 3 de septiembre de 2020 se estrena por Señal Colombia (tv pública colombiana) a las 9:00 p.m., y se exibirá en línea en la sala virtual del Mamm de Medellín.

Ha nacido un John Ford en Güepsa.

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