Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Chiyome Mochizuki (1540-1582)

Hasta la muerte de su esposo, un prominente samurái de la época, Lady Chiyome no sería más que una noble aposentada en el castillo de su marido, el poderoso señor feudal. Así pues, no sería sino después de enviudar que la historia de Mochizuki comenzaría a constituirse como una leyenda. Un destacado guerrero y soberano del imperio japonés, Takeda Shingen, convenció a Lady Chiyome para que, valiéndose de sus buenas relaciones con los ninjas, creara una especie de escuela para capacitar a mujeres espías y asesinas. Mochizuki aceptó la propuesta, y en los próximos años estuvo reclutando a las sukeban y yakuzas, aquellas mujeres cuyos ominosos destinos las habían llevado a las malas andanzas, el crimen, la prostitución y todo tipo de problemas con la ley. Las indigentes, prófugas y huérfanas serían su principal interés, siendo así que en cuestión de pocos años Chiyome había constituido la más refinada escuela clandestina de instrucción guerrera. Conocidas como las Kunoichik, estas mujeres eran aleccionadas en técnicas marciales y en el manejo de utensilios comunes para que sirvieran como armas letales, además de ser instruidas en el arte de la seducción y de convertirse en expertas del disfraz. Estafadoras, timadoras, encantadoras, oportunistas, traidoras, engañosas, estas fascinantes mujeres mortales resultaban una de las armas más mortales y eficientes con las que contó por aquella época la orden de Takeda Shingen; cautas, sutiles, elegantes, estas mujeres versátiles, diestras en el amor y polifacéticas, sirvieron como una herramienta de guerra a la que los hombres difícilmente pudieron combatir. A aquella que intentaba rebelarse y desertar de su educación como asesina, Mochizuki le recordaba el desahucio del cual ella misma la había rescatado, y la vida que le esperaba si abandonaba esta institución a la que entendía no tanto como una escuela de formación marcial, sino como el albergue que brindaba hospitalidad y refugio a mujeres desamparadas. Se les educó para que de alguna forma se impidieran sentir las pasiones humanas, y su frivolidad no las dejaba crear ningún vínculo emocional; no tenían amantes ni menos pareja. Sin embargo, su entrenamiento también incluía el dominar sus habilidades femeninas para atraer y enloquecer a los hombres sexualmente, arrebatándoles sus más íntimos secretos y en varias oportunidades la vida misma. Su gestión como espías profesionales llegaba a tal compromiso, que muchas de ellas mantuvieron su falso papel hasta el punto de llegar a casarse si la misión así lo ameritaba. Entre sus muchas tareas de enseñanza estaba incluida la instrucción religiosa, y no porque la academia promoviera un sentido espiritual o profesara una religión en particular, sino porque al graduarse las asesinas profesionales solían disfrazarse de mikos (monjas), lo que les permitía viajar más desapercibidas, sin despertar casi sospechas y desatendiendo varias estrictas regularidades a las que eran sometidas con rigurosidad las personas que no ostentaban un cargo religioso. Se cree que fueron alrededor de unas trescientas mujeres las que conformaron la peligrosa legión de las Kunoichik. Poco se sabe de cómo acabó la vida de Chiyome. A la muerte de Takeda, la institutriz de asesinas sería reclutada por la Orden Templaria del Japón feudal. Al parecer legó su lugar de directora a otra mujer que continuó durante un tiempo con la empresa de Mochizuki. Se dice que fue perseguida y asesinada, se dice que murió de vieja. La historia le perdió el rastro, pero lo que conocemos de sus aventuras le han sido suficiente para convertirse en un personaje representativo dentro del folklor japonés. Los jóvenes de hoy día no la tienen del todo por una desconocida, ya que es común verla en los cómics de anime y en varios videojuegos.

Chiyome Mochizuki

 

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