Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Los tesoros de Manfred Blaeser

No es fácil hacer amigos en Alemania, quiero decir, hacer amistad con alemanes. Amistad, entiéndase bien, en el sentido de afecto íntimo, duradero, incorruptible por el tiempo y la distancia, refractario al egoismo, amistad –en fin– como sentimiento más profundo y más altruista que el amor.

Bien visto, hacer este tipo de amistad no es fácil ni en Alemania ni en ninguna parte, sólo que los meridionales sabemos disimular mejor y universalizamos el uso de la palabra «amigo» aplicándola urbi et orbi, es decir, también a aquellos y aquellas que entre septentrionales serían simplemente «buenos conocidos».

Y resulta que quien les cuenta, quizá por llevar viviendo en Alemania casi dos tercios del total de su vida, ha logrado hacer amistades en este país. No muchas, no llegan a la media docena, pero cada una de ellas vale  por media docena de las otras que llamaré meridionales. De uno de esos amigos alemanes quiero hablarles hoy.

De Manfred Blaeser, natural de Tréveris, con lo que ya les digo que es paisano de Carlos Marx, pero además que ha nacido junto al Mosela y allí donde Alemania se vuelve Francia. Conocí a Manfred por razones de tareas de asesoría discográfica que debimos desempeñar en común, en la Radio Deutsche Welle, y al cabo de muy poco tiempo nos tuteábamos y nos visitábamos recíprocamente en nuestros domicilios, amén de que nuestras esposas hicieron también una excelente amistad, y sus tres hijas se convirtieron en las baby sitters permanentes de nuestros niños, entonces aún muy pequeños.

Todo eso fue alrededor de 1970, y la amistad se ha mantenido y acrisolado hasta el día de la fecha. Pues bien, Manfred es uno de los coleccionistas más consecuentes y mejor enterados que ustedes pueden imaginarse. Su pasión son los grabados y los autógrafos, y de ambos tiene buenísimas y amplias colecciones.

A la de autógrafos me siento orgulloso de haber contribuido con no pocos libros dedicados personalmente a él –a petición mía– por algunos de los más grandes escritores de América Latina, entre ellos el mismísimo García Márquez, amén de que le he ido regalando en ocasiones muy señaladas (sus cumpleaños, por ejemplo) originales de cartas de gente como Jorge Amado, Alejo Carpentier o Julio Cortázar. Y en su colección de grabados se cuentan varios que ya quisieran muchos museos de campanillas tenerlos colgados en sus paredes, sobre todo los de los maestros del expresionismo alemán.

En el año 2001 Manfred editó por su cuenta y riesgo un libro de tirada limitada, sólo para regalar a los amigos y a los buenos conocidos, en el que cuenta con mucha gracia cómo fue formando sus colecciones. Comienza el libro con la cita de un poema popular de 1781 grabado en el fondo de un cajón de cigarros, que Manfred heredó de su padre y es la primera pieza de su catálogo. Y luego añade esta anécdota:

«Desde muy temprano tuve olfato para las cosas viejas raras y preciosas. Iba una vez de compras por encargo de mi madre cuando me encontré en la calle con dos muchachos que, sólo por divertirse, estaban destrozando dos violines que habían encontrado en un desván. Les rogué que me enseñasen el violín que seguía intacto. Cuando oyeron mi propuesta de comprárselo, enseguida estuvieron de acuerdo. Del dinero de mi madre les pagué los cuatro marcos que habíamos acordado. A mi madre, para quien cuatro marcos eran mucho dinero en aquellos tiempos, y que además no compartía mi entusiasmo por una compra tan barata, le pedí que me descontase ese dinero del de mi mesada. Sea como fuere, instintivamente yo había hecho bien y de modo completamente inconsciente había seguido el mandato fundamental de que coleccionar significa, sobre todo, conservar. Aquél violín, como luego pudo comprobarse, era una copia de un Guarneri de fines del siglo XIX».

Gente como mi amigo Manfred Blaeser va quedando poca en este mundo de la civilización del consumo, una expresión esta (“civilización del consumo”) absolutamente contradictoria. Pero por lo mismo, porque va quedando poca, es bueno que se sepa de ella.

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