Corazón de Pantaleón

Publicado el ricardobada

Crónica de un resfrío anunciado

Sucede que me encuentro afectado por un resfrío tan inmisericorde que no logro enjaterar un texto comm’il faut para mi blog, pero me acuerdo de todas aquellas veces que los columnistas en soporte papel han hecho brillantes columnas acerca de que no se les ocurría nada para hacerlas, y ese recuerdo me ha llevado al 23 de enero del año 2000, cuando me encontraba en el potro del tormento nasal y bronquial, pero tenía que pasar a la HJCK mi crónica semanal. Y vaya si la pasé, bajo el título “De cuando el cronista se encuentra resfriado¡y cómo!”, cuyo texto les transcribo a continuación y al pie de la letra :

Esta crónica de hoy se podría titular a la antigua usanza, la de los capítulos de libros tan prestigiosos y tan poco leídos como El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Esta crónica se podría titular, por ejemplo, «De cómo el cronista de HJCK en la dizque muy noble ciudad alemana de Colonia agarró un resfrío nasal merecedor de medalla de oro en los campeonatos mundiales del estornudo, pero sobrevivió para contarlo, aunque fuese con una voz que parecía salida de un pozo».

Sí, así se podría titular esta crónica, y ya con el mero título casi estaría pronta una quinta parte de la misma. Que quiero escribir y hablar, a todo trance, porque del mismo modo que existen ejemplos, y algunos son bastante ilustres, de columnistas que han escrito en los diarios acerca de la falta de inspiración que les agobiaba justamente ese día, y su columna es a final de cuentas una documentación bastante brillante de todo lo contrario…, del mismo modo, digo, me propongo que ustedes cuenten en su haber auditivo con una crónica acerca de la imposibilidad de escribir esa crónica, y casi ni siquiera de poderla leer al teléfono, cuando en los canales sanguíneos del cronista están surfeando miles de microbios del resfrío, haciendo olitas sarcásticas con sus defensas naturales, llámense glóbulos rojos, blancos o del color que más les cuadre.

Con el resultado de que las narinas duelen de tanto sonarse el apéndice nasal, los ojos lagri–mean (con perdón), y la cabeza se siente embotada como resultado de las repetidas dosis de aerosoles analgésicos y de las repetidas tomas del remedio casero por excelencia: un vaso de leche caliente, con un largo chorro de coñac o de ron, y dos aspirinas: sudor garantizado por un par de horas, y es bien sabido que el mayor enemigo del resfrío es el sudor.

Bien sabemos también que todo esto son placebos, que un resfrío de esta categoría, cuando te agarra no te suelta en menos de 72 horas y hasta ahora sólo van 48pero el que no se consuela es porque no quiere. Acabo de leer en el semanario Die Zeit (a costa de muchas lágrimas, no por la noticia, sino por el resfrío) que el mejor esquiador europeo de este siglo seguramente es el noruego Lasse Kjus, y que apenas se inician los campeonatos mundiales de esquí está considerado siempre como el gran favorito sólo que resulta que el pobre es carnaza para los microbios del resfrío: apenas comienzan los campeonatos significa que también comenzó el invierno, y Lasse Kjus se constipa una y otra vez, y debe regresar a Noruega, y de ahí que su nombre no figure junto a los de Alberto Tomba y otros héroes de las pistas blancas, que tienen la suerte de poseer unas narices blindadas.

Y además del caso del desdichado Lasse Kjus ya dice el refrán que «mal de muchos, consuelo de bobos», y el bobo que les habla se siente sumamente agradecido a la solidaridad de miles y miles de europeos que en estos mismos instantes le acompañan, literalmente, en sus sufrimientos si bien no en la casi imposible tarea de pergeñar una crónica de al menos tres minutos cuando el único pensamiento en la mente es para el doctor Guillotin y su benéfica invención. Y además, además, se me ocurre un nuevo consuelo, y es que debo agradecerle al Buen Dios que no me haya hecho venir al mundo con la nariz de Cyrano de Bergerac. Mon Dieu!

Desde Colonia, Alemania, desde el n° 11a del Pflasterhofweg, una nota exclusiva –y exclusivamente nasal– de Ricardo Bada para la emisora HJCK-El Mundo en Bogotá.

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