Hace una semana me escribió con carácter urgente una joven amiga muy querida, de Costa Rica, pidiéndome para ese mismo día una cuartilla enumerando los méritos de Yadira Calvo, de cara a ser propuesta como una de las mujeres del bicentenario de la independencia del país.
En un primer momento me pareció raro. Escribir, yo, español, una página sobre los méritos de Yadira Calvo para semejante celebración patria. Pero al seguir reflexionando sobre el tema me dije que era un índice muy significativo de cómo se refleja la condición de ser mujer en la vida de una comunidad. Como si en general los méritos de las madres de familia anónimas no fuesen algo tan evidente y tan palmario que de ello ni se habla. Como si en particular los de una Yadira Calvo, en el terreno del ensayo y de la lucha feminista, necesitaran ser avalados por testimonios de terceros: https://www.inamu.go.cr/yadira-calvo-fajardo
No me vanaglorio de ser un buen conocedor de la historia de Costa Rica y por ende carezco de criterios para evaluar el aporte femenino a lo largo de los 200 años de independencia del país. Pero puedo extrapolar algunas experiencias personales. Sólo he estado una vez allí, durante casi todo el mes de octubre de 1984, y sin embargo, si hago balance, después de 35 años, mis amistades ticas incluyen en su número solo cuatro varones (uno de ellos mi inolvidable amigo don Paco Amighetti) mientras que el de mujeres supera con creces la docena. Y no sólo eso: aliento la convicción de que mi experiencia no es única.
Con Yadira me unen los lazos de un epistolario que empezó en mayo del 2005, cuando alertado por un artículo de Habib Succar supe del expolio a que habían sometido su retiro de Dominical. Sin conocerla personalmente, de inmediato le escribí en señal de solidaridad, y a partir de entonces se trenzó una amistad que considero una de las mejores páginas de mi biografía.
Poco después tuve sus libros en mis manos, y literalmente los devoré. En ellos («lo digo y no me corro», © by César Vallejo) aprendí harto màs de feminismo que en los dos tomos canónicos de Simone de Beauvoir, de lectura indeglutible. Siquiera fuese sólo por ellos, es para mí de una evidencia suma que el nombre de la autora debe figurar entre los próceres de la historia tica. Y si no, pues peor para ella: digo para la historiografía, no para Yadira, porque Yadira y su obra, por dicha (como los ticos donosamente me enseñaron a decir) están muy por encima de esas contingencias que son las efemérides. Por muy bicentenarias que sean.
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