Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Música y viento

Reseña de la novela Cómo perderlo todo de Ricardo Silva Romero (Alfaguara, 2018).

Sé que es extraño que diga que la novela me salvó del tedio de la cuarentena, pero es exacto: durante tres meses no fui capaz de leer nada más que artículos sobre el Covid-19 e informes del INS. Y así habría seguido quién sabe hasta cuándo si no se me atraviesa Cómo perderlo todo. No crea que atravesar es un verbo arbitrario: una noche se cayó el libro de la biblioteca, interrumpiendo el tránsito hacia la cama. Lo levanté, le sacudí el polvo, leí la primera, la segunda, la tercera página y le gasté un montón de noches a leer esa novela enorme y hermosa como una sequoia sacudida por el viento.

La construcción del narrador es uno de los mayores aciertos: es monumento a la música y a la flexibilidad. Y no podía ser de otra manera: el narrador pasea por personajes, barrios y circunstancias como un camarógrafo de reality que persigue al profesor Pizarro y lo abandona para irse con la profesora Gabriela Terán, la deja para irse detrás de otro que abandona para irse detrás de otra y así, hasta el final del libro. Haga de cuenta que es una carrera de relevos a través del 2016, ese año bisiesto y siniestro que habría sido el peor de los años que ha conocido la humanidad si no hubiera llegado el 2020.

La música es hermosa, juguetona y poética. Algo en las frases largas y en la reiteración y en los giros y contragiros hace que el lector se aferre a sus palabras o que las frases lo aferren a él. La música es dinámica y tempestuosa pero no atropellada: no es un río de aguas tranquilas, pero tampoco es un torrente vertiginoso.

Valga un ejemplo: “Siempre, desde que tenía cinco años, y usaba palabras que tocaba buscar en el diccionario, y pensaba más de la cuenta junto a la ventana de su apartamento, y se hacía preguntas en voz alta que su mamá se negaba a responder, había sido claro que este era un mundo demasiado violento para Flora Valencia: una selva sin piedad. Tal vez por ello, porque estaba más expuesta a la mezquindad que usted o yo, porque la experiencia en la Tierra sigue siendo la cadena alimenticia, su cuerpo pronto se inventó esta persona gruesa que los niños ponían en la defensa en los partidos de futbol en el potrero que quedaba a tres cuadras de su casa” (pág.127)

Esa es la manera en la que narra y esa es su forma de construir personajes (pero no es su única estrategia; faltaba más). Su construcción es como un cuchillo que hace un corte transversal que deja al aire entrañas, carne y huesos. Un corte que transforma el tiempo en polvo que vuela por las páginas y la memoria.

No diré más porque la novela deberá defenderse ante cada lector. Cada uno dará su veredicto, como debe ser.

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