Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Los engranajes de la fantasía

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Reseña del libro Siete cuentos fantásticos de Sergio Ocampo Madrid. Planeta Lector 2017.

En este libro el lenguaje es una catedral imponente, majestuosa, asombrosa si se quiere usar ese adjetivo. Pero no es de esas catedrales con arcos conopiales y bóveda nervada. El lenguaje —la catedral—es moderno, amplio, con ventanales por los que entran cascadas de luz que se derraman sobre sillas de madera y pisos ajedrezados. En cada rincón se encuentra algún adorno que le roba una sonrisa de quien lo encuentra. Es como un regalo que el arquitecto dejó para que lo hallen los amantes de los detalles. El lenguaje no es frío ni arrogante. Al contrario, tiene la calidez del discurso de esos profesores apasionados que arrastra al auditorio con su energía o de un padre que cuenta historias al lado de una fogata.

Sé que ese párrafo es humo si no se acompaña de un ejemplo. Por eso me tomo el trabajo de transcribir el inicio del cuento El urapán que comía cometas:

“Sólo cuando arribaron los primeros hombres y empezaron a instalarse bajo el manto de un follaje que únicamente conocía los diálogos del viento y de la lluvia, el urapán reconoció la soledad. Antes de ello, ignorante de que hubiera gente en el mundo, el árbol enorme nunca se detuvo a pensar que estaba solo. La soledad es siempre una idea que exige la referencia obligada de los otros; si los demás no existen, o si no importan, que es otra forma de no existir, la soledad tampoco existe”.

En esta catedral de verbos y adjetivos se ubican argumentos que parecen trazados por una mente alucinada: una pareja que se enamora y compromete en sueños, un policía que recibe una visita inesperada, un estadio que flota en las aguas de una ciénaga, una pareja de sinsontes que trastornan el orden mundial. Estos cuentos están diseñados para que los lean y disfruten desde niños de doce años hasta hombres centenarios gracias a que su arquitectura tiene muchos niveles, igual que las películas de Pixar: la trama para que el niño que se embelese, las metáforas para que el padre reflexione y el entorno socio-económico para que el universitario se indigne. Tres niveles en la misma película, incluso en la misma escena. De alguna manera los relatos de este libro comparten el ánimo de ser Matrioskas —coloridas y poéticas— que se arman y desarman de acuerdo a la necesidad y voluntad del lector.

La estructura de las historias es sencilla si se mira de lejos, pero complejísima si se intenta desentrañar la manera en la que se construyó. ¿Cómo se sostiene, por ejemplo, un relato en el que una pareja se enamoran en sueños consecutivos? ¿Qué reglas rigen semejante prodigio? De alguna manera es como si una edificación estuviera soportada por columnas que flotan en el aire. Y no lo digo porque sean relatos tramposos, sino porque la construcción parece compartir los resortes, tuercas y engranajes de la fantasía. Como si Sergio viviera en ese mundo sobrenatural y no tuviera más que trascribir la realidad.

Los siete cuentos, por las razones enunciadas (y por otras que quedaron en el tintero), son ideales para iniciar a los muchachos en la literatura que empieza a desaparecer: la que está hecha con esmero y cuidado, la literatura que se hace por el amor a la palabra y a los artificios de la ficción. La literatura, para no dar tantas vueltas, que se hace cumpliendo los preceptos del corazón. También es buen libro para quien quiera huir del ruido y los problemas. Incluso es aconsejable para el escritor que desea gastarse un par de meses desatornillando engranajes, aflojando tuercas, soltando resortes hasta que el cuento quede en sus componentes básicos y luego gastarse meses, acaso años, en volverlo a armar sin que sobren o le falten piezas.

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